Querido Pablo

La Habana y Miami son de esas ciudades que están muy lejos a pesar de solo ubicarse a unas millas de distancia. Las confrontaciones políticas a ambos lados, los impedimentos para viajar y un discurso de cinco décadas de enfrentamiento han provocado que el estrecho de La Florida nos parezca insondable. Tímidamente empiezan, no obstante, a levantarse puentes en cada orilla, todavía frágiles e incompletos, pero al menos son un atisbo de un posible y futuro reencuentro. Entre esos gestos de concordia, ninguno ha levantado tanta polémica como el concierto de Pablo Milanés que está programado para hoy, 27 de agosto, en el American Airlines Arena de Miami. Seguidores y antagonistas se enfrentan en un careo sobre la pertinencia o no de que el conocido cantautor se presente ante los exiliados cubanos.

La querella me ha hecho desempolvar algunos recuerdos de aquellos años de subsidio soviético, cuando el panorama de la música cubana era gris y chato. Todavía no había venido Ry Cooder a descubrir a los viejitos del Buena Vista Social Club, los videoclips extranjeros apenas se colaban en algunos espacios televisivos y tener un reproductor de casetes era algo tan remoto como poseer un trozo de meteorito. La existencia de una lista negra con cantantes exiliados y otros tantos prohibidos hacía que cada día desaparecieran más y más voces de nuestro ya menguado espectro sonoro. En las pesadísimas radios que se importaban de Europa del Este, al mover el dial solo era posible encontrar -una y otra vez- la voz de Silvio Rodríguez o de Pablo Milanés.

Con sus canciones ellos habían creado la banda musical de la utopía, los acordes que acompañaban a un proyecto social que muchos no habíamos ni siquiera podido elegir. Quienes crecíamos bajo esos estribillos, identificábamos a la Nueva Trova con el poder, el statu quo, el Gobierno.

Fuera de la Isla, sin embargo, las mismas canciones que a nosotros nos saturaban hasta el cansancio cobraban otras connotaciones. Fueron los himnos de miles de jóvenes que querían alcanzar ese espejismo del que muchos cubanos estábamos de ida y de vuelta. Las letras interpretadas por Pablo Milanés se convirtieron en verdaderos cánticos de protesta en países como Chile, Argentina y España. El cantautor -nacido en Bayamo en 1943- parecía estar en la cima de su popularidad internacional, pero el camino transitado para llegar hasta ahí no había sido nada fácil.

Pablo tropezó también con la intolerancia que expulsó a tantos colegas suyos de la radio y la televisión nacionales. A mediados de los años sesenta el autor del célebre tema Yolanda fue recluido en la UMAP (Unidades de Ayuda a la Producción), campos de trabajo forzado donde se pretendía reformar a golpe de disciplina militar y de labores agrícolas a religiosos, homosexuales y desviados ideológicos. Después de eso su periplo personal y artístico se mezcló con el de las instituciones, especialmente con la Casa de las Américas. Llegó incluso a convertirse en diputado de nuestra Asamblea Nacional. De ese periodo pocos le perdonan no haber roto la unanimidad de tantas manos levantadas y atreverse a decir en voz alta las opiniones críticas que ya tenía.

Pese a su silencio público, todos empezamos a notar que Pablo Milanés se separaba del oficialismo. No lo hacía con declaraciones altisonantes ni con evidentes tomas de posición, sino lentamente, sin rupturas. El punto climático de ese desgajamiento vino, sin dudas, cuando en 2003 se negó a firmar una carta donde se intentaban justificar las medidas represivas tomadas por el Gobierno cubano. Bajo el nombre de Mensaje desde La Habana para amigos que están lejos, varias personalidades de nuestro quehacer artístico y literario respaldaban hechos de una tremenda violencia judicial. Entre ellos, el fusilamiento de tres jóvenes que habían secuestrado una embarcación para emigrar y el envío a prisión de 75 opositores pacíficos. Pablo se desmarcó de tal compromiso político, aunque otras conocidas voces como Omara Portuondo, Amaury Pérez y Silvio Rodríguez sí suscribieron el documento.

En entrevistas a medios extranjeros, Pablo Milanés ha pronunciado críticas a la gestión del Gobierno cubano. Hasta ha llegado a decir que cree "en el sistema, pero no en los hombres que lo hacen". Herejía de grandes proporciones, si se habla de un proyecto político que durante 50 años se ha intentado hacer a la imagen y semejanza de Fidel Castro. Pero sería errado tachar a Pablo como un disidente. Aunque durante los meses del año que pasa en Cuba evita mezclarse en actos públicos demasiado ideologizados, tampoco ha roto lanzas desde aquí adentro para que se respete la discrepancia o se paren los mítines de repudio.

Sin embargo, su mérito mayor estriba en haber encontrado su propio espacio de inconformidad, su manera muy personal de ser él mismo. Ya no está en todos los puntos del dial de la radio cubana, es cierto, pero en unos días cantará en Miami y contribuirá con su voz al delgado y frágil puente que se levanta entre las dos orillas.

Yoani Sánchez, periodista cubana y autora del blog Generación Y. Fue galardonada en 2008 con el Premio Ortega y Gasset de Periodismo. © Yoani Sánchez / bgagency-Milán.

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