Esta es no es una carta tradicional porque las circunstancias actuales tampoco lo son para México. Comenzamos el año con un exceso de mortalidad de 254.000 personas y casi 29.000 homicidios. La pandemia y el crimen han significado una masacre sin precedente. Por estas cuausas, falleció uno de cada 450 mexicanos vivos en 2020.
Pero comenzamos también con una posibilidad esperanzadora. En julio, México tendrá, por primera vez en más de un siglo, la oportunidad de tener elección legislativa con reelección. Podría parecer un detalle menor. No lo es.
Los votantes tendremos la posibilidad de hacer que los legisladores se jueguen la curul en cada elección, lo que los expondrá por fin, a una mayor rendición de cuentas y profesionalización. Ya no llegará un Congreso nuevo a aprender a legislar cada tres años. Un mismo diputado podrá permanecer hasta 12 años en el cargo si los votantes así lo determinamos. De 300 diputados que serán electos este año mediante el voto directo, 261 están buscado reelegirse.
Así que hoy, queridos Reyes Magos, les escribo con una sola petición: que los ciudadanos comprendamos la relevancia crítica de esta elección intermedia y votemos para sentar las bases de un Congreso que gobierne para nosotros, los electores, y no para sus partidos, para los grupos de cabildeo ni para otros intereses privados. Solo así, México ganará madurez política.
El Congreso debe ser el espacio donde se construya el andamiaje legislativo necesario para diseñar políticas públicas ambiciosas que cambien de raíz las deficiencias estructurales de México.
Hasta ahora no ha sido así. Durante buena parte de nuestra historia el órgano legislativo ha sido, con algunas excepciones, un poder simbólico. Ya fuera como una caja de resonancia del partido en el poder o como una camarilla de favores entregados a facciones y aliados de los partidos políticos.
El Congreso se ha dedicado a legislar simulaciones y pretender que gobiernan. Sus estrategias son varias.
Se jactan de tener a la seguridad como su mayor prioridad cuando para este año aprobaron un presupuesto para el Programa para la Atención de Víctimas del crimen que, contando la inflación, es menor del que ellos mismos aprobaron para 2019. Argumentan que tienen un compromiso con la igualdad de género pero en realidad engañan sobre la composición de las partidas que deberían promoverla. En 2021, por ejemplo, el presupuesto para la igualdad entre hombres y mujeres incluye programas que no tienen relación con la paridad de género, como Sembrando Vida y la Pensión para Adultos Mayores. O se regodean de cumplir su labor legislativa al realizar acciones que no les corresponden, como Dolores Padierna, la diputada de mi distrito, quien presume pintar casas, en ocasiones con equipo proporcionado por otro brazo de gobierno, como si esa fuera su labor como legisladora.
Peor aún, los legisladores se han acostumbrado a jurar respetar la Constitución de México, cuando de facto la violan al tratarla como una manual de buenas intenciones y no como un marco legal ineludible. Por eso durante décadas en México la ley ha sido una fantasiosa poesía.
La Constitución advierte que todos sus ciudadanos tienen derecho a la salud. No es cierto. La pandemia reveló que el sistema de salud está tan mal financiado que es necesario elegir entre tratar a los enfermos de la COVID-19 o al resto de los padecimientos.
Así, los mexicanos hemos sido víctimas de la tiranía de la no-alternativa, votando por el partido que consideramos “el menos malo” y por los candidatos que estos nos ofrecen. En el Congreso, Morena —el partido del presidente, Andrés Manuel López Obrador, que hasta ahora tiene mayoría legislativa— y su oposición pretenden ser enemigos, cuando en la práctica han sido aliados en desarticular cualquier cambio estructural que atente contra los intereses de la clase política. Esto no es nuevo. El Congreso ha funcionado así casi toda nuestra vida democrática.
Por eso muchos de nosotros nos hemos acostumbrado a ver la elección intermedia como un simple referéndum sobre el actuar del poder Ejecutivo y no, como tendría que ser, una votación crítica sobre el estatus del andamiaje legal de las grandes asignaturas del país: combatir la desigualdad, ampliar la clase media, erradicar los monopolios y buscar estrategias exitosas para vencer la violencia.
Así que este es mi deseo: este año de elecciones intermedias, espero que los votantes escojamos diputados y senadores que se atrevan a legislar y gobernar. No como una elección sobre López Obrador o su oposición sino como un referéndum sobre si tenemos o no la legislación necesaria para México.
Esto es particularmente crítico este año porque de ello dependerá la recuperación económica del país. No se ha analizado lo suficiente, pero una razón por la que la economía mexicana ha crecido de manera mediocre es porque el Congreso no hace bien su trabajo. El círculo vicioso comienza cuando, cada año, nuestros diputados aprueban un presupuesto insuficiente para satisfacer los servicios y las actividades del Estado. El presupuesto que aprobaron en 2021, por ejemplo, tiene ingresos tributarios menores de los que tenían otros países de la región en 2018, como El Salvador.
Lo más recomendable sería que los legisladores se animaran a aprobar una reforma fiscal para cobrarle más impuestos a quienes más tienen, pero no se atreven. En cambio, son cómplices de crear un gobierno flaco e ineficaz.
Por eso, queridos Reyes Magos, les pido un proceso electoral en 2021 donde el centro de la disputa no sea la afinidad partidista con los diputados o senadores, sino una evaluación objetiva de lo que propone cada candidato.
Suena quizás a un deseo imposible, algo que requeriría una buena dosis de alquimia, pero creo que 2021, con todos sus desafíos pospandémicos, nos ofrece una oportunidad para que los ciudadanos tomemos el papel protagónico que México necesita: investiguemos nuestras opciones y llamemos a cuentas de manera directa a quienes nos representan.
Viri Ríos es analista política y colaboradora regular en español de The New York Times.