¿Quién debe dirigir las instituciones internacionales?

La ONU busca un nuevo secretario general. La presidencia del Banco Mundial está disponible. La Organización Mundial de la Salud necesita un nuevo jefe. Lo mismo ocurre con varias otras organizaciones internacionales. En tiempos que los conflictos de intereses entre Estados Unidos y sus aliados, junto al ascenso de China y Rusia, afectan la cooperación internacional, no podría ser más importante la pregunta de quién ha de llenar estos puestos vacantes.

En el pasado, el proceso de selección del candidato correcto ha reflejado las rivalidades entre países y las competencias de popularidad entre gobiernos, ONG y medios de comunicación. Es evidente que este nunca fue el mejor enfoque, pero la cooperación seguía siendo viable, con unos Estados Unidos hegemónicos como potencia dispuesta y capaz de mantener unidas las instituciones internacionales.

Hoy en día, las impredecibles declaraciones del candidato presidencial estadounidense Donald Trump y la visión más aislacionista que fomenta entre sus partidarios han ido generando una actitud nerviosa en el resto del mundo acerca del cambiante papel de Estados Unidos en el planeta. Y sus aliados en Europa no son precisamente los más estables, debido a una combinación de retos económicos profundos, la inminente salida del Reino Unido de la Unión Europea y el creciente apoyo a las fuerzas políticas populistas en muchos países.

Más aún, Estados Unidos y sus aliados no sólo están poco dispuestos a apuntalar la cooperación global, sino que carecen de la capacidad incluso para intentarlo. La última edición de Perspectivas de la economía mundial del Fondo Monetario Internacional señala que Estados Unidos y sus aliados representarán apenas un 39% de la producción mundial en 2020, muy por debajo del 64% actual, y que la proporción de EE.UU. bajará del 22% al 15%.

Para las instituciones internacionales esto significa que la comunicación, el mutuo acuerdo y el consenso son más importantes que nunca, y no solamente entre países. Dado el fuerte sentimiento antisistema e incluso nacionalista que existe en muchas naciones, las instituciones internacionales también deben estar más abiertas y tener una mayor capacidad de respuesta al público global al que se supone prestan sus servicios.

Todo esto exige un enfoque más meritocrático y sin sesgo alguno para los puestos dirigentes de las instituciones internacionales. Para evaluar los candidatos de manera justa y eficaz se deben usar cinco criterios clave.

Primero, los candidatos deberían tener una capacidad demostrada no solo de definir una misión, sino de asumir las tareas más desafiantes de movilizar una amplia coalición de actores para alcanzarla. Por ejemplo, el Secretario General de la ONU Ban Ki-moon no tenía dificultades para identificar problemas críticos, desde crisis humanitarias específicas en países como Haití, Myanmar y Paquistán a retos más amplios como el cambio climático y la pobreza global. Pero es cuestionable su éxito en lograr convocar a los países para colaborar en la respuesta ante ellos.

En segundo lugar, los líderes deben poder persuadir a los países para que financien a sus organizaciones. El ex Presidente del Banco de Desarrollo Africano Donald P. Kaberuka convenció a los países de duplicar sus aportes durante su mandato; en el mismo ciclo, los recursos del Banco Mundial aumentaron en solo un tercio.

Pero no es solamente cosa de obtener más dinero. Las organizaciones tienen que centrarse en ampliar sus recursos centrales, los que no están vinculados a ninguna tarea específica, en lugar de lograr más recursos discrecionales o específicos para determinados proyectos. De lo contrario corren el riesgo de convertirse en meros ejecutores en vez de plataformas críticas para una cooperación amplia.

Lamentablemente, en los últimos años la financiación discrecional ha pasado a ser mayoritaria, representando en la actualidad más de un 90% de los recursos en varias agencias. La Organización Internacional para las Migraciones, cuya importancia ha quedado en evidencia con la actual crisis de los refugiados, depende por completo de ella. Para cambiar esto, las organizaciones internacionales precisan de líderes que además sepan vender, lo que significa que se los tiene que percibir como genuinos y confiables.

El tercer criterio para liderar con eficacia una institución internacional es una gestión sólida y orientada a los resultados. Para ser seleccionados, los candidatos ya deberían contar con experiencia a la cabeza de una organización que haya funcionado bien y logrado los resultados que se haya propuesto. Debería haber evidencia de que el candidato puede traducir una visión en un plan, con puntos de referencia claros sobre sus avances. Los candidatos actuales son insuficientes en este respecto.

Esto puede tener consecuencias de largo alcance. El Presidente del Banco Mundial Jim Yong Kim ha recibido fuertes críticas por su manejo de su iniciativa estrella: la restructuración interna. El proceso se ha alargado ya cuatro años y muchos miembros del personal alegan que está minando la eficacia de las operaciones crediticias. Si bien es complicado evaluar estas quejas de manera fiable, una encuesta interna filtrada acerca de los empleados de la institución indica que, como mínimo, su cultura de administración debe mejorar.

Lo cual se relaciona estrechamente con el cuarto criterio: contratar (y conservar) el personal adecuado. Ningún líder puede hacerlo todo por sí mismo, por lo que es crucial escoger un equipo de alta calidad. Si quienes trabajan en la organización están insatisfechos, será casi imposible reclutar a las personas con mayor talento y motivación.

Más allá de crear una cultura abierta, motivadora y de apoyo (reflejada en encuestas internas que se publican y no se filtran), los directivos de las organizaciones internacionales deben resistir las presiones de los países miembros para contratar altos funcionarios específicos que no son necesariamente los candidatos con mejor rendimiento. Más aún, deben estar dispuestos y ser capaces de identificar y despedir a los altos puestos que no se ajustan al estándar. Las palabras clave deben ser meritocracia y alta moral.

El criterio final del liderazgo eficaz de una organización internacional tiene relación con la rendición de cuentas. En el último par de décadas, los jefes del FMI, el Banco Mundial y la Agencia para Refugiados ACNUR han dejado sus cargos en una atmósfera de sospechas. Últimamente algunos directivos han establecido códigos de conducta mucho más estrictos y depende de los nuevos asegurarse de que se pongan en práctica. Es esencial tener una actitud de bienvenida hacia la evaluación independiente, así como divulgar sus resultados.

El mundo necesita más que nunca instituciones internacionales sólidas, y éstas precisan de dirigentes destacados que puedan generar consenso entre gobiernos cada vez más reacios y hostiles y, al mismo tiempo, atraer recursos suficientes y movilizar a personas talentosas que hagan bien el trabajo. No son tiempos de ceder para obtener logros políticos de corto plazo.

Ngaire Woods is Dean of the Blavatnik School of Government and Director of the Global Economic Governance Program at the University of Oxford. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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