Por Javier Jordán. Profesor de Ciencia Política de la Universidad de Granada (ABC, 24/04/06):
A día de hoy esta pregunta continúa siendo una de las principales incógnitas de la investigación judicial. El auto de procesamiento del juez Del Olmo aporta pistas interesantes, pero no permite llegar a una conclusión definitiva sobre la autoría intelectual. No obstante, con los datos disponibles sí que resulta posible trazar dos teorías explicativas que analizamos a continuación.
La primera podríamos denominarla «decisión sobre el terreno». De acuerdo con ella, el autor intelectual se encontraría entre los integrantes del grupo que organizó y ejecutó los atentados. El cerebro podría haber sido, por ejemplo: Serhane «el Tunecino», o su cuñado Mustafa El Maymouni (encarcelado en Marruecos casi un año antes, pero catalizador de un buen número de radicales), o el argelino Allekema Lamari (de quien el CNI advirtió que podía estar preparando un atentado), o el sirio nacionalizado español Mohannad Almallah Dabas (en cuyo domicilio se celebraban reuniones de exaltación de la yihad, y donde -según su mujer- se llegó a mencionar la posibilidad de una acción terrorista en Madrid).
Quizá no fue ninguno de ellos en concreto. Quizá la idea surgió durante una de aquellas prolongadas tertulias radicales, donde se lamentaban de las injusticias que sufren los musulmanes y alababan la valentía de quienes marchaban a combatir a Afganistán o a Irak. En ese contexto alguien pudo comentar la posibilidad de «hacer algo» en España y, entre varios, perfilaron los macabros detalles del plan terrorista. Por otra parte, el documento judicial incluye numerosos testimonios y pruebas sobre la autofinanciación del grupo, en su mayoría gracias a los negocios de drogas de Jamal Ahmidan, «el Chino». Desde esta perspectiva, los atentados habrían sido obra de un grupo autónomo, que concibió y ejecutó la masacre por cuenta propia, aunque inspirándose en el ejemplo y las directrices generales de Al Qaeda. Algo que resulta perfectamente congruente con la evolución del yihadismo global después del 11-S.
Si se confirmase esta primera hipótesis, se podría -en gran medida- dar por terminada la investigación, ya que los principales responsables estarían actualmente muertos o en prisión, a la espera de juicio. Por lo que, además de sólida, esta interpretación de la autoría intelectual resulta también enormemente atractiva para algunos de los que desean pasar página y acabar de una vez con el asunto del 11-M. Posiblemente por eso, hay quienes se han apresurado a respaldarla, subrayando la importancia que quizá tuvieron en la inspiración del grupo dos documentos que circularon por la lista de distribución radical Global Islamic Media, a la que alguno de los terroristas de Madrid estaba suscrito. En dichos documentos se aconsejaba atacar intereses españoles con el fin de presionar al Gobierno de aquel momento para que retirase las tropas de Irak, o incluso con el propósito de influir en las elecciones de marzo de 2004.
En esa misma clave de apuntalar la teoría «decisión sobre el terreno», algunos han llegado a afirmar que los terroristas comenzaron a preparar los atentados tras conocer el primero de esos documentos en septiembre de 2003. Sin embargo, el texto no se publicó hasta diciembre de ese mismo año y -a esas alturas- los preparativos ya estaban muy avanzados. En todo caso, ese documento constituye un importante indicio de que la elección de la fecha de la masacre pretendía afectar a los resultados de las elecciones. Si alguien fuera de España realizó un análisis político tan fino como el que se contiene en esas páginas, ellos -que vivían en medio de nuestra sociedad y que en algunos casos contaban con estudios universitarios- pudieron llegar a la misma conclusión con más facilidad.
La segunda teoría explicativa se denomina «decisión en un nivel superior». Es decir, el autor intelectual podría haber sido un individuo (o individuos) de alto nivel dentro del entramado yihadista en Europa, e incluso de la propia Al Qaeda en Afganistán/Pakistán o en Irak. Este hecho también sería coherente con el modo de proceder de la macro-red terrorista.
Por una parte, la repetida mención de los terroristas, en sus comunicados, al misterioso «Abu Dujan Al-Afgani, portavoz del ala militar de Ansar Al Qaeda en Europa», constituiría un indicio de que no actuaron por cuenta propia, sino que a su motivación personal se añadió la consigna explícita de alguien situado en un nivel superior, probablemente fuera de España.
Por otro lado, el auto de procesamiento aporta informaciones que permiten establecer varios canales de comunicación entre el grupo de Madrid y niveles superiores de la estructura yihadista global:
1) A través del miembro de la red Moutaz Almallah Dabas, con el entorno radical de Abu Qatada en Londres, referente ideológico de Al Qaeda en Europa.
2) A través de Yussuf Belhadj (conocido por varios de ellos), con otros miembros destacados del Grupo Islámico Combatiente Marroquí en Europa, e incluso con Al Qaeda en Irak, a través de la red de envío de voluntarios a ese país por parte del GICM. De hecho, tanto Yussuf Belhadj, como Hassan El Haski (otro miembro de alto nivel del GICM), estaban al tanto de los preparativos y abandonaron España pocos días antes de que se produjeran los atentados.
3) A través de Moutaz Almallah y de Serhane «el Tunecino», con Amer Azizi (se mantenían en contacto vía e-mail). Azizi se encuentra huido desde finales de 2001 y posiblemente se esconda en Afganistán o Pakistán. Fue un miembro relevante de la red de Abu Dahdah, se entrenó en Afganistán, y -si se encuentra en aquella región- podría estar relacionado con el núcleo central de Al Qaeda.
Cualquiera de las dos teorías expuestas podría ser válida. La investigación judicial debería continuar con el fin de despejar esas incógnitas.