¿Quién le tiene miedo a la baja inflación?

Hace un año, el Banco Central Europeo aprovechó un alza temporal de los precios para declarar victoria en su lucha por llevar la inflación de la eurozona a su objetivo de “una cifra inferior pero cercana al 2%”. Sin embargo, el triunfo no perduró mucho. La inflación general ha vuelto a descender, y la inflación de base, que no considera los volátiles precios de la energía, vuelve a rondar el 1%. Pero esto no debería preocupar demasiado al BCE.

Las proyecciones del BCE todavía prevén que la inflación de la eurozona se acerque al 2% para 2021-2022. Sin embargo, tras haber pronosticado un alza en la inflación para estos últimos meses, estas proyecciones tienen poca credibilidad. Esto se refleja en las expectativas de los mercados financieros de inflación en la eurozona, medidas en las llamadas tasas swap de inflación, que están atascadas por debajo del 1% incluso a cinco años a futuro. Además, los mercados predicen que en una década a contar de hoy la inflación del área del euro seguirá por debajo del 1,5%.

Esto pone al BCE en un dilema. La economía de la eurozona se está debilitando, lo que podría reducir aún más las presiones inflacionarias. Pero el BCE no se atreve a reiniciar su programa de compra de bonos soberanos para dar un estímulo económico adicional, porque los bancos centrales de la eurozona ya poseen grandes cantidades de bonos de sus propios gobiernos. Obligarlos a comprar todavía más los pondría en una posición muy difícil si cualquiera de estos gobiernos sufriera episodios de estrés financiero. Esa es la razón de que el BCE se haya limitado hasta ahora a anunciar que seguirá dando financiación a los bancos comerciales a tres años y plazos más prolongados a tasas excepcionalmente bajas.

El BCE no está solo al enfrentarse a una inflación inesperadamente baja. El Banco de Japón lanzó un programa de compra de bonos incluso mayor y dejó en cero las tasas de interés, y sin embargo la inflación sigue siendo mínima. Y si bien en los Estados Unidos la inflación se acerca más al 2%, sigue siendo muy inferior a lo esperado.

Los bancos centrales de las economías avanzadas temen que esta carencia de inflación se traduzca velozmente en una caída en los precios, y que cualquier desliz deflacionario sería catastrófico. ¿Están justificados esos temores?

Quienes temen a la deflación apuntan a la Gran Depresión de los años 30, cuando el desempleo rozó el 25% en Estados Unidos y algunos países de Europa Occidental, y las dificultades económicas generalizadas alimentaron el extremismo político. Pero no se puede realmente comparar los tenues arranques deflacionarios recientes, como las caídas de precios del 1% en Japón, con la situación de los años 30, cuando eran de entre un 20% y un 30%. Como acontecimiento deflacionario, la Gran Depresión sigue siendo excepcional.

No obstante, algunos argumentan que incluso una deflación tenue podría causar desempleo, ya que por lo general resulta complicado reducir los salarios nominales. Desde este punto de vista convencional, la caída en los precios produciría salarios reales excesivamente altos y causaría pérdidas de empleos.

Sin embargo, la experiencia reciente muestra que la mayoría de las economías avanzadas han mantenido un alto empleo a pesar de tener una inflación cercana a cero. El ejemplo obvio es Japón, que tiene un nivel de empleo histórico y un bajo índice de paro, desmintiendo la narrativa estándar de que el país está “enfrascado” o “preso” en una trampa de inflación baja. Y si bien la economía japonesa ha crecido muy poco en las últimas décadas, esto se debe principalmente a la menguante población en edad laboral. En términos de crecimiento per cápita, Japón no lo ha hecho mucho peor que Europa o Estados Unidos.

Varias economías europeas de menor tamaño, como Suiza y Suecia, muestran un patrón similar de baja inflación y altos niveles de empleo. Lo que resulta más significativo es que la eurozona, de tamaño mucho mayor, también ha ido avanzando en esta dirección por algún tiempo.

A pesar de la baja inflación de la eurozona, el índice de participación de la fuerza laboral ha subido con regularidad. Hoy la eurozona cuenta con más adultos activos económicamente que los Estados Unidos. El empleo está en niveles históricamente altos, mientras que el paro sigue bajando, aunque continúa alto en algunos países del sur del continente.

En general, la economía de la eurozona no se ha desempeñado de manera tan desalentadora como sugerirían algunos titulares catastrofistas. Algunos países siguen tratando de recuperarse de la crisis del euro ocurrida al comienzo de esta década, pero otros se encuentran en condiciones mucho mejores. Y aunque el PIB promedio per cápita de la eurozona tomada como un todo se ha ralentizado durante los últimos 20 años, se trata de una desaceleración no peor que la de Estados Unidos u otras economías desarrolladas.

El que la inflación de la eurozona ronde el 1% más que el 2% no es ideal, pero es un inconveniente menor que hasta pasa inadvertido para la mayoría de la gente y no ha impedido la baja sostenida del paro. El BCE no tiene por qué activar todas las palancas de parada ni inventar nuevos instrumentos en la desesperada empresa de elevar la inflación unas pocas décimas de punto porcentual. El mensaje para los nerviosos banqueros centrales de Europa es claro: no os preocupéis y sed felices.

Daniel Gros is Director of the Center for European Policy Studies. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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