¿Quién pagará por salvar el euro?

Los acuerdos de julio para evitar una crisis del euro sirvieron para poco. Ahora, después de dos consejos sucesivos y maratonianas reuniones hasta la madrugada, se ha aprobado un nuevo plan de salvamento de Grecia, del euro y de los bancos.

Resumiendo mucho, el plan consta de cuatro grandes decisiones: una quita del 50% de la deuda griega, recapitalización de los bancos europeos de 106.000 millones, aumento de la capacidad del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) hasta el billón de euros y una estricta coordinación de las políticas presupuestarias.

La primera de esas decisiones equivale a reconocer la insolvencia de Grecia de manera más clara que en julio, cuando se aceptó una anulación voluntaria del 21% de su deuda. Ahora se reconoce que los acreedores privados de Grecia van a perder el 50% de sus inversiones. ¿A quién afecta este hair cut (corte de pelo)? Solo a los acreedores privados, que tienen el 70% de la deuda griega. No a los préstamos europeos y del FMI ni a la que compró el BCE, que suman el 30% restante. La reducción será solo del 35% del total (50% del 70%). El ratio de endeudamiento griego se estima que pasará del 160% actual al 120% en el 2020¿ aún el doble del límite fijado en el pacto de estabilidad.

¿Cómo se hará? Los acreedores privados cambiarán sus bonos griegos por otros bonos por la mitad de su valor reembolsables a 30 años y garantizados por el FEEF. No es un mal negocio porque el mercado consideraba que ya no valían casi nada, sobre todo para los hedge funds que los han estado recomprando este verano por el 30% de su valor nominal. ¿Y quién paga el coste de esta garantía? Grecia y, por tanto, la reducción de su deuda será menor del 35%. ¿Y cuánto le cuesta? De momento, no se sabe.

Pero Papandreu está contento, entre otras cosas porque le han rebajado el plan de privatizaciones a 15.000 millones de euros, reconociendo que la primera exigencia de 50.000 millones era imposible. Y los mercados financieros también lo están, como muestran las subidas en las bolsas, que ya sabían que Grecia era insolvente y saludan el fin de una angustiosa incertidumbre.

Los que más van a sufrir las consecuencias de esa quita serán los bancos griegos que necesitarán 30.000 millones. En total, los bancos de la eurozona reforzarán su capital con 106.000 millones de los cuales 26.000 corresponde a los españoles.

¿Quién va a poner ese dinero? Primero los inversores que habían comprado obligaciones convertibles que se transformarán en acciones. Después, repartiendo menos beneficios y rebajando los suculentos bonus de sus directivos, que no nos tienen que dar ninguna pena. Si no basta, emitiendo más acciones mediante ampliaciones de capital. Se resisten porque eso implica diluir sus beneficios al tener que repartirlos entre más accionistas y, por tanto, disminuir su rentabilidad futura, pero muchos no tendrán otro remedio¿ si encuentran quién suscriba las nuevas acciones.

¿Y si tampoco basta? Entonces lo pondrán los gobiernos, es decir los contribuyentes, que se convertirían en accionistas de un sector bancario que privatizamos hace años. Habrá que ver en qué condiciones otra vez el dinero público salva al capitalismo privado, algo que en el 2009 se nos prometió que nunca, pero nunca jamás, volvería a ocurrir. Y si los gobiernos no pueden, queda al final la solución del FEEF que para eso va a multiplicar su capacidad de acción hasta un billón. Pero la intervención europea será la ultima, como quería Alemania, y no la primera, como quería Francia, temerosa de que al poner dinero público en sus bancos subiera su déficit y perdería su calificación triple A.

¿Esta recapitalización será suficiente para compensar las pérdidas por la quita griega y evitar el estrangulamiento en la capacidad crediticia de los bancos? Está por ver. Posiblemente hubiese hecho falta una más grande pero los bancos se han resistido para evitar una dilución mayor. Para hacer el sistema más estable y evitar que la quita griega se convierta en el Lehman Brothers europeo, el BCE dará a los bancos la liquidez que necesiten y los gobiernos garantizarán sus emisiones a costa del contribuyente. De esta forma, les será más fácil encontrar recursos y se evita un credit crunch, un corte brusco en su capacidad crediticia.

Y para completar la operación había que evitar el contagio de la desconfianza hacia la deuda de otros países. Por eso el BCE seguirá comprándola en el mercado secundario y el FEEF lo hará directamente y además asegurará sus posibles pérdidas para quitar el miedo a los inversores. ¿Con qué dinero? Endeudándose para aumentar su capacidad. Y buscando inversores como China y Japón. Veremos si los encontramos y si esta vez realmente convencemos a los mercados. Quedan muchos cabos por atar, pero ojalá hubiésemos hecho antes muchas de estas cosas.

Por Josep Borrell, presidente del Instituto Europeo de Florencia.

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