¿Quién puede controlar el poder de Trump?

Quién puede controlar el poder de Trump

Estamos todos con lesiones cervicales por intentar seguir la enorme cantidad denoticias, tuits y productos en venta que han protagonizado el primer mes de la presidencia de Donald J. Trump. Sin embargo, ha sido y seguirá siendo una importante experiencia de aprendizaje sobre los límites del poder presidencial en Estados Unidos.

Una de las grandes dudas sobre Trump durante su campaña fue si sus promesas electorales eran serias o simplemente eran grandes hipérboles. Ahora sabemos que iba muy en serio con algunas, como con el veto migratorio a siete países musulmanes, prohibición con la que está poniendo a prueba la Constitución estadounidense. Además, existen evidentes conflictos de interés, como haber llevado al primer ministro japonés, Shinzo Abe, a su club privado y mientras hacen un brindis en una boda darle las gracias por “la fortuna” que le ha pagado como “miembro del club”. O mostrar su enfado en Twitter con el gran almacén Nordstrom por dejar de comprar los productos de su hija Ivanka. Aunque aún hay cosas más alarmantes, como los indicios de traición en sus relaciones y en las de su administración, o las sospechas de su vinculación durante la campaña electoral con Rusia.

Lo que hay, es un presidente que quiere alterar todo el establishment y absolutamente todo lo establecido. Bien por él y sus votantes. Pero mejor por el resto del país y el mundo, porque Trump es un presidente y no un rey. Estados Unidos tiene controles del poder presidencial y estamos comenzando a comprobar su eficacia.

Los dos cámaras del Congreso están controlados por los republicanos. Por eso,un impeachment es muy difícil porque es un proceso más político que legal. De momento los republicanos quieren apoyar a su presidente, pero puede ser que su relación no sea duradera, sobre todo porque Trump y el Partido Republicano no representan necesariamente la misma ideología. De hecho, la campaña del ahora presidente fue tanto en contra del Partido Republicano como de Hillary Clinton y los demócratas.

En el seno del partido conservador ya hay mucha incomodidad por su afable relación con Rusia, y por todo lo que conlleva. Trump no sabe mucho sobre gobernar y todavía menos sobre legislar y ya está frustrando a los republicanos en el Congreso con su llamamiento a reemplazar el Obamacare y ofrecer una alternativa. Sin embargo, ellos quieren y necesitan que esta presidencia tenga éxito, aunque el éxito requiera profundos conflictos para cambiar asuntos tan delicados como la reforma sanitaria.

Dado que los republicanos controlan el Congreso, los demócratas tienen muy pocopoder ahora. Además, es necesario recordar que un sistema presidencialista no tiene una oposición como un sistema parlamentario como el español. Tras las elecciones, Hillary Clinton ha vuelto a ser una ciudadana corriente, ya no es ni senadora ni secretaria de Estado. Bernie Sanders sí sigue como senador, pero no representa el partido de ninguna forma especial. Los líderes oficiales son Nancy Pelosi -la representante de la minoría en la cámara de Representantes- y Chuck Schumer -la portavoz de la minoría en el Senado-. Sin embargo, la demócrata que más destaca en este momento como líder que emociona a los votantes es la senadora Elizabeth Warren, conocida por su lema: “Sin embargo, ella persistió”. Estos demócratas pueden animar a sus votantes a manifestarse y votar en las elecciones de 2018, pero aparte de eso, no representan ningún contrapoder para Trump.

Hemos visto cómo el poder judicial ha ejercido de control con Trump y su veto migratorio al responder con acciones legales y decisiones tribunales. De momento, lo han parado, algo que ha frustrado mucho al presidente como hemos visto con sus insultos en Twitter a los jueces. Esto le ha resultado “desmoralizador” a Neil Gorsuch, su fichaje para el Tribunal Supremo. Menos mal para Gorsuch que, si el Senado le confirma, su nombramiento es vitalicio y Trump no puede hacer mucho más que lanzarle insultos en las redes sociales si no está contento con sus decisiones.

Últimamente se han ido produciendo resoluciones judiciales en torno al veto migratorio en todo el país, algo que se va a repetir siempre que Trump decida firmar órdenes ejecutivas que impidan la entrada a Estados Unidos a ciertos inmigrantes, habrá casos y casos que se alargarán en el tiempo y lo frustrarán.

Steve Bannon, asesor estratégico del presidente y su alma ideológica, ha declarado que los medios son "el partido de la oposición". Esta relación tan conflictiva entre la Casa Blanca y los periodistas se demostró en la surrealista rueda de prensa del 16 de febrero, algo que funciona bien tanto para Trump como para sus votantes. En la última encuesta de Gallup se demostró que solamente el 14% de los republicanos confían en los medios, contra 31% de los independientes y el 51% de los demócratas. Cada vez que el presidente insulta a un periodista, sus seguidores aplauden.

Sin embargo, los medios siguen con la capacidad de investigar y sacar a luz las mentiras, los conflictos de interés y los posibles crímenes de Trump y de su administración. Pero para hacer su trabajo los medios necesitan filtraciones. Actualmente bastantes están saliendo de las agencias de inteligencia. Se producen porque Trump ha abierto una guerra con los servicios de inteligencia al no querer realizar el briefing diario y al acusarles de filtrar información para dañarle. Esta relación se ha tensado más todavía con las revelaciones de The Wall Street Journal sobre que las agencias de inteligencia están reteniendo información sobre él, esto indica que han perdido toda la confianza en su capacidad de liderar el país. Y eso asusta.

El desprecio por los expertos forma buena parte de la ideología de Trump y esto supone un gran problema: hacen falta expertos para ejecutar cualquier gobierno, por no hablar del gobierno de los Estados Unidos. Y si esos funcionarios se sienten amenazados y sienten que su presidente abusa de su poder, filtrar información es la única forma que tienen para luchar contra él y controlarle.

Hace poco los ciudadanos estadounidenses eligieron a Hillary Clinton como su presidente, pero por el sistema electoral estadounidense Trump ganó. Sin embargo, eso no significa que la opinión pública no cuente para nada hasta 2018. Según las encuestas de Gallup -que se hacen desde los tiempos de Eisenhower-, Trump tiene una tasa de apoyo un 40% más baja que cualquier otro presidente en su primer mes: Obama tenía el 64%, Bush el 62%, y Clinton, hasta ahora el más bajo, el 51%. Trump adora citar encuestas y audiencias, pero siempre y cuando le sean favorables.

Además de tener opiniones, los ciudadanos pueden manifestar y hacer otras acciones como llamar o escribir a sus congresistas para presionarles. Pero esas acciones funcionan porque los congresistas tienen elecciones cada dos o seis años y está elegidos directamente desde sus estados o distritos. En esas ocasiones incluso pueden incomodar a algunos republicanos. Aunque es difícil cuantificar la eficacia de las protestas, sabemos, de nuevo por su cuenta de Twitter, que estas ponen a Trump muy nervioso. Sirven porque se muestra su lado menos encantador y toma decisiones indiscriminadas y más fáciles de desafiar a través de los tribunales.

En cada elección estadounidense alguien me propone la idea de que todo el mundodebería poder votar en dichos comicios. Esta idea tiene mucho sentido porque todo lo que hace EE.UU. tiene repercusiones en todo el mundo. Trump tiene la capacidad de hacer mucho daño en el orden mundial y en la relación transatlántica, un daño que sería muy difícil de revertir. En este sentido, el control más importante sobre ese poder reside en los países europeos y en sus líderes, los cuales ya no pueden seguir siendo tan deferentes con él. La historia juzgará severamente a los que no han defendido sus valores contra la presidencia de Trump tanto dentro de Estados Unidos como fuera.

Alana Moceri es analista de relaciones internacionales, comentarista y escritora y profesora de la Universidad Europea de Madrid.

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