Quinientos años de la Biblia Políglota Complutense

EL 10 de enero de 1514, en los talleres alcalaínos del impresor Arnao Guillén de Brocar, veía la luz el primer volumen de la Biblia Políglota Complutense, obra magna del humanismo español. El iniciador y mentor de esta gran empresa es el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, que unos años antes había fundado la Universidad de Alcalá, en torno a la cual reunirá a los mejores exégetas y filólogos.

Primera página de la Biblia Políglota Complutense
Primera página de la Biblia Políglota Complutense

Era la primera vez que se afrontaba un proyecto de estas características: una edición impresa de la Biblia que presentara los textos originales del Antiguo y Nuevo Testamento junto con sus versiones antiguas. En una misma página, el texto hebreo del Antiguo Testamento estaba acompañado por la Vulgata latina y por las versiones griega Septuaginta (con traducción latina interlineal) y aramea del Targum (con versión latina al margen). El texto griego del Nuevo Testamento, por su parte, se editaba junto con la Vulgata. A los cinco volúmenes que cubrían todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, se añadió un sexto que contenía un diccionario hebreo-latino y una breve gramática de la lengua hebrea, instrumentos que promovieron enormemente los estudios bíblicos.

Una anécdota que recoge Alvar Gómez de Castro, cronista del cardenal, refleja bien el ambiente que tiene que afrontar la Políglota. Estando Antonio de Nebrija en Burgos, se le acercó un religioso y le preguntó por «los que se atreven a corregir los libros sagrados y a enmendar la plana al Espíritu Santo», en clara referencia a la iniciativa de Cisneros. Nebrija, principal colaborador del cardenal, respondió: «Aquí no queremos enmendar la plana al Espíritu Santo, sino limpiar la que el Espíritu Santo escribió de las manchas y borrones con que la han afeado libreros y copistas. Con ese intento ha reunido aquí el arzobispo de Toledo, Francisco Ximénez, unos cuantos hombres, que con el cuidado y respeto que piden estas cosas procuran devolverles su antiguo esplendor». Entonces intervino airado el religioso y exclamó: «Y para eso han escogido un judío, un hereje y un energúmeno…», aludiendo a Pablo Coronel ( judío converso), Antonio Nebrija (dado a corregir la venerable Vulgata) y López de Zúñiga (un empedernido polemista).

La polémica no era gratuita. En un contexto histórico y geográfico dominado por la edición latina de la Vulgata, el proyecto de Cisneros introduce una gran novedad: el deseo de volver a las fuentes, es decir, a los textos originales, en hebreo y griego. No en vano, la Políglota de Alcalá se ha comparado con las Hexaplas de Orígenes (que, en el siglo III d. C., confrontaban el texto hebreo del Antiguo Testamento con las diferentes versiones griegas en curso) o con el movimiento de vuelta a la Hebraica Veritas que supuso la Vulgata de san Jerónimo (siglo IV).

La Políglota Complutense supuso, además, un gran avance en las técnicas de imprenta, debiendo estampar en varias lenguas. De hecho, con esta ocasión fueron labrados los primeros caracteres que hubo en el mundo de hebreo y griego. Por encima de todo, sin embargo, destaca la expresa voluntad didáctica del proyecto: abrir el tesoro de las Escrituras a los que no conocían las lenguas originales. Prueba de ello son las versiones latinas que acompañan a los textos griego y arameo (la Vulgata se concebía como la traducción latina del texto hebreo), así como el aparato marginal que acompaña la columna hebrea, en el que se presentan las raíces hebreas para facilitar, con la ayuda del diccionario, la traducción del texto en lengua original. A todo ello se añade el deseo de Cisneros de que sus colaboradores compaginaran su trabajo con la enseñanza de las lenguas y otras materias en la Universidad.

El primer volumen que vio la luz, ayer hizo quinientos años, constituye la primera edición impresa del Nuevo Testamento griego. Sin embargo, no fue publicada hasta unos años más tarde, a la espera de completar todos los volúmenes de la Políglota (terminados el 10 de julio de 1517). Esto es lo que posibilitó que la edición del Nuevo Testamento griego de Erasmo de Rotterdam, publicada en 1516, se llevara el título de editio princeps, consiguiendo, además, un privilegio exclusivo de cuatro años de publicación de parte del emperador Maximiliano I de Habsburgo y del Papa León X. La edición de Erasmo, basada en manuscritos de baja calidad, se convirtió desde entonces, y por más de dos siglos, en el textus receptus. La Políglota de Alcalá no consiguió el plácet de Roma hasta 1520, y, de hecho, solo en 1522 comienza su distribución efectiva.

De la Políglota Complutense dice Marcelino Menéndez Pelayo, en su Historia de los Heterodoxos Españoles, que es «monumento de eterna gloria para España y faro de luz esplendorosísimo levantado a la entrada del siglo XVI para iluminar toda aquella centuria». ¿Cómo es posible que una obra de estas características, única en su género, se llevara a cabo en España? Es necesario recordar que la Iglesia española, ya antes de la irrupción del protestantismo en Europa y de la posterior reacción católica, había sido reformada en profundidad gracias al impulso de los Reyes Católicos, que promovieron la elección de obispos preocupados por la formación de su clero y el progreso de sus diócesis. Uno de sus grandes colaboradores, el cardenal Cisneros, dotará de contenido al humanismo español con sus grandes obras y fundaciones. El esplendor de las universidades eclesiásticas, así como la pléyade de santos que pueblan el siglo XVI, es muestra de una reforma católica (no exenta de sombras) que se anticipa a Lutero y a Trento.

Cuando en julio de 1517, pocos meses antes de su muerte, Cisneros recibió el último volumen de la Políglota, recién salido de la imprenta, exclamó: «Aunque hasta el presente he llevado a cabo muchas empresas duras y difíciles por la nación, nada es más de mi agrado, por lo que debáis felicitarme con más efusión, que por esta edición de la Biblia». Este V centenario puede ser una hermosa ocasión para aunar esfuerzos, corrigiendo miopías culturales, en pro de nuevos proyectos en el campo de las humanidades.

Ignacio Carbajosa, Catedrático de la Universidad Eclesiástica San Dámaso.

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