Quo vadis, Europa?

Quiero intentar explicar que existe otro mundo posible, sin tantos impuestos, funcionarios, control e intervención pública, con sus ventajas e inconvenientes, sin perder nuestra naturaleza europea, que implica una mínima intervención y tamaño de las Administraciones Públicas, que son necesarias, pero con un nivel y tamaño razonables. No como lugar para crear solamente empleo público, ya que la economía privada, asfixiada, ya no puede crearlo, como ocurre en España desde 2018, sino para recuperar el vigor perdido por la UE, que cada día pierde riqueza, y fijarnos en lo que hacen Estados Unidos, su otra gran contraparte, si es que todavía podemos pensar en compararnos con ellos.

La respuesta es muy simple: no sólo no es posible compararnos con ellos, sino que dejó de serlo hace décadas, ya que los déficits públicos financiados con deuda continua y completamente descontrolada han hecho aumentar su endeudamiento público de forma continuada desde hace décadas por la sencilla razón de no poder bajar los impuestos, al tener el gasto descontrolado, y, a consecuencia, se produce una perdida de competitividad y riqueza, y por tanto, del bienestar de sus ciudadanos, de la mayoría; dejando de ser un lugar atractivo para la inversión e instalación de muchas multinacionales, incluidas las propias europeas.

A su vez, este efecto supone un atractivo para la emigración económica de las empresas, que huyen de la miseria en que han nacido en sus países de origen, lo que repercute en la salida del mayor talento mundial que se siente lógicamente atraído por Estados Unidos, en primer lugar, sin duda, luego por Canadá, Australia, Corea del Sur y otros países del norte de Europa que aún mantienen cierto o bastante atractivo.

Los europeos piensan que sus países son los únicos lugares del mundo donde se vive bien, o muy bien. Pero la UE, a pesar de conservar a duras penas su riqueza, la va perdiendo, poco a poco, como si se desangrara, desde hace décadas. Como ocurre en España, que dejó de incrementar su riqueza, con algún año de espejismo entre 2014 y 2018, desde 2007; por tanto, son 15 años de retraso y así seguimos en general. Están en similar situación, sobre todo en el sur de Europa, y empieza a tener sus efectos en Centroeuropa, Países Bajos y nórdicos; y siempre afectó al este de Europa, que venía de una dictadura comunista. No será posible convencer en poco tiempo a los países del entorno europeo del cambio que han de realizar, ya que serán años de mucha didáctica y, sobre todo, de cambiar el sistema poco a poco. No será uno o dos años, sino una o dos décadas, o más; hasta recuperar la vitalidad perdida, sea demográfica, social o económica que acabará afectando, como ya hace, a la científica, la cultural y a otras muchas áreas.

Infierno fiscal

Lo más importante no será sólo convencer, ya que la economía siempre hace pagar las facturas, nos guste o no. La falta de sostenibilidad del Estado del bienestar que, a su vez, es un infierno fiscal para los millones de personas productivas de dichos países. Sobre todo en los países del sur de Europa, que disfrutan de un nivel de bienestar bueno, pero que cada día se deteriora y es menor desde hace más de una década o dos, pero que además es sostenido por pertenecer a un club que soporta el riesgo financiero, que financia la emisión de su deuda para pagarlo, consecuencia de sus déficits fiscales descontrolados, continuos, que siempre encuentran justificación (Covid, guerra de Ucrania). Y todo ello, para financiar gasto corriente, cada vez más improductivo, por el coste financiero de los intereses, producido por los déficits públicos acumulados y crecientes, a tipos de interés que no son de mercado sino inferiores por pertenecer a dicho club, y que hacen, además, creer a la gente vivir en un nivel de vida que realmente no se podría permitir si no fuera por esa continua emisión de deuda pública que financia su día a día. Es como si para ir a comer tuvieras que endeudarte porque no pudieras pagar la factura del restaurante.

El debate seguirá abierto y caliente porque los socialdemócratas o cristianodemócratas, que son lo mismo cambiando el orden, cuentan cuentos que se creen ellos mismos, pero sin observar la realidad, los hechos ciertos y tozudos que les quitan la razón. No quiero decir que donde se está bien no se debe seguir estando bien por vivir por encima de nuestras posibilidades, pero debemos adaptarnos y ajustarnos a la realidad y esforzarnos por mejorar para alcanzar un futuro mejor. Es una condena a largo plazo que espero que la ola liberal y conservadora, que no podremos evitar, con los años y décadas, revierta. Soy optimista porque sé que como el ser humano, la UE reacciona cuando ya comienza a sentir que el agua le llega al cuello, y ya lo está haciendo, así que espero esa reacción.

Rubén Garcia-Quismondo, Socio director de Quabbala, abogados y economistas.

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