Rara vez con tigres

Con motivo de mi santo, Antonio abad, los tíos de Azkoitia me enviaron como regalo un libro de formación religiosa. Debía tratarse del voluminoso Catecismo, dirigido a los niños, de Antonio María Claret. Lo que recuerdo bien son algunas escenas de horror allí incluidas con intención didáctica. Una vez examinado, mi madre hizo llegar tal catecismo a su justo destino: la basura. En el mundo católico tradicional no han faltado, sobre todo en el terreno moral, tales despliegues de terror y perversiones. Me lo contaba hace días un amigo jesuita, mencionando una serie de relaciones sexuales pecaminosas practicadas y a evitar con distintos seres. La última era sorprendente: “rara vez se hace con tigres” (rare cum tigribus).

Sin duda tal relación debe ser excepcional, y sobre todo altamente peligrosa. La lección sería aplicable a las alianzas políticas, tantas veces inevitables por cuestión de números y que unas veces consisten en encaje de diferencias menores y otras rozan la unión contra natura. Lo que sí resulta desaconsejable siempre es hacerlas “con tigres”, esto es, con formaciones que no intentan buscar en la alianza un reforzamiento mutuo para alcanzar fines políticos, sino que ven en la misma la ocasión propicia para devorarte.

Tal como van produciéndose los acontecimientos en el período poselectoral, cabe afirmar de manera inequívoca que tal es la intención de Pablo Iglesias respecto del PSOE. El antecedente es bien conocido desde su puesta en práctica por el movimiento comunista respecto de los partidos socialistas en los años 30 y 40, con el benéfico resultado del establecimiento de las llamadas democracias populares, consistentes en un monopolio fáctico de poder comunista y en la extinción real de la socialdemocracia. La receta quedó ya fijada entonces. El punto de partida es la apelación a necesidades públicas urgentes, que hacen imprescindible una coalición, donde el partido comunista se reserva los puestos claves. El socialista se encuentra ante una pinza: si accede se convierte en una fuerza subalterna respecto del PC; y si rechaza la oferta, pasa a ser un enemigo mortal de los intereses del proletariado entonces, de la izquierda ahora. Marx es poco frecuentado por Podemos para su discurso de corte populista —para “la gente”—, pero el patrón soviético sí lo aplica a la perfección.

Ahí está la frase de Iglesias en su último artículo, reproduciendo las viejas invocaciones al frente único por la base frente a la traición de los líderes socialfascistas: “no confiamos en los aparatos del PSOE, pero admiramos a sus bases y a sus votantes”. Una vez más, convertido por lo que se ve en Juez Supremo de la historia y de la izquierda, quien no le sigue está al servicio de “las derechas”. Caso de los “aparatos” socialistas, a diferencia de las sinceras aspiraciones de “las bases” que solo con Podemos en el Gobierno no serán defraudadas. Dicho en plata: o te absorbo o te destruyo. Atendiendo a su método de “disputar la democracia”, Iglesias tira al suelo el tablero de ajedrez para pasar al boxeo, pero a la tailandesa.

Las acciones poselectorales de Podemos nada tienen de oferta política, habitual en otros países, al posible aliado. No es solo cuestión de respeto. Ante las facilidades que ofrece Sánchez por su reiterada voluntad de presidir el Gobierno, Iglesias se autodesigna líder único de la izquierda, siendo quien ocupa en exclusiva el escenario, quien determina el contenido de la acción política y económica a desarrollar, y quien ejerciendo su misericordia, digna de Alá, puede hacerle presidente si acepta la humillación.

Y no vale argumentar que los programas económicos del PSOE y de Podemos se parecen “como dos gotas de agua”. Situándose ambos en la izquierda, es normal que apunten contra la desigualdad y en defensa de quienes han sufrido la crisis. Pero las dos lógicas difieren. Incluso cuando el objeto de la medida es coincidente, una cosa es la renta mínima universal defendida por Podemos y otra el ingreso mínimo vital previsto por el PSOE, vinculado a la pérdida del subsidio de paro y a la formación laboral. Una cosa es negociar con Bruselas una revisión de la austeridad, otra afirmarla como objetivo no condicionado. Por no hablar de la distancia abismal entre el proyecto federal del PSOE y la perla del programa de Podemos, que desde una supuesta plurinacionalidad y generalización del “derecho a decidir”, más referéndum en Cataluña, y a partir de una extraordinaria dosis de oportunismo e ignorancia política, apunta a la fragmentación de España. El tigre está dispuesto a devorarlo todo.

Antonio Elorza es catedrático de Ciencia Política.

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