Rebaja del IVA: ni combate la inflación, ni ayuda a las familias

Si una persona va al supermercado, al salir puede mirar el ticket y encontrará el precio sin IVA. Verá que algunos artículos están gravados al 4%, otros al 10% y el resto al 21%. Entonces, podrá pensar: "si se rebajara el IVA, bajarían los precios". Un razonamiento aparentemente lógico, pero que implica desconocimiento de cómo se fijan los precios en el mercado libre. Que la gente de a pie lo haga no es nada malo: no tienen por qué saber economía. Pero a los dirigentes políticos hay que exigirles más. Por eso me preocupan las propuestas para rebajar el IVA como "remedio" a la inflación: no sé si se basan en ignorancia económica o en demagogia.

La inflación es un fenómeno monetario. Hay inflación cuando la cantidad de dinero crece más deprisa que la de bienes. Por eso, sólo tiene dos remedios: controlar la cantidad de dinero (lo más "fácil") o aumentar mucho la producción (muy difícil en el corto plazo). Rebajar el IVA no hace ninguna de las dos cosas.

Los precios surgen de la interacción de las valoraciones subjetivas de compradores y vendedores. Un consumidor está dispuesto a pagar equis por un bien; los cambios en el IVA no modificarán esa valoración. Por lo tanto, una rebaja de este impuesto en un mercado libre tenderá a dejar igual el precio final, pero con un margen mayor para el vendedor (que se irá diluyendo a medida que se traslade a las etapas previas de producción). La rebaja del IVA al gas y la electricidad sí se tradujo en un precio menor porque se trata de mercados regulados.

El Gobierno está recaudando más de lo previsto por la inflación. Aunque se mencione menos, sus costes también crecen por el mismo motivo. Pero aceptemos que queda una diferencia neta favorable al Estado (para un gobierno serio, sería una oportunidad para reducir el déficit fiscal, pero ya sabemos que para los keynesianos y socialistas siempre es mejor gastar). Supongamos que ese saldo a favor es de 20.000 millones de euros. La pregunta es cómo lograr el mayor impacto posible reduciendo los impuestos en ese importe.

Por ejemplo, con 20.000 millones de euros se podrían suprimir por completo las cotizaciones sociales por los mil primeros euros de sueldo a 2,5 millones de nuevos asalariados durante dos años. Es decir, se le podría decir a las empresas: los próximos trabajadores que contraten (que supongan un incremento neto de la plantilla) no pagarán cotizaciones sociales por los mil primeros euros de salario durante dos años. Como medida para alentar la creación de empleo parece potente. Empleos que ayudarían a mucha gente a salir del paro, lo que a su vez permitiría reducir el déficit fiscal (por el menor gasto público en prestaciones por desempleo y una mayor recaudación por IRPF e IVA gracias al gasto que realicen los nuevos asalariados).

Nuevas inversiones

Otra alternativa: en números gruesos, cada punto de rebaja del Impuesto sobre Sociedades costaría 1.000 millones al año. Por lo tanto, 20.000 millones dan de sobra para una rebaja permanente de cinco puntos porcentuales del tipo del impuesto. Eso permitiría compensar, al menos en parte, el mayor coste de financiar nuevos proyectos de inversión tras la subida de los tipos de interés. Como forma de alentar la inversión productiva, también parece potente. Una inversión que se traduciría en nuevos empleos que, a su vez, elevarían la recaudación por IVA, IRPF y las cotizaciones sociales.

¿Cómo cree el lector que estarían mejor las "familias"? ¿Con una rebaja del IVA que sería rápidamente compensada (por la propia inflación y la fijación de los precios libres)? ¿O suprimiendo (o rebajando fuertemente) por dos años las cotizaciones sociales a 2,5 millones de nuevos asalariados? ¿O en un entorno más atractivo para la inversión productiva?

Creo que la respuesta es evidente. La rebaja del IVA no sirve para combatir la inflación, no ayuda a mantener el empleo en un entorno económico cada vez más difícil, ni hace prácticamente nada por alentar la inversión productiva. Hablar de bajar los impuestos es un avance. Pero sería mucho mejor si se hiciera pensando en cómo tener una economía más competitiva, más que en un rédito político de cortísimo plazo.

Diego Barceló Larran, Director de Barceló & Asociados.

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