Recetas para frenar la irresistible ascensión de Podemos

La encuesta publicada por EL MUNDO el pasado domingo puso de manifiesto un hecho relevante: Podemos tiene todas las papeletas para convertirse en la tercera fuerza política española, desbancando con claridad a IU y acercándose peligrosamente al PSOE.

Desde el hundimiento de la UCD no se había producido un terremoto político de tal intensidad en el esquema de partidos en España. El liderazgo del PSOE en la izquierda, indiscutido desde las primeras elecciones tras la muerte de Franco, ahora está en cuestión. Y lo más increíble de todo es que el seísmo lo ha provocado una organización que aún no funciona como un partido y que nació ¡en diciembre de 2013!

Uno de los principales errores que han cometido los partidos clásicos -la casta, en la terminología de Podemos- ha sido subestimar la potencia del movimiento, ridiculizando a sus líderes. Frikies, el Coletas y su banda, y cosas por el estilo se han dicho de Podemos y de su líder, Pablo Iglesias, con un tono de superioridad que no ha hecho más que engrandecer su influencia entre la juventud.

Recetas para frenar la irresistible ascensión de PodemosEn lugar de analizar a qué se debe que más de un 21% de los españoles (según Sigma Dos) votaría hoy por una marca desconocida hace tan sólo un año y de preguntarse el porqué, la mayoría de los políticos, de izquierda y de derecha, se ha limitado a mirarles por encima del hombro.

Recibo en mi despacho a Juan Carlos Monedero, portavoz de Podemos, la figura más representativa del movimiento junto a Iglesias. Monedero es licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense, se doctoró en Heidelberg, pasó seis años en la Venezuela de Chávez y ha militado durante años en IU.

Le pregunto cómo se explica él la imparable ascensión de Podemos: «La primera razón está en la arrogancia de los partidos y los medios de comunicación. Nosotros estamos cerca de los jóvenes, sabemos lo que piensan... La cuestión es que tus hijos -me dice- me escuchan a mí y no a los dirigentes de los viejos partidos».

Un poco arrogantes, hay que reconocerlo, sí que hemos sido. Ninguno nos dimos cuenta de lo que estaba sucediendo. Pensamos que el 15-M, movilización ciudadana de la que Podemos es consecuencia política, se había disuelto como un azucarillo en un vaso de agua. No supimos apreciar que en la Puerta del Sol había nacido algo nuevo que no tenía nada que ver con lo que habíamos vivido en los últimos 35 años.

Como dice el propio Monedero en su libro Curso urgente de política para gente decente: «Las revoluciones sólo son posibles cuando han operado previamente cambios en las mentalidades».

El caldo de cultivo para Podemos estaba en ese cambio de mentalidad de los jóvenes -fundamentalmente universitarios- insatisfechos con un sistema de partidos que no garantizaba «ningún cambio esencial» con su alternancia en el poder.

El otro elemento sustancial para entender el auge de Podemos es la larga y profunda crisis económica. Una crisis que ha condenado a cientos de miles de jóvenes al paro y al subempleo y que, incluso, les ha expulsado del país.

Una crisis repartida de forma muy desigual. Con directivos que se embolsan indemnizaciones millonarias mientras sus empresas se hunden y recortan salarios. Con figuras relevantes del mundo empresarial y de la banca que son un ejemplo de codicia y delincuencia de guante blanco.

El tercer factor que ha hecho fuerte a Podemos, quizás el más importante, ha sido la corrupción. En un mismo momento, tenemos sobre la mesa el caso Gürtel, los ERE y el escándalo de la familia Pujol. Parece que no hay quien se salve.

La reacción de los partidos ante casos tan flagrantes de corrupción ha sido pusilánime, cuando no cómplice. «Unos se han cubierto a otros», esa es la sensación que tienen muchos ciudadanos.

Por eso, ha sido fácil para Podemos bautizar como casta a los líderes de los partidos, a los jueces, e incluso, a los medios de comunicación (alguno de los cuales han preferido mirar para otro lado).

Dice Monedero en el libro ya citado: «Hay que agitar el discurso como quien lanza un panal de avispas dentro de un confesionario».

¿Y sus propuestas? «Bueno, eso ahora es lo de menos». Le insisto a Monedero; resumo alguna de sus ideas: «Habría que hacer una quita de la deuda... Tal vez expropiar algunas empresas energéticas y bancos. Ir hacia un modelo como el de los países nórdicos, pero sabiendo que el capitalismo financiero ya no da más de sí».

Tampoco los bolcheviques tenían muy claro lo que querían hacer (de hecho dieron bandazos como la revisión de la NEP a los pocos años de tomar el poder), pero eso no importó. Hicieron la revolución porque capitalizaron el descontento prometiendo un paraíso que luego fue un infierno.

Claro que hay que desmontar sus propuestas. Claro que no se sostienen y que llevarían a España a la ruina. Pero con eso no se frenará a Podemos.

La única forma de evitar que se conviertan en un partido determinante es eliminar las causas que les han hecho fuertes.

Porque ellos no han logrado millones de votos por lo que proponen, sino por lo que critican.

Si no se produce, en serio, una profunda regeneración de la vida política, Podemos será cada vez más fuerte.

Si los partidos tradicionales no expulsan a los corruptos y los llevan ante los tribunales, Podemos será cada vez más fuerte.

Si las diferencias salariales continúan aumentando, si no hay un reparto justo de los sacrificios, si unos se lo llevan mientras a otros se les recorta, Podemos será cada vez más fuerte.

Si no escuchamos a los jóvenes, si no les damos voz, si despreciamos sus opiniones, Podemos será cada vez más fuerte.

Hace unos días, Pedro Sánchez, el valeroso líder del PSOE, me decía: «Para ganar al PP, tenemos que ganar a Podemos». Estoy totalmente de acuerdo.

Pero, para hacerlo, Sánchez debe hacer una revisión a fondo de los usos y costumbres de su partido. Debe ponerse a la cabeza de la regeneración, trabajar con una agenda ilusionante que atraiga a los que creen que la política es la solución y no el problema.

Lo que ha matado a IU no han sido sus propuestas, muchas de las cuales ha asumido sin complejos Podemos, sino el aparato. Cayo Lara no se ha dado cuenta de que las viejas prácticas del PCE ya no sirven.

Por eso, cuando le pregunto a Monedero por IU, su respuesta es: «¿Su futuro? Desaparecer o convertirse en un pequeño partido insignificante».

Si el PP no toma nota, pronto se encontrará con que sus votantes o son jubilados o están al borde de serlo.

Casimiro García-Abadillo, director de El Mundo.

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