Rechazar la capacidad de derrochar

Nuestros antepasados la predicaban. Nuestros padres nos la enseñaron. Occidente la está adoptando. Entonces, ¿por qué nosotros, los asiáticos, la estamos abandonando? Me refiero a la conciencia medioambiental: conservar el agua, apagar un televisor que nadie esté mirando, llamar al Ayuntamiento para que dispongamos en nuestro edificio de un recipiente para el reciclaje de la basura, no tirar de la cadena del retrete por la noche (siempre causa estupor).

El estilo de vida de quienes crecimos en India en el decenio de 1980 era muy diferente al actual. Un hogar típico apenas producía basura. Todo se usaba una y otra vez hasta que quedaba inservible. Viajábamos en trenes. Se nos regañaba si desperdiciábamos comida. Cuando mis padres visitaron EE.UU. por primera vez, no cesaron de comentar lo mucho que les escandalizaba el exceso que veían: desde el despilfarro de servilletas de papel y cubiertos de plástico en los restaurantes de comida rápida al uso de automóviles y electricidad de una familia media.

En aquella época, yo, joven india que acababa de trasladarse a Occidente, no quería que me relacionaran con unos padres pesados, que plegaban pacientemente el papel de envolver usado y lo almacenaban bajo su colchón, pero ahora se está produciendo un renacer de su mentalidad, así que el cambio climático pasa a ser de conocimiento general, y vuelvo a ser receptiva a la sensatez de su generación.

Tal vez fuera comprensible el alejamiento de aquella sensatez. Cuando el auge económico de India la ha transformado, de una rezagada mundial en una de las principales potencias en ascenso del mundo, la nueva generación de indios está triunfando por fin: en los negocios, la ciencia y la política. Las diásporas indias en EE.UU., Reino Unido y Asia sudoriental figuran entre las comunidades más ricas de esos países. Ya no queremos volver a utilizar las bolsas de plástico usadas. Ni siquiera queremos que se nos vea practicar la conservación. Ahora tenemos la capacidad para despilfarrar y queremos hacer ostentación de ella.

Se considera la conservación una señal de debilidad en esta época de riqueza económica en aumento. El deseo de reclamar un legítimo lugar propio bajo el sol –de compartir el planeta en plan de igualdad– es una fuerza impulsora de toda la región, desde el Asia sudoriental hasta Corea y China. ¿Por qué tendríamos que conservar? Occidente fue el primer responsable de toda la contaminación y el despilfarro. Ahora nos toca a nosotros arruinar el planeta y nadie debería detenernos.

Lamentablemente, mientras guardamos cola para la compra de nuestros BMW, las reglas del juego han cambiado. El nuevo estilo de vida ha dejado de ser sostenible. Es el fin para los automóviles que consumen demasiado combustible, los apartamentos acristalados que necesitan constantemente aire acondicionado, las lavadoras sedientas de agua y el despilfarro con los envases. En el 2050, la población de la Tierra superará los nueve mil millones y más de las dos terceras partes vivirán en zonas urbanas. No podemos sobrevivir al estilo de vida que deseamos.

Esta situación brinda una oportunidad para demostrar capacidad de dirección. La empresa Infosys está reformando todos los aspectos de los servicios de iluminación, refrigeración, agua y transporte que presta a sus más de 100.000 empleados para reducir sus costes al 10% de los actuales. El ejército indio está utilizando la cocina de vapor solar en Ladaj para guisar la comida de los 500 jawans (jóvenes reclutas) allí destacados y lo mismo está haciendo el templo de Shirdi Sai Baba en Maharashtra.

Pasando a otros lugares, en las cárceles de Ruanda se están utilizando las aguas residuales de sus 30.000 internos a fin de producir biogás para cocinar y mantillo para cultivar hortalizas. Sunlabob, empresa privada de Laos, está alquilando faroles solares a los habitantes de zonas rurales pobres, porque son más asequibles que las velas. Los Emiratos Árabes Unidos están dedicando una parte de los ingresos del petróleo a la construcción de Masdar, la primera ciudad del mundo sin emisiones de carbono y sin desperdicios. Singapur está utilizando Newater, agua residual potabilizada, y las escuelas británicas incluyen la sostenibilidad en su plan de estudios.

Pero algunos se están quedando rezagados a este respecto, los hogares asiáticos acomodados y algunos gobiernos. Según las previsiones, en cinco años los países en desarrollo emitirán más gases causantes del efecto invernadero que todos los países desarrollados. Podemos encogernos de hombros o aprovechar la oportunidad para recuperar nuestros antiguos valores y reflexionar sobre cómo vivimos.

Ya sea mediante viviendas con poco consumo de energía, plantando árboles, enseñando a los niños a respetar el medio ambiente, boicoteando las bombillas incandescentes o envolviendo los regalos en papel de periódicos, tenemos la oportunidad de dar ejemplo. También los gobiernos deben colaborar con sus homólogos de los países en desarrollo para aportar una dirección muy necesaria al debate sobre el cambio climático.

Asia debe saltar por encima de la fase insostenible del desarrollo. Ya tenemos una arraigada tradición de conservación. Si los asiáticos la recuperaran, pasarían a ser inspiradores de tendencias y convertirían la forma de vida asiática en un ejemplo para otros.

Malavika Jain Bambawale , investigadora en Lee Kuan Yew School of Public Policy (Singapore).

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