Reciprocidad y confianza entre la UE y China

En los últimos años, con el auge de China a nivel mundial, la relación de la UE con este país ha ido cambiando, y la actual crisis de la Covid-19 está afectando a ese cambio. Lo que era, en esencia, una relación bilateral centrada en la cooperación económica se ha convertido en una relación de dimensión mundial, en la que una estrecha cooperación convive con elementos de competencia, a veces declarada. En términos generales, la posición de la UE es ahora más realista y enérgica. Al mismo tiempo, también hemos intensificado la cooperación de la Unión con el resto de Asia, en particular con Japón, Corea del Sur y la India, entre otros países. Por su parte, China ha llevado a cabo una transformación realmente impresionante que está teniendo consecuencias geopolíticas.

La relación de la UE con China tiene tantas facetas distintas que nuestro enfoque no se puede limitar a un único prisma. Nuestra perspectiva estratégica para 2019, refrendada por todos los Estados miembros, subraya que China es al mismo tiempo un socio con el que Europa ha aproximado objetivos, un socio negociador con el que la UE necesita encontrar un equilibrio de intereses, un competidor económico en la consecución del liderazgo tecnológico y un rival sistémico en la promoción de modelos alternativos de gobernanza.

Es necesario integrar estos cuatro elementos para formular una política coherente. Nunca es sencillo desarrollar un enfoque conjunto de la UE en relación con las superpotencias, puesto que cada Estado miembro tiene sus propios puntos de vista y sus propias sensibilidades: el enfoque respecto de China no es ninguna excepción. Es más, en ocasiones China no tiene reparo en aprovecharse de estas diferencias, pero sin duda nos corresponde a nosotros, los europeos, mantener la disciplina colectiva necesaria. La unidad es un requisito previo para poder ejercer influencia, ya que, en solitario, ni siquiera el Estado miembro más grande puede influir en una superpotencia.

Los cambios en la relación entre Bruselas y Pekín han ido acelerándose desde que surgió el brote de Covid-19, y se han producido en varias fases. Al principio, cuando los hospitales chinos estaban colapsados, la UE ofreció un amplio apoyo sin mucha publicidad. Más adelante, cuando Europa se convirtió en el centro de la pandemia, China envió grandes cantidades de equipos sanitarios, y cuidó bien de que el mundo se enterara. Lo esencial es que todos demos muestras de apoyo mutuo y solidaridad internacional –y la Unión Europea siempre ha demostrado la firmeza de su compromiso–, pero evitando politizar la asistencia sanitaria de emergencia.

Decir que la crisis del coronavirus exige una respuesta mundial se ha convertido casi en una letanía, pero no por ello resulta menos cierta. Es evidente que necesitamos una respuesta multilateral que abarque todas las dimensiones de la crisis: limitar la propagación del virus, impulsar la investigación sobre tratamientos y vacunas, hacer frente a las consecuencias en los países en desarrollo y trabajar por la recuperación económica. Para todo ello contamos con que China desempeñe plenamente el papel que le corresponde, en consonancia con su importancia y sus responsabilidades a nivel mundial.

Por ejemplo, redunda en interés de todos ayudar a las poblaciones más vulnerables de África y de otras partes del mundo a afrontar la pandemia. La UE como tal, junto con el BEI, el BERD y los Estados miembros, ha movilizado un paquete de 20.000 millones de euros para ayudar a nuestros socios a hacer frente a la emergencia sanitaria y a las consecuencias a más largo plazo. Sabemos que será necesario un mayor esfuerzo, en particular un considerable alivio de la deuda, e instamos a China a que haga lo que le corresponde. Estoy deseoso de hallar la forma en que la UE y China podrían trabajar juntos en este sentido. Otra de las prioridades conjuntas más claras ha de ser asegurar una estrategia de recuperación ecológica, empleando los paquetes de rescate de emergencia para acelerar nuestra transición energética y sustentar nuestros compromisos en materia climática, al amparo del Acuerdo de París. Para reforzar nuestras defensas frente a futuras pandemias, también necesitamos una investigación científica exhaustiva acerca de los orígenes de la crisis.

En el plano bilateral, la conclusión satisfactoria de las prolongadas negociaciones en torno al acuerdo global de inversiones UE-China enviaría una importante señal de nuestro compromiso mutuo con una asociación económica basada en normas.

Tanto la UE como China afirman a menudo su compromiso con la promoción del multilateralismo y del sistema de Naciones Unidas. Esa enunciación común y esa postura común resultan esenciales, especialmente en una época en la que el sistema multilateral se ve abiertamente cuestionado. No obstante, también debemos ser conscientes de que nuestros enfoques respecto del multilateralismo difieren, por ejemplo en relación con la universalidad e indivisibilidad de los derechos humanos o con la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y las tensiones en el mar del Sur de China. En el ámbito cibernético, ambas partes hacen hincapié en la necesidad de contar con un enfoque multilateral, pero la postura china de centralidad del Estado contrasta con el planteamiento de la UE, basado en la participación múltiple y en el respeto de los derechos y libertades fundamentales. Y por lo que respecta a la Organización Mundial del Comercio, si bien a nivel formal China apoya firmemente y defiende la OMC en su forma actual, con su sistema de solución de diferencias, en la práctica se ha mostrado poco dispuesta a involucrarse en una reforma sustancial del organismo, que resulta claramente necesaria.

En lo que se refiere a Europa en sí, han de extraerse enseñanzas de la crisis, y algunas de ellas intervendrán en nuestras relaciones con nuestros socios internacionales, entre los que se encuentra China. Debemos evitar una excesiva dependencia en sectores estratégicos mediante el almacenamiento de reservas de materiales críticos. Asimismo, debemos acortar y diversificar nuestras cadenas de suministro.

Dado que la mejor base para la diplomacia son los principios claros, las palabras clave que la UE y China deben respetar son confianza, transparencia y reciprocidad. Debemos avanzar juntos, teniendo presente una evaluación realista de las intenciones estratégicas de China y de los intereses comunes de la Unión Europea.

Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores

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