Reconstruir la memoria hispánica

Las naciones que han sido algo en la historia se muestran orgullosas de su labor, la difunden y ello sirve para dar cohesión interna a sus ciudadanos, unidos por un común sentimiento de orgullo, y para generar en el exterior una imagen de prestigio, que es la que poseen países como Francia o Inglaterra, con indudables réditos morales y también económicos. Pero España, distinta en todo, nunca ha tratado de combatir la perversa imagen creada contra ella por la Leyenda Negra, sino que en los últimos tiempos ha renunciado incluso a difundir en sus aulas los logros hispánicos. La consecuencia es la desunión interior, con peligro de descomposición, y la negativa imagen exterior de España. Y eso, pese a que España posee títulos muy superiores a cualquier otra nación para sentirse orgullosa de su pasado. Sus contribuciones a la humanidad durante tres siglos no tienen competencia, pues el mundo hubiera sido distinto sin ellas, como vamos a ver.

En el siglo XVI, la geografía vigente fue desmesuradamente ampliada por España, que no solo descubre América, sino que descubre y explora de modo extenso el océano Pacífico, llegando hasta Australia y Alaska, y probablemente a la Antártida; convierte al mundo en esférico circunnavegándolo por primera vez, y a través de la ruta regular del Galeón de Manila por el Pacífico, hace del planeta un mundo global, intercambiando productos de cuatro continentes.

Y no solo fue el descubrimiento de América, sino su inclusión en el mundo occidental, cuando a punto estuvo de anticiparse la Flota del Tesoro del almirante chino Zeng He, que hubiera incorporado a América a la órbita asiática. Pero España romanizó América, e hizo algo más, pues Roma no tuvo excedente de gentes para mezclarse y España sí, creando con los nativos una raza nueva mestiza, la hispana, y toda una civilización, la Hispánica, con 600 millones de habitantes, casi una décima parte del planeta, conformando una de las grandes culturas del mundo occidental. Una cultura unida por inextinguibles lazos genéticos como el carácter y las costumbres, con una lengua común elevada al tercer lugar de los idiomas del planeta, y con aportaciones universales a la música, el arte o la literatura, la cual ha producido ya once premios Nobel y exhibido dos momentos estelares, el Siglo de Oro español y el realismo mágico hispanoamericano.

Pese al tan cacareado genocidio de los nativos americanos (que no fue sino mortandad inicial debido a la irrupción de los virus europeos), España logró la preservación a largo plazo de las razas indias. España no solo asumió la empresa colosal de su evangelización, haciendo del catolicismo una religión universal (otra de las grandes aportaciones españolas), sino que, con enorme coste humano y material, incorporó a los indígenas a la civilización occidental, capacitándolos en enseñanzas y oficios a través de instrumentos como las Misiones. En ello mucho tuvo que ver la Escuela de Salamanca, que contraviniendo la doctrina excluyente imperante entonces, declaró a todas las gentes personas, siendo el indudable embrión de los tan celebrados Derechos Humanos, que no tienen su origen en la Declaración de la ONU del siglo XX, sino en la Escuela de Salamanca del siglo XVI.

Esa doctrina inspiró las Leyes de Indias, generadas durante los tres siglos de presencia española en América. Hubo desde luego desaprensivos que las incumplieron, pero ellas proclamaron y consiguieron la libertad del indio americano, su condición de súbdito y nunca esclavo, su dignidad, la conservación de sus tierras y la remuneración justa de su trabajo. Gracias a esa conjunción de leyes y herramientas de educación y capacitación, cuando España sale de América hay tantos indios como a su llegada tres siglos antes, y en Estados Unidos solo se han salvado las razas indias al oeste del Misisipi, el área española, habiéndose extinguido al Este, la zona inglesa. Y a cambio de unas culturas prehispánicas tiránicas, teocráticas y demoledoras para el nativo, España pobló el continente americano de hospitales, colegios, universidades, templos, caminos y ciudades.

El descubrimiento de América por parte de España entrañó consecuencias decisivas sobre Europa. Dos productos, el maíz y la patata, por ser de ciclo corto, acabaron con las hambrunas europeas, y generaron una explosión demográfica que surtió de brazos a la revolución industrial, el germen del capitalismo. Y la plata americana (que era propiedad de los criollos americanos, y no del Estado español, quien no robó la plata, y solo retenía un impuesto del 20 por ciento), en buena parte invirtióse en América, y el resto, tras su llegada a Sevilla marchaba a Inglaterra y otras naciones europeas, donde se hallaban las fábricas que surtían a los criollos de productos manufacturados. Y esta plata americana inyectada en Europa lanzó su economía, proyectando a Europa a una hegemonía mundial que ha durado quinientos años.

Estas contribuciones, esenciales para la humanidad, constituyen la Memoria Hispánica, y figuran en uno de los llamados Paneles Hispánicos, exhibidos recientemente en el Parlamento Europeo de Estrasburgo. Once Paneles que contienen el conjunto de la obra hispana, y que deben recorrer las capitales de España y del mundo hispánico, incluido Estados Unidos, difundiendo esta obra y elevando a su paso el orgullo español e hispano.

Si se oculta a un individuo su memoria personal y familiar, o peor aún, se le engaña convenciéndole de la perversión de sus padres y ancestros, renegará de ellos y buscará otras raíces, quedando a merced de quien se las ofrezca. Ocultar o falsear el pasado de una nación, como ocurre con el mundo hispánico, es robarle su identidad, su alma, y no lleva a otra cosa que a la fragmentación y a la búsqueda de raíces postizas. Es hora ya de que los Estados español e hispanos se desprendan del venenoso lastre de la Leyenda Negra, que posee la dudosa cualidad de desunir, y arrinconando complejos dediquen recursos para difundir la verdad de la honrosa y magna Memoria Hispánica, que tiene la virtud de unir. Porque la unión y cohesión de España y de la Comunidad hispánica pasa ineludiblemente por la reconstrucción de esa Memoria.

Borja Cardelús es presidente de la Fundación Civilización Hispánica.

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