Recordar el pasado para no repetirlo

Cuando en los últimos días de la segunda Guerra Mundial se empezaron a liberar los campos de concentración -Majdanek el 23 de julio de 1944; Auschwitz el 27 de enero de 1945; Buchenwald y Bergen-Belsen los 11 y 15 de abril; Dachau y Ravensbrück el 29 de abril; Mauthausen el 5 de mayo; Theresienstadt el 8 de mayo; campos como Treblinka, Sobibor y Belzec nunca tuvieron esa suerte y sufrieron en 1943 su destrucción por los nazis y el exterminio de los judíos que aún en ellos quedaban- se destaparon los horrores de la segunda Guerra Mundial.

Discursos de odio y falsedad a los que hoy, por desgracia, aún asistimos durante actos públicos, en prensa, radio o televisión no sólo provocan de nuevo que salga a la luz el dolor por la muerte de los casi siete millones de seres humanos asesinados por aquellos a los que dichas manifestaciones querrían justificar, sino que se trata de empujar hacia el olvido y hacia las cunetas de la historia a los 7.000 hombres y mujeres que se encontraron aún vivos en Auschwitz, incluyendo los 180 niños que habían sido el objeto de experimentos llevados a cabo por los doctores de la muerte; los 60.000 hombres, mujeres y niños rescatados de Bergen-Belsen; los 13.000 cuerpos hallados sin enterrar o a las 10.000 personas que fallecieron en las semanas siguientes de tifus o malnutrición.

El 27 de enero de cada año se lleva a cabo lo que en hebreo llamamos zajor, recordar. ¿Por qué es importante recordar? Porque recordando las maldades del pasado es la mejor forma de evitar maldades en el futuro. No podemos devolver los muertos a la vida, pero podemos tratar de hacer que su muerte no haya sido en vano: Los que olvidan podrían repetir. Los que recuerdan saben que se puede encontrar otra vía.

Cuando la vileza de algunos individuos, que solo pretenden llamar la atención hacia ellos con la complicidad de organizaciones, países y algunos medios, les conduce para ello a hacer declaraciones negacionistas y revisionistas o a llevar a cabo actos antisemitas, los que les prestan su oído, les aplauden y halagan contribuyen a colocar una pincelada más de sangre en el lienzo, ya sangriento, de la historia del hombre.

El capítulo criminal del tercer Reich ha sido juzgado y condenado; eso no tiene vuelta de hoja. Hoy estamos obligados a recordar.

La solución final que algunos tratan de justificar, o aún peor, de banalizar o de cuestionar y que se plasmó en un racismo organizado desde el Estado y que condujo a legislaciones antisemitas, boicots y una supuesta arianización, hasta llegar finalmente a los pogromos de la noche de los cristales rotos y a actividades orientadas a eliminar a los judíos de la sociedad alemana, se convirtió en un plan integral para concentrar y finalmente aniquilar a los judíos europeos. Esta es la única verdad y por mucho que algunos la nieguen, la verdad es solo y será siempre solo una.

La Shoah fue mucho más que una maquinaria perfectamente engrasada de asesinar: fue perfeccionándose con el tiempo y con la complicidad e iniciativa de políticos, gentes de ley, del orden militar y social, hasta configurarse como bandera de orgullo nacional: venimos a acabar con los judíos, no sólo a expulsarlos como se hizo tantas veces y en tantas partes del Viejo Continente a lo largo de los siglos.

El judío se convirtió de ser humano en plaga, cuya única vacuna protectora era su eliminación física y moral: su nombre y su memoria debían desaparecer en una solución final. Absoluta y total, sin margen de compasión.

El antisemitismo está prohibido y sancionado en el Código Penal, sin embargo perseguirlo y combatirlo hasta su erradicación está muy lejos de ser una realidad en nuestro país. El antisemitismo se vierte brutalmente en redes sociales y en determinadas manifestaciones en las que se ha podido incluso arengar a manifestantes en Madrid señalando «el judío es el culpable», al más puro estilo hitleriano.

También es antisemitismo la práctica de algunos ayuntamientos y entidades públicas, alentadas desde la extrema izquierda, de apoyar la campaña, que en algunos países europeos, como España, es declarada por la justicia penalmente ilícita, de llamar al «Boicot, Desinversiones y Sanciones» hacia el Estado de Israel y a toda empresa, evento, artista o deportista que mantenga una relación con este país, a quien se le acusa de malignidad y se pide su desaparición.

La Comisión Europea, con la presidenta Von der Leyen a la cabeza, aprobó en 2021 su Estrategia de lucha contra el antisemitismo para el período 2021-2030, que reposa sobre tres fundamentos: Prevención y lucha contra toda forma de antisemitismo; Protección y apoyo a la vida judía en la UE; Pedagogía, investigación y memoria del Holocausto.

La Federación de Comunidades Judías de España, miembro de derecho del Grupo de Trabajo para la Implementación de la Estrategia de la Unión Europea, ha impulsado en España acciones tales como la adopción por entidades públicas y organizaciones privadas de la definición de antisemitismo de la International Holocaust Remembrance Alliance (IHRA) suscrita por la Unión Europea, más de 30 países y más de 200 organizaciones privadas, que tras ser adoptada en nuestro país con la firma de la vicepresidenta Carmen Calvo no ha dado lugar a ningún avance más. En nuestro país no hay política diseñada, ni programas. La actuación en delitos de odio es muy deficiente y casi no figura en estadísticas. España va con retraso en cumplir el mandato de la UE reclamado en 2021.

Nuestra Federación también propone y apoya constantemente la implementación de programas educativos por entidades centrales, autonómicas y políticas, la inclusión del estudio de la cultura judía en España y del Holocausto en los currículos escolares como herramienta para incrementar el conocimiento, contrarrestar la desinformación y el antisemitismo y fomentar el recuerdo de horrores de la humanidad que nunca deberían repetirse.

Finalmente, aplaudir que la Asamblea General de la ONU haya aprobado el pasado 20 de enero, el mismo día en que se cumplían 80 años de la Conferencia de Wansee donde se decidió la solución final que supuso el asesinato de más de seis millones de judíos en Europa, una resolución que condena la negación y distorsión del Holocausto.

La Federación de Comunidades de España pide, para evitar que se repitan calamidades como fue la Shoah, que en nuestro país se adopte, sin fisuras, un plan de Acción Integral que dé cumplimiento y sea congruente con la estrategia de lucha contra el antisemitismo de la Unión Europea.

Maxo Benalal es secretario general de la Federación de Comunidades Judías de España.

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