Recuperación: pronóstico reservado

El presidente Mariano Rajoy declaró el jueves pasado ante un numeroso grupo de grandes empresarios que “en muchos aspectos, la crisis es ya historia del pasado y estas Navidades van a ser las primeras de la recuperación”. Posiblemente le pudo más el deseo que la realidad. El sábado, en su discurso en La Granja (Segovia) ante la dirección del Partido popular, moderó su tono y no habló de que la crisis sea ya historia, aun cuando mantuvo el tono esperanzador.

Es humano que el presidente intente vender la buena nueva de la recuperación. Y más, cuando está a pocos meses de unas elecciones generales. Pero un exceso de optimismo en ver el fin de la crisis puede ser tan contraproducente para Rajoy como fue la resistencia de Zapatero en ver el comienzo.

La crisis no se podrá dar por finalizada mientras la recuperación no sea percibida por las familias. Para ellas, la percepción es la realidad. Ya lo dice el llamado teorema de Thomas: “Lo que se percibe como real tiene consecuencias reales”. Y hoy por hoy, a pesar de los buenos deseos del presidente, “en las nóminas de muchos españoles y en el interior de los hogares” aún no se percibe ese fin de la crisis.

Pero, al menos, ¿podemos hablar de que estas serán las primeras Navidades de la recuperación? Es cierto, algo comienza a verse, como dijo Rajoy, “en los mostradores de los pequeños negocios o en los pedidos de los proveedores, en las barras de las cafeterías o en las mesas de los restaurantes”. De momento es una cuestión de volumen más que de mejora de márgenes. Pero, al menos, es una señal esperanzadora.

La cuestión fundamental es ver si esta recuperación de la actividad es sostenible en el año 2015 y siguientes y rebosa hacia los hogares. Para responder, puede ser útil utilizar el símil de la economía como un avión con tres motores.

El motor principal es el consumo y la inversión privada. Representa poco más que la mitad de la potencia de vuelo. Se gripó en el 2008. Consecuencia de la necesidad de dejar de consumir e invertir para ahorrar y reducir el elevado endeudamiento. Y de la sequía de crédito bancario. La economía puso el morro hacia la recesión. Cuando comenzaba a levantar el vuelo, en el 2010 se gripó de nuevo por la política de recortes, reducciones salariales y subidas de impuestos. Volvió a meter el morro en una segunda recesión que duró tres años. A lo largo del 2014 el consumo está empujando la recuperación. Ahora sería importante que la inversión de las empresas tomara el relevo. Las condiciones son favorables. Las reducciones de salarios y de impuestos han generado excedentes de liquidez empresariales que permiten un nuevo ciclo inversor. El presidente Rajoy tendría que haber pedido este compromiso, en vez de que se utilice esa liquidez en nuevos ERE, aumentos de dividendos o devoluciones de capital.

El segundo motor es el sector público. Representa poco menos que un cuarto de la potencia del avión. Fue desactivado en el 2010 con la política europea de austeridad y recortes de gastos. En el 2015 se verá favorecido por la nueva política monetaria más laxa del Banco Central Europeo y por una política fiscal que por primera vez será ligeramente expansiva.

El tercer motor son las exportaciones. Afortunadamente, funcionó bien antes y durante toda la crisis. Detrás de ese buen comportamiento hay un modelo de crecimiento sostenible, aun cuando hay que fortalecerlo. En el 2015 se verá beneficiado por la nueva política monetaria laxa del BCE y la devaluación del euro.

El riesgo ahora viene de la economía europea. Está estancada, en riesgo de entrar en una tercera recesión y flirteando con la deflación. Si ocurriese, el problema de la deuda española sería grave. Por tanto, estamos ante una recuperación con pronóstico reservado. El viento que viene de Europa es frío, y puede llegar a ser gélido.

¿Qué hacer? Tres cosas. Primero, rezar para que los malos augurios europeos no se confirmen. Segundo, políticas que hagan que el vaso de la recuperación rebose hacia las familias y se pueda mantener la mejora del consumo interior que tira del motor principal. En este sentido, los presupuestos públicos, tanto del Estado como de la Generalitat, serán instrumentos importantes. Tercero, políticas que fuercen el impulso inversor de las empresas y reformas que reduzcan los excesivos márgenes que existen un muchas actividades concesionales y oligopolísticas. De esa forma se lograrán reducciones de precios que beneficien el ingreso real de los hogares y la competitividad.

Es el momento de remar juntos y de forma solidaria. Hay que procurar que con los beneficios de la recuperación no suceda lo mismo que con los costes de la crisis, que fueron repartidos de forma ineficiente, injusta e insolidaria.

Antón Costas, catedrático de Economía de la Universitat de Barcelona.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *