Referéndum en Montenegro

Por Mira Milosecich, profesora e investigadora del Instituto Universitario Ortega y Gasset (ABC, 21/05/06):

HOY se celebra un referéndum en Montenegro, una de las repúblicas que actualmente forman parte de Serbia y Montenegro, el último Estado sucesor de la antigua Yugoslavia. A la población se le planteará la siguiente pregunta: «¿Quiere usted que Montenegro sea un Estado independiente con plena soberanía nacional?». De acuerdo con la ley aprobada y a sugerencias de la Unión Europea, el plebiscito será válido si la opción separatista obtiene más del 55 por ciento de los sufragios y si participa al menos la mitad -más uno- de los 484.718 votantes inscritos. De triunfar el «no», la consulta se repetirá en tres años. Las encuestas realizadas hasta ahora dan una victoria del 55,9 por ciento para los separatistas. Si gana el «sí», Montenegro se convertirá en un Estado independiente, con su tamaño de 13.812 kilómetros cuadrados y sus 650.575 habitantes. Esta noche lo sabremos.

El referéndum de Montenegro se celebra en un momento especialmente delicado para Serbia y para la región: la Unión Europea ha interrumpido sus conversaciones sobre el Pacto de Estabilidad y Asociación, por el hecho de que Serbia y Montenegro todavía no ha entregado al criminal de guerra Ratko Mladic al Tribunal Penal de La Haya. Las negociaciones sobre el futuro estatuto de Kosovo están en marcha, y todo apunta a que prevalecerá la solución diplomática que proponen los Estados Unidos: la independencia. Mientras tanto, el Parlamento de la vecina Bosnia-Herzegovina, después de una semana de discusiones, y a pesar de las presiones de las diplomacias norteamericana y europea, ha rechazado las enmiendas para el cambio de la Constitución, que suponían una mayor centralización del Estado.

El principal objetivo de las enmiendas era adaptar la Constitución bosnia a la rectificación de los Acuerdos de Dayton, firmados en noviembre del año pasado en su décimo aniversario. La centralización del Estado bosnio es necesaria porque las dos entidades que lo forman (Federación Croato-Bosnia y República Serbia) funcionan como dos Estados independientes (es el caso de Serbia y Montenegro). El rechazo de las enmiendas significa que la integración de Bosnia-Herzegovina en la Unión Europa está aún más lejos, pero -lo que es más peligroso para la estabilidad de la región- también revela que los apetitos nacionalistas que provocaron la sangrienta guerra en los años noventa aún permanecen intactos. Si Montenegro se independiza de Serbia no nos puede sorprender que la República Serbia de Bosnia exija unirse a ella.

En este caso, los croatas no tardarían en pedir lo mismo con su respectiva república, y los musulmanes de Sandzak (sur de Serbia) intentarían cumplir lo que buscan desde 1992, unirse a los musulmanes de Bosnia. Éste sería el escenario en el peor de los casos. Sin embargo, hay que reconocer que los antiguos yugoslavos han dejado de solucionar sus problemas a través de la guerra. Organizar un referéndum, con el compromiso de ambas partes de que aceptarán el resultado de las urnas, sea cual sea, es toda una novedad. La organización de esta consulta popular perjudica claramente la estabilidad de la zona y refleja que la diplomacia europea es impotente para frenar la balcanización completa de la región. Sin embargo, las consecuencias del referéndum transcienden las fronteras de los Balcanes, pues rompe con el tabú político del derecho de autodeterminación, y esto, obviamente, enardecerá a ciertos líderes de los irredentismos occidentales. Ibarretxe ya había declarado que España debe tomar ejemplo de Serbia y Montenegro y aprender que las pequeñas naciones tienen un inalienable derecho de autodeterminación. Sin embargo, el portavoz de Batasuna, Arnaldo Otegi, va más allá cuando afirma que el referéndum montenegrino es la prueba de que es «una gran mentira» el argumento de que Europa jamás permitirá un ejercicio dirigido a crear un nuevo Estado dentro de la Unión Europea. Es evidente que los nacionalistas catalanes y vascos son insaciables (como lo son todos los nacionalistas en general), pero se equivocan cuando equiparan el caso de Serbia y Montenegro con el de España.

En primer lugar, Serbia y Montenegro no es un Estado miembro de la UE, y precisamente hasta ahora la Unión condicionaba su integración en Europa a cambio de que Montenegro renunciara a sus apetitos secesionistas. La Constitución de Serbia y Montenegro (2002) establece el derecho de ambas repúblicas a promover un referéndum para cambiar su estatuto (artículo 60). La Constitución española, afortunadamente, carece de un artículo semejante. El referéndum de Montenegro forma parte del proceso de balcanización que comenzó en los años noventa y es la consecuencia «natural» de las guerras que ha padecido la Yugoslavia comunista. Es el ejemplo perfecto de la política entendida como la guerra con otros medios.

Las declaraciones de Otegi reflejan lo que los irredentistas en España siempre han intentado provocar: su desintegración. Si el proceso de balcanización de los últimos quince años en Yugoslavia y la impotencia de la Unión Europea han dado alas a los separatistas montenegrinos, la debilidad del Gobierno socialista y su continua predisposición a negociar con los nacionalistas (y con los terroristas) para mantenerse en el poder pueden crear a largo plazo (y no tan largo) las mismas condiciones que hoy disfrutan los montenegrinos. Se ha demostrado que los yugoslavos no supieron conservar su propio Estado y que nadie pudo hacerlo por ellos. Así que la cuestión clave es saber si los españoles y su actual Gobierno quieren conservar su Estado, y no si la Unión Europea quiere y puede impedir la desintegración de éste.