Reflexiones en el 50 aniversario del Tratado de Roma

Si los Padres Fundadores contemplaran hoy lo conseguido por la Unión Europea en sus primeros 50 años de existencia seguro que estarían satisfechos. El camino recorrido ha seguido lo señalado en la Declaración de Schuman (1950): «Europa no se hará de una sola vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas que creen en primer lugar una solidaridad de hecho». Han sido los Tratados de Roma, el Acta Única, el Tratado de Maastricht, el de Ámsterdam y el de Niza, los que han impulsado la construcción europea.

La Unión Europea es una Europa de valores y de resultados. Las ideas de paz y libertad y la reconciliación entre los enemigos de antaño fueron el primer objetivo de los Padres Fundadores. Recordemos también las palabras de Churchill en Zurich en 1946: «Nunca más la guerra entre nosotros». Los ciudadanos europeos han manifestado en un reciente eurobarómetro que los tres primeros valores que representa la UE son los derechos humanos, la democracia y la paz. Preservar y potenciar estos valores debe ser un objetivo prioritario de la Unión.

En cuanto a resultados hay que decir que la UE es la historia de un éxito. En sus 50 años de existencia han prevalecido la paz, la prosperidad y la solidaridad tanto entre los países miembros (la política de cohesión económica y social) como frente al resto del mundo (la Unión Europea es el principal donante del mundo); se ha avanzado en la creación del mercado único a través del desarrollo de las 4 libertades fundamentales plasmadas en el Tratado de Roma (libertad de mercancías, de servicios, de trabajadores y de capitales) aunque todavía queda bastante recorrido para concluir el mercado interior; se ha creado la moneda única adoptada ya por 13 países; se ha pasado de 6 países fundadores a 27 en la actualidad, con lo que ello representa tanto desde el punto de vista político (reunificación del continente europeo) como de potencia económica y se ha abierto una perspectiva para otros países europeos a través de los Acuerdos de Asociación y la Política de Vecindad. Sin embargo hay que reconocer que todo el potencial de la Unión Europea no se ha traducido, hasta el momento, en el peso que le corresponde para influir en las grandes decisiones en la esfera internacional.

Han transcurrido más de seis años desde la firma en Niza de la última modificación del Tratado. Durante este tiempo dos hechos relevantes han tenido lugar en la UE. Uno positivo, la ampliación. Otro negativo, la no entrada en vigor el 1 de noviembre de 2006, como estaba previsto, del Tratado por el que se establece una Constitución para Europa al no haber depositado los instrumentos de ratificación 9 de los Estados miembros. El resultado negativo de los referéndum en Francia y Holanda en la primavera de 2005 ha supuesto una parálisis importante en cuanto al funcionamiento más eficaz y democrático de la Unión y ha sido un frenazo en la construcción europea cuyas consecuencias no pueden ser sino negativas. No hay que olvidar que la UE se enfrenta a retos muy importantes como son la globalización, el desarrollo sostenible, la inmigración, el crimen organizado y el terrorismo por citar algunos. Un solo país no puede hacer frente a estos desafíos, se necesita la cooperación de todos y la adopción del método comunitario, es decir, el monopolio de la iniciativa legislativa de la Comisión, el voto mayoritario en el Consejo de Ministros y la codecisión con el Parlamento. El nuevo Tratado avanza en la buena dirección (aunque yo diría que de modo insuficiente) para dar respuesta a todos estos retos.

Otra consecuencia negativa de la no ratificación del nuevo Tratado es que no permite avanzar como sería deseable para hacer frente a las preocupaciones de los ciudadanos europeos.

Un reciente eurobarómetro pone de manifiesto sus cinco principales preocupaciones: el paro, la inseguridad, la situación económica, la salud y la inmigración.

¿Cómo puede la UE dar respuesta a las mismas? Me referiré específicamente a dos: la inseguridad y la inmigración. Ambas están dentro del espacio de libertad, justicia y seguridad.

Actualmente la UE no dispone de los instrumentos necesarios para llevar a cabo una política eficaz en estas materias. El método intergubernamental prevalece, así como la necesidad de tomar las decisiones por unanimidad. Por el contrario el nuevo Tratado establece un Título único donde están recogidas todas estas políticas que pasan a ser políticas de la Unión y a ser regidas por el método comunitario aplicándose para su aprobación legislativa la codecisión y la mayoría cualificada. El hecho de que se reconozca la competencia del Tribunal de Justicia es la máxima garantía jurídica.

Con el nuevo Tratado se avanza pues de manera sustancial en todo lo relativo al control de fronteras, al asilo, a los visados, a la inmigración (problema fundamental del siglo XXI) así como en lo relativo a la cooperación policial y judicial en materia penal. La lucha contra el terrorismo y el crimen organizado debe hacerse a través de una fuerte cooperación entre todos los países. La Unión Europea debe dotarse de los instrumentos adecuados para ello.

El tiempo que transcurra hasta que las competencias en el denominado espacio de libertad, seguridad y justicia pasen a la Unión, se aplique a ellas el método comunitario, se adopte el proyecto de codecisión para la aprobación de las leyes comunitarias y se pase de la unanimidad a la mayoría cualificada en el Consejo, todo ello con las garantías últimas del Tribunal de Justicia, será tiempo perdido. La Unión será menos segura y no podrá sorprendernos que los ciudadanos europeos reflejen menos entusiasmo por los asuntos europeos. La participación en las elecciones al Parlamento Europeo en 2009 puede ser un nuevo test negativo.

Si tuviera que resumir en pocas palabras qué habría que hacer ahora, yo diría lo siguiente:
1.- Potenciar la Europa de los valores y de la solidaridad, incluidos los supuestos de ataque terrorista o de catástrofes naturales, mejorando la respuesta de reacción rápida en tales casos.
2.- Contar más con los ciudadanos europeos y poner los medios adecuados para hacer frente a sus preocupaciones. El reconocimiento de la iniciativa legislativa ciudadana podría ser un método adecuado e involucrar cada vez más a las organizaciones sociales y a los medios de comunicación en los temas europeos.
3.- Más políticas comunes. Los casos de la energía y la inmigración que contempla el nuevo Tratado son dos claros ejemplos que no pueden resolverse a escala nacional sino comunitaria. Asimismo, habría que tener en cuenta que un 75 por ciento de los ciudadanos está a favor de una política de seguridad y de defensa común y un 68 por ciento a favor de una política exterior común. El cambio climático y la preservación del medio ambiente a nivel mundial son también problemas sobre los que la Unión debe tomar iniciativas.
4.- Alcanzar un mayor equilibrio entre la parte económica y la monetaria de la Unión y una armonización mínima en la zona Euro sobre todo en impuesto de sociedades con una base imponible común.
5.- Más método comunitario frente al intergubernamental para lograr el bien común del conjunto, condición necesaria para resolver los problemas que nos son comunes y recordar los tres principios básicos que siempre menciona Jacques Delors: la competencia, la cooperación y la solidaridad.
6.- Mayor aplicación de decisiones por mayoría cualificada frente a la unanimidad que debería ser residual.
7.- Desarrollar los ritmos diferenciados de integración permitiendo a algunos Estados avanzar más deprisa como de hecho ya sucede en Schengen y con el euro.
8.- Una arquitectura institucional operativa. Un presidente estable del Consejo Europeo; un ministro de Asuntos Exteriores, vicepresidente de la Comisión y presidente del Consejo de Asuntos Exteriores; un Consejo de Asuntos Generales que coordine con eficacia la actuación de los Consejos.

En gran medida lo señalado más arriba tiene su respuesta en el Tratado Constitucional. Cuando se oyen voces cualificadas partidarias de un nuevo texto de mínimos, los europeos convencidos de que lo que se necesita es mas Europa, no podemos dejar de sentir un cierto escalofrío. No podemos entrar en el túnel del tiempo. Los Padres Fundadores nos están observando. No los defraudemos.

Marcelino Oreja Aguirre, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.