Reflexiones sobre el logro de los objetivos mundiales de educación

A lo largo de mi vida, he evidenciado el poder de la educación. He sido testigo de cómo una educación de calidad para todos puede apoyar la creación de economías dinámicas y ayudar a mantener la paz, prosperidad y estabilidad. También he observado cómo la educación inculca en las personas, de manera individual y sin importar sus circunstancias, un fuerte sentido de identidad, así como confianza sobre su lugar en el mundo y sus perspectivas futuras.

Pero también he visto lo que sucede cuando se priva a los jóvenes y a sus comunidades de la educación – y, consecuentemente se les quita el optimismo que la educación genera. En mi país, Nigeria, el grupo militante islamista Boko Haram retira deliberadamente a los jóvenes, especialmente a las mujeres jóvenes, de los establecimientos de educación para diseñar una generación perdida. Las consecuencias son múltiples: pérdida de dignidad, exclusión, deterioro de la salud, pobreza y estancamiento del crecimiento económico, y negación de derechos.

Sabemos que cada año adicional de escolaridad eleva el crecimiento anual promedio del PIB en 0.37%, a la par de que aumenta las ganancias de un persona individual hasta en un 10%. Si todas las niñas de todo el mundo recibieran 12 años de educación de calidad, los ingresos de por vida para las mujeres podrían duplicarse, alcanzando los 30 millones de millones de dólares. Y, si todas las jóvenes y los jóvenes completaran la educación secundaria, se podría sacar de la pobreza a 420 millones de personas. Según un informe del Banco Mundial del año 2018, la educación secundaria universal podría incluso eliminar el matrimonio infantil.

En el mundo profundamente interconectado de hoy, los beneficios de los sistemas educativos sólidos e inclusivos se extienden aún más. La educación les brinda a las personas el conocimiento que necesitan para reconocer la importancia de salvaguardar los recursos finitos del planeta, apreciar la diversidad y resistir la intolerancia, así como también para actuar como ciudadanos globales informados.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas que fueron creados en el año 2000 para guiar el desarrollo mundial durante los siguientes 15 años, dieron un nuevo impulso a los esfuerzos en pos de garantizar la educación para todos. Desde el año 2000 al 2015, la matriculación en la escuela primaria en el mundo en desarrollo aumentó del 83% al 91%, reduciendo la cantidad de niños en edad escolar que no asisten a la escuela primaria de 100 millones a 57 millones. Además, desde el año 1990 al 2015, la tasa mundial de alfabetización en el grupo etario entre 15 a 24 años aumentó del 83% al 91%, disminuyendo, también, de manera sustancial la brecha entre hombres y mujeres.

Sin embargo, queda mucho por hacer. A nivel mundial, al menos 263 millones de niños no asistían a la escuela en el año 2016. Esta cifra incluye a la mitad de todos los niños con discapacidades en los países en desarrollo. Además, la mitad de todos los niños en edad preescolar (que son los años más cruciales para su desarrollo cognitivo) no están matriculados en educación infantil temprana.

La situación se deteriora aún más en las zonas de conflicto, donde las niñas tienen casi dos veces y media más probabilidades de no asistir a la escuela que sus pares en países con estabilidad. Y, esto no cubre a los aproximadamente 617 millones de niños y adolescentes en edad para asistir a educación primaria y secundaria – cantidad que representa el 58% de quienes forman dicho grupo etario – que no están alcanzando la aptitud mínima en lectura y matemáticas.

Para ayudar a cerrar estas brechas, el sucesor de los ODM, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), también enfatizan la educación. El objetivo de desarrollo sostenible 4 (ODS4) sobre la educación mundial compromete al mundo a garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos, esencialmente para aprovechar el poder de la educación con el propósito de desbloquear el potencial de cada persona. A pesar de la magnitud del desafío y las diversas barreras que pueden restringir e interrumpir el aprendizaje, sabemos lo que conllevaría una estrategia efectiva.

Primero, para ser una verdadera fuerza de cambio, la educación misma debe transformarse en respuesta a las realidades de la globalización acelerada, el cambio climático y los cambios en el mercado laboral. Si bien las tecnologías avanzadas (como por ejemplo: la inteligencia artificial, la computación en la nube y la cadena de bloques) plantean nuevos desafíos, ellas pueden desempeñar un papel en la mejora de los resultados educativos. Las habilidades digitales deben formar parte de cualquier plan de estudios; y, de manera activa se debe ir en la búsqueda de nuevas alianzas con el sector tecnológico – alianzas, que a su vez, pueden proporcionar información valiosa sobre estos temas.

En segundo lugar, es esencial un enfoque inclusivo y de por vida, centrado en llegar a las poblaciones más marginadas y vulnerables. Como muestra el informe de UNICEF denominado Report Card n.° 15 de Innocenti, esto no significa sacrificar altos estándares. De hecho, como señala el mencionado informe, los niños de todos los orígenes tienden a tener mejores desempeños cuando se encuentran en un entorno escolar más integrado socialmente. Un enfoque tan inclusivo requerirá compartir las mejores prácticas e invertir en lo que se ha demostrado que funciona. Entre tanto, los asociados para el desarrollo deben brindar apoyo a largo plazo que enfatice el desarrollo de capacidades e instituciones, así como también equilibre los imperativos humanitarios, económicos y de seguridad.

Sin embargo, para que los sistemas y servicios educativos sean verdaderamente inclusivos, es necesario que dichos sistemas y servicios también no deben dejar a nadie atrás, como por ejemplo a los refugiados. El más reciente Informe de Monitoreo Global de la Educación de la UNESCO estima que los refugiados han perdido 1,5 mil millones de días escolares desde el año 2016. Si bien ocho de los diez principales países anfitriones (incluidos entre ellos varios países de ingresos bajos y medios) han soportado costos considerables, a pesar del estrés al que someten a sus sistemas educativos para garantizar que los refugiados asistan a la escuela junto con los nacionales, la mayoría de los países excluyen a los refugiados de los sistemas educativos nacionales o los asignan a instalaciones separadas. Esto refuerza la desventaja y dificulta la integración social. Los dos pactos globales sin precedentes sobre migración y refugiados adoptados por los Estados miembros de la ONU en diciembre pasado señalan el camino para enfrentar este desafío.

Lograr la transformación educativa necesaria requerirá mucho más financiamiento del que se ofrece actualmente. En su forma actual, la brecha de financiamiento anual global para la educación asciende a casi 40 mil millones de dólares. Cerrar esta brecha requerirá no sólo un aumento del financiamiento interno, sino también un compromiso renovado de los donantes internacionales.

Toda persona tiene derecho a recibir educación. Mantener este derecho – y lograr el objetivo de desarrollo sostenible (ODS4) sobre la educación – requerirá de estrategias bien diseñadas, junto con un compromiso prolongado con respecto a la implementación y cooperación efectiva entre todas las partes interesadas pertinentes. La ONU y sus agencias continuarán apoyando tales acciones, a la par de que nos esforcemos para garantizar que nadie se quede atrás.

Amina J. Mohammed, former Minister of Environment for Nigeria, is Deputy Secretary-General of the United Nations and Co-Chair of the Sustainable Development Solutions Network's Leadership Council. Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

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