Refugiados y pobreza rural

Los expertos en desarrollo y responsables de las políticas se centran, comprensiblemente, en la migración hacia las áreas urbanas y la necesidad de una urbanización sostenible. Pero no deben perder de vista los tremendos cambios que tienen lugar en las zonas rurales, con demasiada frecuencia ignorados.

Mientras que la creciente demanda de alimentos —impulsada por el aumento de la población y el ingreso— genera oportunidades para los habitantes de las zonas rurales, el hambre y la pobreza siguen concentrados en las regiones rurales de los países en vías de desarrollo. A menos que el desarrollo de las áreas rurales reciba más atención, los jóvenes continuarán abandonando las áreas rurales y la agricultura en busca de mejores condiciones de vida en la ciudad o en suelo extranjero.

El año pasado en la Asamblea General de las Naciones Unidas, los líderes del mundo adoptaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que incluyen el compromiso de "no dejar a nadie atrás". Este año, en que la cantidad de personas desplazadas por la fuerza ha alcanzado su máximo histórico, la ONU llevará a cabo una cumbre el 19 de septiembre para discutir esta cuestión.

Pero ningún esfuerzo por ocuparse de los problemas que rodean al aumento mundial de inmigrantes y refugiados tendrá éxito a menos que se ocupe específicamente de las dificultades de los pobres en las zonas rurales del mundo.

Según el Banco Mundial, en 1990 el 37 % de las personas en las regiones en vías de desarrollo vivía con menos de 1,90 USD por día. Para 2012, ese indicador era del 12,7 %. Esto significa que más de 1000 millones de personas salieron de la pobreza extrema. Sin embargo, la desigualdad entre las zonas rurales y urbanas ha aumentado. Actualmente, tres cuartas partes de las personas más pobres y hambrientas del mundo viven en zonas rurales.

Las pequeñas granjas sostienen a 2500 millones de personas en el mundo y representan hasta el 80 % de los alimentos producidos en Asia y el África subsahariana. Pero la mayoría de los pequeños granjeros aún trabaja sin muchas de las condiciones básicas necesarias para que sus empresas crezcan y poder invertir en sus comunidades, como el financiamiento, la infraestructura, el acceso a los mercados, la tenencia segura de la tierra y los derechos a los recursos.

Esto implica que los esfuerzos para transformar las zonas rurales deben orientarse a esos factores institucionales (además de mejorar la igualdad de género y salvaguardar el imperio de la ley), al tiempo que introducen nuevas tecnologías en las comunidades locales. Lo más importante es que las propias personas que viven en las zonas rurales deben participar, no sólo como partes interesadas o beneficiarios de la asistencia, sino como socios.

Dos nuevos estudios brindan importantes perspectivas sobre el desafío de la reducción de la pobreza, el hambre y la desigualdad en todo el mundo. El Informe sobre Desarrollo Rural del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), que será presentado el 14 de septiembre, compila nuevas investigaciones para los responsables de las políticas y otras personas que trabajan para erradicar la pobreza. Pensadores líderes analizaron los esfuerzos para el desarrollo rural en más de 60 países en desarrollo y obtuvieron conclusiones sobre qué funciona y qué no.

Uno de los principales descubrimientos es que el desarrollo centrado específicamente las comunidades locales tiene un gran impacto positivo sobre el ingreso, la seguridad y los alimentos y la nutrición. Y estas mejoras en la calidad de vida se traducen entonces en mejor educación, atención sanitaria y otros servicios críticos. Al mismo tiempo, estos beneficios no han sido distribuidos de manera equitativa y el África subsahariana ha logrado mucho menos avances que otras regiones.

El segundo estudio, financiado por el FIDA y publicado recientemente por el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias, examina el empeoramiento de la situación económica mundial que comenzó en 2012 en el contexto de las poblaciones rurales. Halló que, como resultado de la caída, 38 millones de personas que probablemente no hubieran estado en esa situación de otro modo continuarán en la pobreza extrema en 2030. Los hogares agrícolas de los países con ingresos medios se encuentran en una situación de especial riesgo.

Esto presenta un serio desafío para los ODS orientados a poner fin a la pobreza "en todas sus formas y en todas partes" y fortalece la justificación de las políticas y las inversiones orientadas específicamente a las áreas rurales, donde las medidas de reducción de la pobreza son más necesarias y tendrán un mayor impacto.

El avance de las zonas rurales hasta el momento revela su potencial futuro. En muchos casos, sus economías se han diversificado y se tornaron más dinámicas, y nuevos caminos y redes de comunicación han reducido la distancia física y cultural entre los residentes rurales y urbanos. En pequeños pueblos y aldeas surgen nuevos tipos de sociedades, donde la agricultura, aunque sigue siendo importante, ya no es lo único que define la vida económica y cultural.

Es hora de mirar al desarrollo de manera más holística, reconociendo que el desarrollo rural y el urbano no son mutuamente excluyentes: cada uno necesita del otro. Si descuidamos las áreas rurales, la pobreza y el hambre persistentes continuarán impulsando los flujos migratorios, no sólo hacia áreas urbanas, sino también hacia países limítrofes y cercanos, y destinos en el extranjero aún más lejanos. Dejar atrás a las áreas rurales no hará que los países en desarrollo avancen sino que, por el contrario, en muchos de ellos amenaza con poner el motor del progreso en reversa.

Kanayo F. Nwanze is President of the International Fund for Agricultural Development (IFAD) and the first recipient of the Africa Food Prize. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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