Regenerar el espacio público virtual

Que el director de un instituto universitario de investigación utilice en su cuenta de Twitter palabras vejatorias contra un representante político nos devuelve la necesidad de recordar que las palabras que usamos no son gratuitas. Tienen, por el contrario, un hondo efecto en las emociones que sentimos y en la calidad de las relaciones que establecemos.

La urgencia de regenerar el espacio público virtual (especialmente, el de las redes sociales) y de trabajar para que se reduzca el grado de violencia verbal que lo caracteriza llevó a la confección del brevísimo Manifiesto para una comunicación hostil en las redes, que traté parcialmente en un artículo anterior. Se trata de un decálogo sintético surgido a principios de año en una reunión de expertos en Italia, y que, con la firma de miles de ciudadanos del mundo, se ha hecho ahora internacional.

Vean algunos de los siete puntos que allí quedaron pendientes y comprueben que, a pesar de su extrema síntesis, resultan totalmente revolucionarios. Dado que el ámbito de interacción de las redes ha sido colonizado por manadas de usuarios estridentes, que usan una manera de comunicarse agresiva, racista, insultante, violenta y, en ocasiones, claramente delictiva, necesitamos llevar a cabo la revolución ciudadana de reorientar el estilo virtual y difundir un virus positivo que contagie a todos los usuarios la reflexión sobre la importancia  de seleccionar adecuadamente las palabras que usemos para crear así una comunidad on line más amigable y constructiva.

Sigo. El cuarto punto del manifiesto señala: «Antes de hablar hace falta escuchar. Nadie tiene siempre razón, tampoco yo. Escucho con honradez y con la mente abierta». ¿Cabe, en los tiempos que corren, un compromiso más atrevido que este? El diseño de funcionamiento de las redes sociales, basadas en seguidores, en valoraciones del tipo Me gusta, termina aislando a las personas en burbujas sociales con personas que piensan de manera parecida a nosotros, por lo que rara vez tomamos en consideración lo que piensan otros.

De hecho, las redes sociales funcionan como cámaras de eco: solo oímos en ellas el eco de lo que nosotros mismos pensamos y decimos. Cada vez más, las personas no escuchamos otros argumentos ni otros discursos que no sean los de nuestro propio universo mental. Pero este aislamiento ideológico tiene consecuencias. El empobrecimiento cultural y personal que esto supone nos convierte en pueblerinos mentales desconectados de la inteligencia colectiva del gran y diverso mundo en el que vivimos.

Ahí va el quinto punto: «Las palabras son un puente. Elijo las palabras para comprender, para hacerme entender, para acercarme a los demás». El lenguaje tiene como fin la comunicación, la conexión entre las mentes de las personas que nos permite participar en los proyectos y empresas comunes que nos caracterizan como seres humanos. La metáfora del puente que usan los autores de este manifiesto por una comunicación no hostil es precisa y significativa.

Vean el sexto: «Las palabras tienen consecuencias. Soy consciente de que cada una de mis palabras puede tener repercusiones, ya sean grandes o pequeñas». Más actual, imposible. La impulsividad de muchos políticos y de muchos ciudadanos en las redes sociales es alarmante; siguen publicando esos tuits por los que tienen que pedir disculpas a las pocas horas a causa de la reacción adversa que provocan en las redes.

Y es que las palabras no son inocuas. El lenguaje es una actividad humana con un impacto real. Una amenaza verbal de muerte en el mundo virtual y en el mundo real son ambas valoradas jurídicamente como delitos. Nuestras palabras pueden tanto construir como destruir nuestra reputación como ciudadanos y como profesionales.

La naturaleza comunicativa del lenguaje construye comunidades humanas evolucionadas. Por el contrario, el lenguaje destructivo nos animaliza y produce una involución que nos deshumaniza. Si estamos de acuerdo con los puntos que postula este decálogo por una comunicación no lesiva, hemos de contribuir a que las redes sociales no sean una tierra hostil, sino una tierra fértil para la comunicación y el entendimiento, usando un lenguaje respetuoso.

Y los tres puntos restantes, tan relevantes como estos siete anteriores, pueden encontrarlos en paroleostili.com/firma-manifesto/.

Estrella Montolío, Catedrática y vicedirectora de la Escuela de Doctorado de la Universitat de Barcelona.

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