Renzi y el “gran partido de la Nación”

La reciente dimisión de Matteo Renzi como secretario general del Partido Democrático (PD), principal formación de la izquierda italiana y también partido en el Gobierno, ha llevado a más de un politólogo a ver este hecho como el enésimo episodio de una izquierda fratricida por naturaleza. Pero en realidad se trata de un acto perfectamente calculado por Matteo Renzi, el joven líder florentino que ya demostró en sus más de 1.000 días de gobierno que era una de las mejores cabezas de la actual política italiana. En todo caso, el planteamiento táctico de Renzi requiere de varias premisas, y el calendario será el que establezca el cumplimiento o no de esas premisas.

Como es lógico en todo “animal político” (y Renzi lo es), el exlíder del PD quiere hacerse de nuevo con la presidencia del Consejo de Ministros, pero esta vez por las vía de las urnas, y no por encontrarse ungido, como sucedió en febrero de 2014, por el entonces presidente de la República, Giorgio Napolitano. A su juicio, esta victoria se puede lograr si se cumple una condición fundamental: que a los votos del Partido Democrático (la última encuesta publicada por el Corriere della Sera le atribuye un 26,8% de apoyo en caso de celebrarse elecciones generales) se unan los de una parte de Forza Italia, aprovechando la circunstancia de que Berlusconi no solo se encuentra en pleno crepúsculo vital, sino que, además, está inhabilitado desde el otoño de 2013 para ejercer cargo público alguno.

Esta circunstancia permitiría que se unieran en un solo partido los votos del centro-izquierda y del centro-derecha italiano, tradicionalmente polarizados en torno a dos coaliciones enfrentadas entre sí. No debe olvidarse que, aunque Berlusconi hizo campaña contra Renzi con motivo del pasado referéndum, nunca ha ocultado su preferencia por el joven líder florentino (“es el mejor político que tenemos en Italia en este momento”, dijo en noviembre pasado) y, por tanto, es perfectamente posible que, ante la ausencia del tradicional líder del centro-derecha italiano, haya un trasvase de votos de Forza Italia hacia un Partido Democrático que para ese momento ya se habría escorado lo suficiente hacia la derecha para articular una nueva formación que es lo que en Italia se conocería como “gran partido de la nación”. Una formación que aglutinara en un solo partido los votos de centro-izquierda, centro y centro-derecha, dejando la izquierda pura para el Movimiento Cinco Estrellas de Grillo y la derecha para los Fratelli d´Italia de Giorgia Meloni y la Liga Norte de Matteo Salvini.

Renzi ha dado ya un primer paso fundamental, y es deshacerse de esa anquilosada izquierda italiana representada por Massimo D´Alema y Pierluigi Bersani, dos políticos con más pasado que futuro. Ahora ha de dar el segundo: vencer a sus dos contrincantes (Emiliano, gobernador de Apulia, y Orlando, ministro de Justicia) en las primarias de su partido, a celebrar el 30 de abril. De momento, Renzi encabeza las encuestas, pero se ha cruzado en su camino un obstáculo importante, que es la imputación de su padre, Tiziano Renzi, por presunto tráfico de influencias. De cómo se resuelva este turbio asunto dependerá, y mucho, el futuro político de un Renzi que aún goza de mucho predicamento entre las bases y cuadros dirigentes del Partido Democrático.

Si Renzi logra salir airoso también del trance de las primarias de su partido, tendrá tiempo más que suficiente para articular un programa sólido de gobierno con el que concurrir a las elecciones generales. Italia no puede ir de momento a las urnas porque aún no se ha aprobado una nueva ley electoral tras el varapalo (solo a medias) del Tribunal Constitucional a la Italicum, ley electoral aprobada bajo el Gobierno de Renzi y en principio solo aplicable a la Cámara de Diputados. Además, tiene a más de cuatro centenares de parlamentarios de diversas fuerzas políticas con la intención de alargar la legislatura hasta por lo menos el 15 de septiembre, que es cuando tendrán asegurada su pensión de parlamentarios.

En todo caso, lo que resulta evidente es que Matteo Renzi tiene un plan. Otra cosa es que los hechos se encadenen de manera favorable a los intereses del político toscano: ya se volvieron en su contra con motivo del pasado referéndum constitucional, pero hay que recordar que este mismo referéndum ya lo perdió en su momento el Berlusconi de sus mejores tiempos. Y es que en Italia sigue siendo mucho más fácil ganar las elecciones que manejar el Parlamento. Pero esa es otra historia, ahora toca ver si será posible ese “gran partido de la nación” que Renzi anhela desde hace tiempo y que, ahora más que nunca, es realmente factible.

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor de la Universidad Europea de Madrid.

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