Repetición y diferencia

Los 12 migrantes rescatados en alta mar, en aguas internacionales, el pasado día 22, por el pesquero Nuestra Madre Loreto, con base en Santa Pola (Alicante). Lorenzo D´Agostino
Los 12 migrantes rescatados en alta mar, en aguas internacionales, el pasado día 22, por el pesquero Nuestra Madre Loreto, con base en Santa Pola (Alicante). Lorenzo D´Agostino

Amanece en el Mediterráneo, a pocas millas de Malta. Es verano, año 2006.

La tripulación del pesquero Francisco y Catalina lleva a cabo su trabajo cuando la rutina se rompe por un imprevisto. Una patera es avistada. A bordo hombres y mujeres, una de ellas embarazada, y una niña de apenas dos años. Algunos casi inconscientes, otros desfallecidos por el calor y el hambre tras días a la deriva. Cincuenta y una personas.

La tripulación del barco se mira entre sí ante la realidad que tienen a escasos metros. Los pescadores se reúnen en cubierta, el capitán, Pepe Durá, somete a votación la pregunta que resuena en cada cabeza. ¿Qué hacemos?

Y hacen lo que cualquier ser humano haría. Salvar la vida de un semejante.

Suben al barco a los 51 náufragos. Los rescatados necesitan atención médica y ponen rumbo a La Velleta, el puerto más cercano. Pero Malta rechaza a los inmigrantes y las autoridades portuarias dan orden de que el pesquero salga de sus aguas.

Así comenzó la odisea. Nueve días en los que en los veinticinco metros que tenía el pesquero, sesenta y una personas convivieron. Tripulación y refugiados compartieron agua y alimentos, miedos y esperanzas, mientras permanecían a la espera de una resolución de la UE.

Aquella historia terminó con la tripulación del Francisco y Catalina recibida con gran expectación . Condecorados con la Medalla al Mérito Civil y propuestos al Príncipe de Asturias de la Concordia. Y con los refugiados, eritreos en su mayoría, repartidos como en una lotería entre diferentes países: España, Italia, Andorra y Malta.

Conozco bien la historia y a sus protagonistas. Tuve la suerte de poder narrarla en el largometraje documental Malta Radio.

En el 2006 se consideró héroes a la tripulación de Santa Pola. Los refugiados despertaron la compasión del conjunto de la sociedad. La cobertura mediática fue enorme. No era para menos. Aquello fue una hazaña hermosa y épica.

Pero esta historia tiene un reflejo. La imagen que está ahora justo frente al espejo se inició hace algo más de una semana.

De nuevo un barco de Santa Pola, El Nuestra Madre Loreto, faena entre las costas de Libia y Malta. En esta ocasión es diciembre. Y todo sucede al atardecer, cuando el joven capitán del pesquero avista una patrullera militar de Libia que persigue a una barca con doce pasajeros subsaharianos. El capitán del barco es Pascual Durá. Hijo de Pepe Durá.

La barca, al verse amenazada, se aproximó a la embarcación española. Un subsahariano salta a la desesperada al barco. Se queda agarrado a él. Los pescadores le ayudan a subir a bordo. El resto de los jóvenes de la patera se arrojan aterrorizados por la proximidad de la patrullera Libia. Prefieren el oscuro y frio mar antes que las torturas, violaciones y asesinatos que se perpetran a diario en los centros de detención de la Guardia Costera Libia. Un lugar donde también se vende y trafica con personas, como dejó patente la CNN con unas grabaciones. Mejor la muerte que el horror.

Los subsaharianos se mantienen a flote como pueden. Los pescadores reaccionan. Sin dudarlo, la tripulación auxilia a los jóvenes que se están ahogando en el mar. Según comentaron: Es como si vas en coche y delante de ti hay un accidentado que se está desangrando. Frenas y le ayudas. ¿Como pasar de largo?

La imagen se repita como en un sueño recurrente.

La tripulación del Nuestra Madre Loreto ha dado cobijo a los doce subsaharianos. Ahora mismo, mientras escribo estas palabras, los víveres escasean. Tripulación y refugiados comparten el mismo espacio soportando literalmente el temporal, con olas de hasta siete metros.

Pascual organiza, como ya hizo su padre, la vida de su tripulación y de los refugiados. Aguardando alguna noticia, porque de momento y tras una semana, la única reacción por parte del Gobierno de España es inconcebible. La Vicepresidenta Carmen Calvo manifiesta que Libia es puerto seguro. Una contradicción, ya que el Ministerio de Asuntos Exteriores recomienda huir de Libia.

Con buen criterio, Pascual no ha puesto rumbo a Libia para entregar doce vidas a un semi estado totalmente ajeno a la legalidad internacional. Y desde esa ocurrencia del Gobierno, silencio. El barco, su tripulación y los refugiados están abandonados a su suerte desde hace más de una semana. También silencio desde la Comisión Europea que se declaró «no competente» para ayudar a buscar soluciones alternativas para el pesquero español.

Suponemos que el Gobierno de España está trabajando incansablemente para resolver esta crisis humanitaria. Todo recuerda a aquel suceso de verano de 2006. Pero en esta ocasión, los personajes de la función han cambiado. También sus intereses y discursos. Son la Italia de Salvini, Malta más dura en cuestiones fronterizas y el Gobierno de España con una errática política migratoria que oscila del Aquarius a las recientes devoluciones en caliente. Todo esto en un contexto en el que algunos partidos políticos dirigen mensajes claramente xenófobos.

La imagen va más allá de la política. Los medios de comunicación apenas prestan atención a este suceso. No como en aquel verano de 2006. Una nueva corriente de opinión recorre la UE desde hace escasos años.

Ya no se ve al que auxilia al migrante como un héroe. Solo hay que mirar a nuestra vecina Francia y el caso de Cedric Herrou, un agricultor que en agosto de 2017 fue condenado a cuatro meses de cárcel por ayudar a pasar a refugiados de Italia a Francia. O la prohibición, también en el país galo, de que las ONG diesen alimentos a inmigrantes. O el caso del alcalde de Riace, que dio cobijo a inmigrantes y que en octubre de este año fue puesto bajo arresto domiciliario.

O el hostigamiento del que están siendo víctimas los barcos de ONG que dan auxilio a pateras en alta mar. Y tras estos casos y otros tantos, cabe preguntarse: ¿Son estos son los valores que inspiraron la UE? ¿Es esta la reacción que esperamos de las democracias occidentales?

Y como respuesta, la memoria de ciudadanos como Pascual que actuó tal y como su padre le enseñó de pequeño. Y es que la ley del mar es sencilla. Dar auxilio al náufrago. No mirar a otro lado.

El Gobierno de España debe actuar con urgencia aplicando la Legislación Internacional y el Derecho Marítimo: primero salvar las vidas que peligran y en segundo lugar dejar desembarcar a los tripulantes en el puerto más próximo y seguro. Si Malta e Italia deniegan el permiso, el pesquero debería regresar al puerto del que partió. Debe regresar a territorio español. La resolución debería haber llegado ya, la solución tiene que llegar ya.

No, la Historia no se repite. Sin memoria la pesadilla continúa y se perpetúa.

Manuel Menchón es director de cine. En 2009 estreno la película Malta Radio sobre el barco “Francisco y Catalina”.

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