República catalana

Con la abdicación del Rey Juan Carlos I hacía ya tiempo que se especulaba. Ayer, de sopetón, nos fue anunciada, sólo una semana después de las elecciones europeas que supusieron un varapalo para PP y PSOE, que en cuestiones de Estado –como ya nos explicó en su día Rubalcaba– actúan a la par; varapalo que en Cataluña hay que multiplicar por tres. No es sólo que los partidos que defienden el derecho de los ciudadanos a votar el 9 de noviembre su futuro obtuvieran un gran resultado, es que el PSC (cada día más PSOE) y el PP obtuvieron unos resultados históricos por malos.

Hoy el Estado español parece querer empezar una segunda transición política, que se suma y da potencia a la transición que los catalanes impulsamos hace ya cuatro años, con una diferencia sustancial: el Gobierno de Mariano Rajoy y la Casa Real han decidido imponer una solución de continuidad sin contar con la opinión de los ciudadanos. Y en esa tesitura también va a estar, tristemente, el PSOE.

En Cataluña, desde el proceso de las consultas ciudadanas por la independencia que se iniciaron en Arenys de Munt en 2009 hasta la primera gran manifestación catalana de rechazo a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto en 2010, se cohesionó un movimiento soberanista ideológicamente transversal, que dio luz a la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y a la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI). Dos verdaderos motores del derecho a decidir, que juntamente con Omnium Cultural y otras plataformas han sustentado el éxito de las movilizaciones masivas que vivió Cataluña en la Diada de 2012 y en la Via Catalana de 2013. El resultado es la existencia de una mayoría social favorable a decidir el futuro de Cataluña votando. La práctica totalidad de la ciudadanía quiere votar su futuro político y aceptaría los resultados cualquiera que fueran. Porque ante todo, somos demócratas.

Somos partidarios de que la democracia se imponga por doquier y, por consiguiente, que los ciudadanos puedan decidir sobre sus instituciones de gobierno dondequiera, en Cataluña y en España. Somos republicanos. De la abdicación del rey y del debate sobre monarquía o república, exigimos la forma de gobierno que esté al servicio de los ciudadanos. Defendemos la república que iguala a los ciudadanos ante la ley y que evita que el interés público se convierta en privilegio de unos pocos.

Un abrazo fraternal a los republicanos españoles, todo nuestro respeto y apoyo. Asimismo estamos convencidos que éstos no sólo van a respetar la consulta en Cataluña, si no que van a dar apoyo al proceso catalán, que tiene fijado para el 9 de noviembre una cita con las urnas para decidir el futuro político del pueblo. En ese sentido, la abdicación del Rey Juan Carlos I es también un acicate al proceso democrático que impulsamos en Cataluña. Sabemos, por experiencia, que la democracia española amordazará las voces discordantes que implorarán una república española. Y cualquier tercera vía que pueda plantearse desde el Estado para Cataluña nunca conjugará los verbos de nuestra soberanía y democracia.

Oriol Junqueras es presidente de ERC.

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