Residuos del centralismo

A pesar del desarrollo del Estado de las autonomías, persisten en España residuos de lo que bien podríamos denominar centralismo de antaño. Como ejemplo de ello está un fenómeno singular de la política en España. Nos referimos al hecho de que el máximo dirigente del partido, aquel a quien se presenta como candidato a la presidencia del Gobierno, siempre comparezca como cabeza de lista por Madrid. Esto constituye una excepción en comparación con los principales países europeos.

En la RFA la actual canciller, Angela Merkel, es diputada por una circunscripción sita en la antigua RDA, en la que viene presentándose desde las primeras elecciones, desde la unificación hasta la actualidad. El anterior canciller, el socialdemócrata Gerhard Schröder, era diputado por el land de Niedersachsen, por el que se presentó en las elecciones de 2005 siendo canciller.

Si pasamos al Reino Unido, tanto los líderes conservadores Margaret Thatcher y John Major como los laboristas Tony Blair y Gordon Brown continuaron siendo elegidos, aun siendo primeros ministros, por las circunscripciones a las que venían representando antes de ascender a ese cargo, y esas no pertenecían ni siquiera al área del Gran Londres, excepto en el caso de Thatcher. Merece resaltarse esa tradición británica de continuidad con el distrito en que se inició la carrera parlamentaria.

En el caso de Francia, excluido el presidente de la República, elegido por sufragio directo de todo el cuerpo electoral, si atendemos al primer ministro o al líder del principal partido de la oposición, observamos que en las elecciones legislativas de este año ni François Fillon ni François Hollande se han presentado por alguna de las circunscripciones de la ciudad de París. Esto responde a una larga práctica de que los dirigentes nacionales no se presenten necesariamente por la capital en las elecciones legislativas. Y esto sucede en un país de larga tradición centralista.

Por último, el caso italiano. En las elecciones del 2006 se enfrentaron dos grandes coaliciones encabezadas por Romano Prodi y Silvio Berlusconi. Si ambos dirigentes fueron cabeza de lista en más de una circunscripción, al ser elegidos en varias tuvieron que optar por una, esa no fue el Lazio; Prodi es diputado por la Emilia-Romaña y Berlusconi por la Campania 1. Una nueva confirmación de que los líderes nacionales no se adscriben a la capital sino a las regiones con las que tienen una especial vinculación.

En España, si atendemos a las elecciones de febrero de 1936, observamos que en la lista del Frente Popular por Madrid capital figuraron Azaña, Largo Caballero, Besteiro, José Díaz, o sea, los máximos dirigentes de los partidos coaligados, con alguna excepción, pues Indalecio Prieto fue candidato por Bilbao. En el lado opuesto, en la coalición de las derechas, sus máximos dirigentes, Gil-Robles y Calvo Sotelo, fueron elegidos por Salamanca y Orense, aunque también figurasen en la lista por Madrid. Excepto en el caso del comunista Díaz, los otros dirigentes se presentan en las circunscripciones con las que tienen una larga vinculación de residencia.

En España, restablecida la democracia, desde las elecciones de 1977 hasta las del 2004, por lo que afecta a los partidos de ámbito estatal, su máximo dirigente se presenta invariablemente como cabeza de lista por Madrid; la única excepción fue Miquel Roca, que en 1986, al frente del PRD, fue cabeza de lista por Barcelona pero bajo las siglas de CIU. Es comprensible que en las primeras elecciones democráticas los líderes de los partidos nacionales se presentaran por Madrid: ninguno de ellos tenía arraigo electoral en cualquiera de las circunscripciones. Pero a partir del momento en que se producen cambios en el liderazgo, lo que acontece en los años 80, la cosa resulta más cuestionable.

Así sucede con José María Aznar, elegido por Ávila en las generales de 1982 y 1986 y presidente de Castilla y León de 1987 a 1989, que cuando es designado candidato a presidente del gobierno por el PP, en septiembre de 1989, figura ya como cabeza de lista por Madrid en las elecciones en octubre.

Más llamativos son los casos de los dos dirigentes actuales del PSOE y el PP. José Luis Rodríguez Zapatero fue elegido diputado por León en las elecciones de 1986, 1989, 1993, 1996 y el 2000; Mariano Rajoy lo fue por Pontevedra en las cinco elecciones mencionadas. Ambos eran, pues, diputados muy arraigados en sus respectivas circunscripciones electorales y no era previsible que fuesen a perder sus escaños cuando fuesen candidatos por su partido a la presidencia del Gobierno. Sin embargo, desde el momento en que recibieron este encargo, fueron cabezas de lista por Madrid, como aconteció en el 2004.

Si bien cambiar la práctica que rige en España desde 1977 no es fácil, tal vez sería hora de considerar su replanteamiento. Sería más acorde tanto con la visión unitaria de España del PP como con la plural del PSOE, pues mostraría, por decirlo así, la validez de cualquiera de las circunscripciones a la hora de elegir al futuro presidente del Gobierno, en concordancia con lo que sucede en los principales países europeos. Eliminaría ese residuo de centralismo que convierte a Madrid en el escenario de la elección del candidato que ha de presidir el Gobierno del Estado.

Juan Trías Vejarano, catedrático emérito de la UCM.