Resoluciones de Año Nuevo para la economía mundial

Durante el último año, el crecimiento mundial ha sido anémico – y el pronóstico para el año 2016 sólo prevé una leve mejora. Se debe hacer algo, en todas partes, para aumentar los ingresos y expandir las oportunidades de las personas. Estas son algunas de las resoluciones económicas que podrían traer alegría durante el nuevo año y posteriormente.

Comencemos en Europa. A pesar de la acomodación de la política monetaria por parte del Banco Central Europeo, de la fuerte depreciación del euro y las tasas de interés negativas a corto plazo, la economía europea sigue de capa caída.

En el año 2016, los líderes europeos deben dejar de esperar que la política monetaria resuelva sus problemas; y, en cambio deben ir tras la consecución de resoluciones más rápidas y más firmes para las innumerables crisis que enfrentan, mismas que van desde las crisis por el crecimiento entrelazado, las crisis bancarías, las cambiarias, y las de gobernanza hasta la crisis de refugiados que está en escalada, que representa una amenaza para la libre circulación a través de las fronteras interiores. Ellos deben ir tras el logro de reformas en el lado de la oferta, en lo fiscal, estructural, en el mercado laboral y en las regulaciones, junto con soluciones de sentido común, que se ubiquen en los primeros lugares en las agendas, para las crisis fiscales de las economías periféricas en sufrimiento y para los problemas de la de deuda de mediano plazo de las economías más fuertes.

En América Latina, la situación es más diversa. Después de una década de progreso (con algunas excepciones, particularmente Venezuela), la región se enfrenta a graves desafíos, que se derivan, en parte, de la fuerte disminución en los precios mundiales de las materias primas.

De hecho, los precios del petróleo en caída ayudaron a empujar a Brasil, la economía más grande de la región, hacia su peor recesión en décadas, mientras que un gran escándalo de corrupción en Petrobras, la empresa petrolera estatal, ha lanzado al caos a la política del país, y la presidenta Dilma Rousseff enfrenta, en la actualidad, un procedimiento de destitución. Esto hace que sea sumamente difícil ir tras el logro de resoluciones que salven la economía. El nuevo e izquierdista ministro de finanzas probablemente empeorará las cosas.

La inestabilidad política está socavando también las perspectivas económicas en otros lugares. En Ecuador – lugar donde el presidente Rafael Correa parece estar decidido a imitar al chavismo venezolano y ha eliminado los límites del período de mandato en su cargo – la alta inflación es un riesgo en crecimiento.

Sin embargo, en la segunda y tercera economías más grandes de América Latina, los nuevos líderes nos dan motivos para tener esperanzas. La decisión del presidente Enrique Peña Nieto con respecto a abrir los yacimientos de petróleo en aguas profundas de México para que sean explotados por empresas internacionales de energía ayudará al país a superar la disminución de la producción, el retraso tecnológico y la corrupción en Pemex, la empresa petrolera nacional. Nieto también reconoce el imperativo de mejorar el sistema educativo de México; y, por lo tanto, se está enfrentado con el poderoso sindicato de docentes.

En Argentina, el presidente electo Mauricio Macri no se parece en nada a Cristina Kirchner, su predecesora antinegocios y antiestadounidense, quien saqueó el banco central, canalizando fondos hacia gobiernos locales favorecidos, e incluso maquilló las estadísticas nacionales para ocultar la fuerte subida de la inflación. Entre las resoluciones tomadas por Macri se encuentran las reformas orientadas hacia el mercado, y la limpieza de las muchas bombas económicas que preparó Kirchner. Macri ha tenido un buen inicio de gestión, ya liberó al peso argentino de su paridad oficial, redujo los impuestos, y realizó cambios que desplazan al país hacia un comercio exterior más libre.

Venezuela también tiene motivos para tener esperanzas. La oposición, al haber ganado una súper mayoría en el congreso, derrotando a los socialistas gobernantes por primera vez en 17 años, debería ser capaz de limitar el daño causado por las políticas del presidente Nicolás Maduro, heredero de Hugo Chávez. Sin embargo, para que las fuerzas de oposición cambien el rumbo de la economía, ellas tendrán que ganar la presidencia en el año 2019.

En Asia, todos los ojos están puestos sobre China, el epicentro de una desaceleración de crecimiento que ha resonado a lo largo de toda la región (y más allá). El notable y rápido aumento del crecimiento durante las últimas tres décadas degradó el medio ambiente considerablemente, produjo un enorme exceso de capacidad en las industrias básicas, como ser las industrias del cemento y el acero, y dejó al sistema bancario agobiado por préstamos incobrables.

El gobierno de China se ha comprometido a llevar a cabo reformas, pero sus esfuerzos están rezagados. El reequilibrio de su economía, desplazándola desde las exportaciones hacia la demanda interna continúa siendo un desafío importante, sobre todo debido a que sus consumidores son lentos en cuanto a cooperar con este cometido. Y, el gobierno mantiene un control significativo sobre las empresas más grandes, incluso algunas que cotizan en mercados de valores públicos.

Para diseñar el aterrizaje suave que Asia necesita, los líderes chinos deben redoblar sus esfuerzos de reforma. Una resolución clave debe ser entregar las ganancias de las empresas de propiedad estatal directamente a los pobladores, para que ellos consuman dichas ganancias o las inviertan en otros lugares.

Japón, por su parte, se ha hundido nuevamente en una recesión, a pesar de la enorme y costosa estrategia de revitalización del primer ministro Shinzo Abe. Los japoneses, como muchos de sus vecinos, tienen la esperanza de que la promulgación del convenio comercial denominado Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) – mismo que, entre otros aspectos, disminuiría los aranceles aduaneros de miles de productos básicos y reduciría las barreras no arancelarias – irá a proporcionar el muy necesario impulso.

Durante la última década, África ha tenido una historia de éxitos que ha sido menos visible. A pesar de las muchas dificultades que enfrenta el continente, la inversión y el comercio (no la ayuda) del extranjero proporcionan grandes oportunidades para el crecimiento y el desarrollo. Si se resuelve dejar de lado la científicamente analfabeta oposición a los alimentos modificados genéticamente, se ayudaría a impulsar, de manera sustancial, la agricultura y las exportaciones a Europa.

En América del Norte, el nuevo y centroizquierdista primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, se verá tentado a expandir el gasto y las normativas gubernamentales. Sin embargo, no debe aflojar demasiado las cuerdas de las arcas públicas. Debido a la caída del precio del petróleo, el oeste de Canadá se encuentra en las primeras etapas de una grave recesión.

Afortunadamente, hay espacio para que Trudeau cumpla con las demandas de sus seguidores, sin realizar gastos innecesarios. Con este fin, él debe presionar al próximo presidente de Estados Unidos para que se implemente el TPP en una forma que se proteja al TLCAN, se mantenga una política monetaria sólida y se revierta el veto del presidente Barack Obama al Oleoducto Keystone.

Estos pasos también serían de interés para Estados Unidos. De hecho, los esfuerzos de Estados Unidos por promover el libre comercio deben ir más allá del TPP y deben apuntar a la revitalización de la moribunda Ronda de Doha para la liberalización del comercio multilateral. La normalización de ambas políticas, tanto de la política monetaria como de la fiscal, es de importancia crítica. Y, EE.UU. debemos sacar provecho de la expansión de su producción de energía, como por ejemplo al permitir exportaciones de petróleo y gas natural, con el propósito de reducir la dependencia en la energía rusa de sus aliados europeos.

Sin embargo, quizás la más importante resolución de Año Nuevo de Estados Unidos debería ser regresar al liderazgo mundial – un rol que se ha erosionado gradualmente a lo largo de la última década, acarreando consecuencias devastadoras. Esa erosión, enraizada en las fisuras políticas profundas que son evidentes en la actual campaña electoral presidencial, está perturbando acuerdos económicos, financieros y de seguridad a nivel mundial, mismos que dependen del liderazgo estadounidense. Puede que EE.UU. tenga entre manos mucho con lo que debe lidiar, pero si no lidera de forma efectiva, los desafíos que hoy enfrenta simplemente crecerán.

Michael J. Boskin is Professor of Economics at Stanford University and Senior Fellow at the Hoover Institution. He was Chairman of George H. W. Bush’s Council of Economic Advisers from 1989 to 1993, and headed the so-called Boskin Commission, a congressional advisory body that highlighted errors in official US inflation estimates. Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

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