Jose Antonio Vargas, Russell MonkThe New York Times
¿Alguna otra palabra en 2018 fue responsable de tantas reacciones como “caravana”?
Una caravana es una agrupación de personas que viaja a través de una región hostil. Viajas en una caravana para protegerte; cuando te sientes vulnerable, viajar en grupo te hace sentir que sí tienes algo de poder. Pero no ha habido cómo proteger a la más reciente caravana de migrantes que han hecho el trayecto hacia el Estados Unidos de Donald Trump.
La opinión del presidente estadounidense Trump y de sus simpatizantes es que una caravana está compuesta de invasores y criminales. Que una caravana es portadora de drogas y enfermedades, que debe ser detenida a toda costa, incluso si eso significa que haya un cierre parcial del gobierno estadounidense.
Como palabra, “caravana” es una contundente arma política, parte de un proyecto de varias décadas iniciado por grupos antiinmigrantes (NumbersUSA, el Centro de Estudios de Inmigración y la Federation for American Immigration Reform —o federación para la reforma migratoria—, por nombrar a algunos) que usan un vocabulario deshumanizador para describir a los migrantes de maneras infames y que provocan miedo hacia ellos. “Extranjeros ilegales” que dan a luz a “bebés ancla” tras llegar en una “caravana”. La mayor efectividad de este lenguaje es que sirve como una barrera. Dice: “Eres un extranjero, no eres en nada parecido a mí”. También es una fuente de desinformación, al decir que no es legal solicitar asilo. Estos términos fungen como un arma.
Para defender el uso de gas lacrimógeno contra integrantes de la caravana que viajaron desde Centroamérica a mediados del año, entre ellos a niños, el presidente Trump dijo: “Primero que nada, ese gas lacrimógeno es una forma leve del propio gas lacrimógeno, es muy seguro”. Después preguntó: “¿Por qué un padre corre hacia un área donde saben que el gas lacrimógeno se está dispersando y se va a dispersar y corren hacia allá con un niño?”.
Pues porque mientras los padres amen a sus hijos, correrán hacia cualquier cosa que tal vez, solo tal vez, les ofrezca una oportunidad de tener una mejor vida, incluso si eso significa herirlos mientras.
La historia de Estados Unidos es una historia de caravanas que llegan de diferentes partes del mundo. ¿Por qué tuvieron que marcharse? ¿Qué dejaron atrás cuando partieron? ¿Qué llevaron con ellos? ¿Cómo se aferraron a la esperanza?
Juan Carlos, de 16 años, vende cigarrillos cerca de Tijuana. Afirma que las maras mataron a dos de sus tíos y lo estaban presionando para que se les uniera, por lo que huyó de Honduras para salvar su propia vida.Russell Monk para The New York Times
Joenne, originaria de Honduras, afuera del campamento de migrantes en la Unidad Deportiva Benito Juárez en Tijuana, que el gobierno mexicano cerró debido a condiciones insalubres. Crédito Russell Monk para The New York Times
Juan, que laboraba como trabajador agrícola en Honduras, tenía la esperanza de encontrar un trabajo del otro lado de la frontera y envíar dinero a su familia. "Estoy bien", dijo en una llamada a casa. "Dios me cuidará". Crédito Russell Monk para The New York Times
Walter, de El Salvador, sostiene la copia de un periódico mexicano que publicó una fotografía de él después de que fue acusado de robo agravado. Dijo que posteriormente lo declararon inocente. Su objetivo original era cruzar legalmente a Estados Unidos, aunque escuchó un rumor de que Canadá daría tres mil visas a migrantes. "¡Ahí me gustaría ir!", dijo. Crédito Russell Monk para The New York Times
Ernesto y Yesenia, su esposa, con su hija menor Rachel en el cruce fronterizo de El Chaparral. Comentaron que se enteraron sobre la caravana migrante en Facebook e hicieron el viaje a Tijuana desde Guatemala. Ernesto dijo que si no logran ingresar legalmente, un familiar en Los Ángeles les ofreció pagarle a alguien para que los cruce. Crédito Russell Monk para The New York Times
Nelson, de 52 años, hizo el viaje desde Honduras. Dijo que tiene tres hijos en Filadelfia y que, aunque puede ingresar legalmente a Estados Unidos, se sumó a la caravana porque quería experimentar esa solidaridad: indicó que esperará hasta que el resto pueda cruzar antes de que él decida hacerlo. Credit Russell Monk para The New York Times
Marina y Kenny son originarios de Honduras. Kenny dijo que las maras en Honduras insistieron en que se uniera a la pandilla y lo amenazaron; afirmó que quedaba en riesgo de salir herido o de ser asesinado al rehusarse, así que decidió partir con la caravana. Marina decidió venir con él; dijeron estar enamorados: "¡Sí... mucho!" Crédito Russell Monk para The New York Times
Russell Monk es fotógrafo editorial y comercial. Tomó los retratos durante noviembre y diciembre de 2018. Jose Antonio Vargas es el autor de Dear America: Notes of an Undocumented Citizen.