Riesgos para el contingente español en Afganistán

Tema: Este ARI describe los posibles riesgos para el contingente español en Afganistán.

Resumen: El incremento de los riesgos en la zona española de despliegue en Afganistán en los últimos meses, unido al agravamiento del conflicto en buena parte del país incluida la capital, Kabul, y a la intensificación del activismo terrorista en el vecino Pakistán, exigen de un análisis pormenorizado de cuál es y de cuál puede ser la naturaleza de la amenaza a la que habrá de hacer frente nuestro contingente en el inmediato futuro. Los riesgos tienen como protagonistas destacados a los talibán y al-Qaeda, un tándem al que se añaden eventualmente tribus locales, narcotraficantes y delincuentes comunes. Sin entrar en combates abiertos contra las bases o las fuerzas multinacionales, su estrategia consiste en hostigarlas mediante disparos, artefactos explosivos, atentados y secuestros. Este ARI describe la evolución de esos riesgos para el contingente español en Afganistán, las pautas de comportamiento de los terroristas e insurgentes, su organización interna, sus principales atentados y efectos sobre las fuerzas españolas y las multinacionales que desempeñan una misión de reconstrucción que puede verse desestabilizada por los crecientes riesgos.

Análisis: El contingente español en misión en Afganistán está compuesto por 690 efectivos, a los que hay que añadir desde el pasado 3 de octubre a 52 más enviados en tareas de formación y adiestramiento del Ejército afgano. Se distribuyen de la siguiente manera: 430 efectivos en la base de apoyo avanzado de Herat, donde se tiene un destacamento de aviones de transporte y desde donde se protegen Equipos de Reconstrucción Provinciales (PRT) en cuatro provincias; 190 militares en Qala-i-Naw, capital de la provincia de Badghis, donde España lidera el PRT provincial; 18 efectivos en el Cuartel General de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) en Kabul; 52 efectivos del Ejército del Aire en la base de Manás, en Kirguizistán; y los 52 enviados recientemente a las cercanías de Herat. En lo que al despliegue español en la zona oeste respecta, este se inició en mayo de 2005. El último contingente español llegado el 3 de octubre entrenará a dos unidades del Ejército afgano en Camp Stone, a 15 kilómetros al sur de la base española de Herat: dos unidades del ejército afgano, un grupo logístico y una unidad de servicios de base, pertenecientes a la Brigada Número 1 del Cuerpo 207 del Ejército afgano asentado en Herat. Entre las 52 personas enviadas está el personal instructor y otros efectivos de apoyo. Se espera que el despliegue de esas dos unidades afganas contribuya a aumentar la presencia gubernamental en la zona y a reducir el riesgo para las tropas españolas.

Desde que en el verano de 2007 se intensificaron los enfrentamientos entre las fuerzas del orden afganas y los talibán, muchos habitantes del distrito de Bala Murghab, en el norte de la provincia de Badghis, se están desplazando hacia la ciudad de Herat, unos 170 kilómetros al sur, donde España tiene su base de apoyo avanzado desde la que vela por la seguridad de los PRT en cuatro provincias. No lo hacen a Qala-i-Naw, capital de Badghis y localidad más cercana a su provincia, porque creen que dichos enfrentamientos se extenderán allí. Es en Qala-i-Now donde se encuentra una base con 190 soldados españoles, encargados precisamente de garantizar la seguridad en la zona. También está encargada de proteger la labor de reconstrucción del PRT español que actúa sobre el terreno para asfaltar más de 50 kilómetros de carreteras, colocar 13 puentes vado, adecuar un aeródromo para su uso, suministrar agua y electricidad, rehabilitar el Hospital Provincial de Badghis y prestar atención sanitaria desde el Hospital Role 2.

En Afganistán las provincias de Helmand, Farah, Uruzgan, Kandahar y Nimruz están siendo escenario del resurgir talibán. Sus miembros, y también los de al-Qaeda, ven las provincias controladas por la ISAF como espacios más favorables para actuar debido a que las tropas desplegadas en ellos no les combaten de la forma agresiva que hacen las fuerzas de la misión Operación Libertad Duradera en el sur. La actividad talibán se extendió hacia el oeste a partir de la primavera y el verano de 2006. Hasta entonces, el activismo talibán había estado ausente de esas zonas y del norte del país, afectando al área de Shindand, en la provincia de Herat. Coincidió con el comienzo de la expansión de la ISAF a la zona sur del país y luego, en el otoño, también al este. Dicha expansión fue autorizada por la Resolución 1510 del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobada en octubre de 2003, y se había iniciado por las regiones norte, con una importante presencia militar alemana, y oeste con la presencia española e italiana. España, que abandonó la Operación Libertad Duradera en julio de 2004, tiene unas reglas de enfrentamiento diseñadas para una misión de reconstrucción.

Más recientemente, la Operación Aquiles, iniciada el 5 de marzo de 2007 y terminada el 12 de abril, fue llevada a cabo por 4.500 efectivos de la ISAF y 1.000 soldados afganos en la zona norte de la provincia de Helmand, en la zona más meridional del oeste. Fue una operación de apoyo a la policía y a las fuerzas armadas afganas para sellar las fronteras y evitar que los talibán pudieran traspasarlas e ir hacia el oeste, precisaba apoyos puntuales de los soldados españoles e italianos –y eventualmente noruegos y portugueses– que en el caso español fueron exclusivamente de evacuación médica.

Con este telón de fondo, y tras la muerte de dos soldados españoles en julio de 2006 y febrero de 2007 por el estallido de artefactos explosivos al paso de sus vehículos, en julio de 2007 se produjo la primera emboscada a una patrulla española cuando realizaba una operación de reconocimiento. El 24 de septiembre un atentado realizado en Bala Baluk, a 44 kilómetros al noroeste de la ciudad de Farah y al sur de Herat, provocaba la muerte de dos militares españoles y de su intérprete afgano. Diez días después, en la noche del 3 al 4 de octubre, se dispararon cuatro proyectiles sobre la base hispano-italiana de Herat que no llegaron a alcanzarla. Tras otros incidentes que se describen a continuación, a diciembre de 2007 se pueden identificar dos núcleos claros de creciente presencia talibán al norte y al sur de la provincia de Badghis que son responsables de los últimos ataques en la zona incluidos los producidos en las últimas semanas. Todo lo anterior, unido al deterioro progresivo de la seguridad en buena parte del territorio afgano y en la vecindad paquistaní, hace temer un agravamiento de la situación en el corto y en el medio plazo.

La amenaza a la que se enfrentan los contingentes de la ISAF desplegados en Afganistán está conformada básicamente por el tándem talibán/al-Qaeda al que también eventualmente pueden unirse alguna de las tribus locales en la medida que el enfrentamiento pueda incrementar su poder e influencia. Al-Qaeda ha intensificado sus ataques, y en especial sus ataques suicidas, en todas sus zonas de acción y en la capital, Kabul, donde España también está presente en el Cuartel General de ISAF. Las víctimas son, hasta ahora, mayoritariamente afganas pero también afectan a los contingentes aliados.

Es ilustrativo comprobar cómo en febrero de 2007 el sur de Afganistán registraba 228 incidentes armados, 101 el este, 21 el oeste y 11 el norte. Los inventariados en la zona de presencia española se produjeron la mayoría de ellos en la zona de Farah, por donde pasa la circunvalación (ring road) que coincide con la parte más meridional del oeste de la misión de ISAF en la que están las fuerzas españolas y que es, además, la única zona del oeste del país donde son mayoritarios los pastún. En la provincia de Farah morían cerca de 50 talibán y 14 soldados afganos tras tres días de combates entre el 30 de octubre y el 2 de noviembre de 2007.

En términos organizativos, los talibán funcionan por redes de lealtades que combinan la dimensión tribal pastún y la ideología yihadista. El consejo de jefes talibán, presidido por el huidizo Mullah Omar, estaría asentado en Quetta, capital del Baluchistán paquistaní y ciudad de la que arranca una carretera directa hasta Kandahar. Un segundo consejo estaría situado en la también paquistaní ciudad de Peshawar. Lo anterior no supone que los talibán constituyan una organización estructurada sino que son un conglomerado de actores del que todavía no se tiene información suficiente. De hecho, para algunos responsables afganos y extranjeros los talibán no constituyen un grupo centralizado ni se puede poner rostro a sus jefes más allá del Mullah Omar –de quien en septiembre se han interceptado órdenes por escrito que demuestran cierta revitalización administrativa del movimiento–, o de determinados jefes como el ya fallecido Mullah Dadullah Lang, o el incendiario líder talibán paquistaní Baitullah Mahsud. Este último agita el escenario de Pakistán desde su feudo en Waziristán del Sur aunque no olvida el frente afgano. Estos cabecillas aparecen en vídeos de propaganda yihadista o se les conoce por su intervención en las negociaciones para liberar rehenes en los cada vez más frecuentes casos de secuestros de occidentales, pero no constituyen más que mandos intermedios o regionales dentro del conglomerado talibán.

Todo indica que el funcionamiento entre los talibán es descentralizado, como también lo es en al-Qaida, y todo depende de los acuerdos que alcanzan con los jefes tribales pastún, tanto en Afganistán como en Pakistán. En todo caso, e independientemente de que los talibán dispongan o no de estrategias y tácticas organizadas para el combate, no se puede ignorar su voluntad y contundencia a la hora de provocar bajas a diario entre los militares extranjeros, entre las fuerzas armadas y de seguridad afganas y también entre la población civil afgana.

En el escenario transfronterizo afgano-paquistaní las conexiones entre los talibán y las tribus pastún son complejas y no siempre fáciles. En los últimos meses se ha hablado mucho de las represalias talibán contra jefes tribales pastún en el santuario representado por las Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA) por resistirse a dar facilidades al tándem talibán/al-Qaeda. El acuerdo que firmara el otoño pasado el régimen del presidente Pervez Musharraf con algunos jefes tribales en las FATA iba destinado a tal fin –un esfuerzo parecido al que en Irak ha llevado a jefes tribales suníes de la provincia de Al Anbar a enfrentarse con extranjeros de al-Qaeda– pero está siendo combatido con fiereza por los yihadistas extranjeros, quienes en su esfuerzo han apoyado a jóvenes líderes talibán asentados en suelo paquistaní como Sirajuddin Haqqani y Anwar ul-Halq Mujahed, opuestos a la influencia de jefes tribales más ancianos y conservadores asentados en Quetta. Por otro lado, y aunque se hable de tándem a la hora de describir la amenaza principal a la que se enfrentan las tropas de ISAF, tampoco hay que perder de vista que existen diferencias entre los talibán y la red al-Qaeda. Por ejemplo, al-Qaida no utiliza la técnica talibán de negociar la liberación de rehenes extranjeros, bien por dinero, bien a cambio de la puesta en libertad de elementos encarcelados, del mismo modo que no se plantea su reconocimiento internacional, tal y como intentó el movimiento talibán antes de 2001 cuando trató de ingresar en la Organización de Naciones Unidas (ONU) e hizo méritos para ello prohibiendo la producción de adormidera.

Los componentes de los grupos armados que hostigan a nuestras fuerzas en el oeste del país son diversos. Por un lado estaría el componente talibán, formado por individuos pertenecientes a dicho movimiento, y por otro tendríamos al componente tribal, en el que los participantes combaten esporádica o de forma permanente en su región de origen y que pueden ser fieles a cabecillas propiamente talibán o a grupos que podríamos ubicar en el terreno del bandidaje. En este último campo, aunque salpicado de influencias antioccidentales alimentadas por el yihadismo, podríamos ubicar a Reza Khan, el asesino del periodista español Julio Fuentes, quien ha visto ejecutada su condena a muerte el pasado 8 de octubre. En términos tribales, la zona de Herat está dominada por Islamil Khan, un señor de la guerra que conserva buena parte de su milicia y que, aunque no ha realizado ataques contra los contingentes español e italiano, constituye un instrumento armado que choca hoy –y que previsiblemente chocará en el futuro– con el esfuerzo para reforzar al Estado afgano y a su Gobierno central en Kabul. A ambos componentes se añaden otros dos participantes, ambos ubicables en el espectro de la red al-Qaeda con vínculos sólidos o simplemente obedeciendo a sus dictados: los combatientes yihadistas procedentes del extranjero y los mercenarios contratados. Entre los primeros, los más preparados estarían asentados en Pakistán, donde se instruyen los reclutas, pudiendo intervenir en suelo afgano en determinadas operaciones, y a los que hay que añadir los que atraviesan la frontera iraní procedentes de Siria y de otros lugares; y los elementos contratados a los que se recluta en los campos de refugiados afganos en Pakistán para acciones concretas. Entre los orígenes de los yihadistas extranjeros luchando en Afganistán, entre el 5% y el 10% de todos los que se oponen a tiempo completo a las fuerzas afganas e internacionales en todo el país, destacan algunos tan variados como paquistaníes, uzbekos, chechenos, árabes de diversas nacionalidades, turcos y chinos de Xingjiang (el llamado por los yihadistas Turkestán Oriental). En términos organizativos, los susodichos contratos suelen realizarse entre marzo y abril y finalizan en noviembre, se realizan en campos de refugiados en Pakistán o también entre afganos que habitan en zonas deprimidas del país, y tienen un alto interés crematístico pues un combatiente talibán puede ganar entre 5 y 10 dólares diarios frente a los 2 o 3 que recibe un policía o un soldado.[1]

Aunque el presidente Karzai declaró en diciembre de 2004 su yihad particular contra las drogas, la producción ha ido en aumento en los últimos años, incrementando los intereses creados tanto para jefes tribales y señores de la guerra como para elementos talibán y yihadistas. Destacable en términos de producción es la región meridional de Helmand, donde se produce el 45% de todo el opio afgano, extendiéndose la producción hasta el 70% cuando se contabiliza a las provincias también meridionales de Uruzgán y Kandahar. La zona de presencia española también es productora, aunque no de las más importantes, y su frontera con la República Islámica de Irán es una de las salidas hacia los mercados internacionales de la droga.

Tácticas genéricas y ataques concretos
Los ataques se producen normalmente de forma esporádica y sin patrones de actuación, de forma que obligan a las fuerzas internacionales y afganas a estar en continuo estado de alerta. Los ataques se han intensificado en número pero todavía no se ha producido un ataque masivo como el que se esperaba para la “ofensiva de primavera” de 2007 y que nunca llegó a producirse. En sus ataques, y como afirmábamos anteriormente, los talibán suelen sufrir muchas bajas –al menos lo son desde una perspectiva occidental– pero esto es algo que una sociedad guerrera y prolífica como es la suya tiene muy asumido. Se desplazan en pequeños grupos compuestos por motocicletas ocupadas con dos individuos que atacan por oleadas con fusiles de asalto AK-47, lanzagranadas, morteros, cohetes y otras armas ligeras. También se desplazan en vehículos todo terreno, la imagen clásica de los talibán en 2001, y tanto con estos como con las motocicletas pueden en ocasiones reunir grupos más nutridos para realizar ataques de cierta envergadura. Cuando llegan las fuerzas occidentales al escenario de un ataque los talibán suelen desaparecer rápidamente pues temen que éstas pidan apoyo aéreo, la amenaza más importante que ellos perciben. Provocar o decidir un ataque aéreo no es una decisión fácil pero suele ser necesaria cuando no se dispone de fuerzas de reserva sobre el terreno que puedan apoyar a las atacadas. Las fuerzas de la OTAN recurren a ellos como elemento de último recurso debido al riesgo de producir bajar civiles y son utilizados con más frecuencia en acciones bajo el paraguas de la Operación Libertad Duradera. De hecho, las numerosas bajas civiles producidas en ataques aéreos realizados en los últimos meses han provocado airadas protestas del presidente Karzai y críticas entre los aliados, destacándose las de España y Alemania.

Sobre el terreno, los elementos talibán y de al-Qaeda, que conocen el temor de las fuerzas de ISAF a producir bajas civiles utilizando ataques aéreos, se mezclan con la población civil, introduciéndose en sus viviendas y haciendo de cualquier ataque aéreo contra ellos un sacrificio seguro de vidas de civiles. Esta pauta es la misma que se viene siguiendo en Pakistán en los combates librados por las fuerzas armadas y de seguridad paquistaníes contra elementos talibán y de al-Qaeda asentados en las FATA. Sin embargo, esta táctica puede volverse tarde o temprano contra los talibán –aunque menos contra los miembros de al-Qaeda– porque pone en riesgo las vidas de civiles, como también lo hacen los atentados indiscriminados. De hecho, se están multiplicando las protestas de la población civil y de las autoridades afganas, algo que los talibán y al-Qaeda habrán de tener en cuenta, porque unido a su rigorismo extremo, incluso para las muy conservadoras comunidades tribales afganas, les puede llevar a perder apoyos entre algunos líderes tribales. Esta “insurgencia” frente al tándem comenzó a observarse desde 2006 en las FATA paquistaníes y se asemeja a la ocurrida en los tradicionales santuarios de los yihadistas, como la provincia de Al Anbar, y que se ha tratado de generalizar por las fuerzas de EEUU (Anbar awakening). Mientras que para los yihadistas de al-Qaeda la pérdida de vidas civiles es asumible en un combate sagrado como es el suyo e, incluso, es bueno para soliviantar a la población y ponerla en contra tanto del régimen del presidente Karzai como de las fuerzas extranjeras, los elementos talibán y tribales se irán viendo obligados a considerar entre sus planes el resentimiento de aquellas comunidades que sufran importantes pérdidas entre sus miembros.

Esta evolución de los acontecimientos se está dando especialmente en los lugares de implantación talibán y de al-Qaeda, es decir, en las provincias meridionales de Afganistán, pero podría extenderse a las zonas de presencia española si acaban atrapadas en la dinámica de violencia descrita, dado que el modus operandi de los yihadistas es similar en todas partes. A título de ejemplo, habrían sufrido entre 30 y 50 muertos en la provincia meridional de Gañí en enfrentamientos producidos contra fuerzas combinadas occidentales y afganas entre el 4 y el 5 de septiembre, mientras que entre los días 25 y 26 del mismo mes habrían sufrido 169 bajas en operaciones realizadas en las provincias de Uruzgán y Helmand. Aunque es difícil comprobar el número real de bajas en el bando talibán, pues con frecuencia sus elementos se dispersan tras realizar un ataque y los mandos occidentales suelen estimar los muertos tras obtener apoyo aéreo, o a veces las cifras las dan mandos afganos que suelen incidir –sobre todo en los últimos meses– en la creciente presencia de civiles entre los fallecidos, las operaciones provocan un número de víctimas alto desde la perspectiva occidental. Aún así, su capacidad de regeneración es también alta dado el alimento constante de combatientes a través de las dos vías de reclutamiento antes descritas.

En sus ataques contra convoyes tanto de fuerzas multinacionales como afganas, los talibán y al-Qaeda utilizan minas clásicas antitanque y, cada vez con más frecuencia y creciente eficacia, artefactos explosivos improvisados (Improvised Explosive Devices, IED). De los cuatro ataques mortales que ha sufrido el Ejército de Tierra español, tres en Afganistán en julio de 2006, y febrero y septiembre de 2007, y uno en Líbano en junio de 2007, tres de ellos han sido cometidos con IED y el cuarto con una mina anticarro. Según los expertos, la variedad de IED sólo se encuentra limitada por la imaginación humana y se contabilizan bombas de tubo, bombas incendiarias, vehículos bomba y proyectiles derivados del IED denominados Explosively Formed Penetrator (EFP). Todos ellos tienen, por supuesto, toda una serie de variedades que van desde las más sencillas hasta las más complejas y evolucionan constantemente.

El primer ataque contra el contingente español se producía el 8 de julio de 2006, cuando perdía la vida un soldado, y el 13 de noviembre un ataque suicida realizado desde un coche que explotó al paso de un convoy de patrulla de la Compañía de Reacción Rápida española provocó sólo heridas leves entre los soldados. Ya en 2007, el 21 de febrero perdía la vida otra soldado de la Compañía de Reacción Rápida con base en Herat cuando el BMR que conducía pisó una mina anticarro, probablemente una TC-6, a 7 kilómetros de Shindand, en la carretera que une esta ciudad con Farah. El 15 de marzo los miembros de un convoy de la Compañía de Reacción Rápida pudieron ver una explosión a unos 200 metros por delante de ellos, producida en una motocicleta en la que viajaban dos civiles afganos circulando en la misma dirección y sentido que el convoy al que presumiblemente planeaban atacar. Más recientemente, el 24 de septiembre, otro ataque contra españoles provocó la muerte de dos soldados y de su intérprete afgano utilizando un IED formado por entre 3 y 10 kilogramos de explosivo activado a distancia mediante un cable eléctrico de 62 metros y cuyo iniciador fue una batería de motocicleta. Finalmente, el 2 de octubre un convoy de la policía afgana que, escoltado por tropas españolas, se dirigía a Bala Murghab, localidad cercada por los talibán en esos días, sufría un ataque en el que moría un policía y varios resultaban heridos. En este caso, los soldados españoles no sufrieron bajas al marchar a distancia de seguridad de los vehículos afganos. Este tipo de ataques con IED, que se han hecho trágicamente célebres en el escenario iraquí, cada vez se utilizan más en Afganistán y han llevado a España, cuyo contingente vemos que ha sufrido ya varios ataques con ellos, a crear en septiembre de 2007 el Centro Militar Internacional de Investigación de Artefactos Explosivos Improvisados, una buena prueba de la importancia que nuestras Fuerzas Armadas conceden a esta herramienta letal.[2]

En las emboscadas, los atentados con explosivos no se combinan con ataques sobre las columnas porque las fuerzas de la ISAF tienen más potencia de fuego que las unidades militares o policiales afganas y, además, pueden solicitar apoyo aéreo con más rapidez que estos. Es por ello que las emboscadas difícilmente son llevadas hasta el final en dichos casos. Las patrullas afganas, tanto policiales como militares, dotadas con menos potencia de fuego y con mayores dificultades a la hora de obtener el apoyo aéreo, sí suelen ser atacadas con crueldad en emboscadas sangrientas. Tampoco se han producido hasta ahora, y por las mismas razones anteriormente explicadas respecto a las emboscadas, asaltos o intentos de asalto contra las bases de las fuerzas multinacionales. De hecho, sólo puede inventariarse el lanzamiento, el 11 de octubre de 2007, de cuatro proyectiles de 107 milímetros que impactaron a 500 metros de Camp Arena, la principal base española en Afganistán situada en la ciudad de Herat y en la que también hay soldados italianos. En cuanto a los ataques suicidas, estos comenzaron a producirse en el país en 2005. Inicialmente los realizaban terroristas extranjeros porque el suicidio no formaba parte del método pastún de combate. Sin embargo, últimamente ya hay afganos que se han ido convirtiendo en suicidas hasta constituir entre el 60% y el 70% del total. Se trata por lo general de jóvenes reclutados en los campos de refugiados y que han pasado por madrassas (escuelas coránicas) radicales en Pakistán. También, en los últimos tiempos se ha detectado un mayor perfeccionamiento técnico en la preparación tanto de los coches bomba conducidos por suicidas como de las bombas adosadas al cuerpo.

A continuación hacemos una recopilación, no exhaustiva, de ataques suicidas cometidos tanto en la zona de mayor presencia española en la provincia de Badghis como en el resto del país, pues no hay que olvidar que también hay militares españoles desplegados en Kabul, donde sí son frecuentes estos ataques. El 14 de noviembre de 2006 un suicida atacaba un convoy español a 120 kilómetros al sur de Herat, provocando heridas a siete soldados que circulaban en un BMR, con explosivos diversos (al menos un proyectil de artillería de grueso calibre, entre 105 y 155 milímetros, granadas, munición y metralla). El 31 de agosto de 2007 un terrorista suicida hacía estallar un coche bomba en el acceso a la parte militar del Aeropuerto Internacional de Kabul. El 29 de septiembre de 2007 un terrorista suicida vestido con uniforme militar afgano subía a un autobús del Ejército afgano también en Kabul y se hacía estallar, matando a 28 personas. El 2 de octubre de 2007 un terrorista suicida se hacía estallar dentro de un autobús de transporte público en Kabul, matando a 11 personas. El 6 de octubre de 2007 otro terrorista suicida provocaba la muerte a cinco civiles afganos y a un soldado estadounidense en la carretera entre Kabul y el Aeropuerto Internacional. Finalmente, es obligado citar el atentado suicida más sangriento de todos los producidos en Afganistán hasta la fecha: ocurría en la ciudad de Baghlán el 6 de noviembre y en él fallecían 75 personas, entre ellas seis miembros del Parlamento afgano y 59 escolares.

Aunque hasta la fecha los ataques suicidas producidos en la zona de despliegue español –excepción hecha, por supuesto, del contingente destinado en el Cuartel General de la ISAF en Kabul– han sido pocos comparados con otras zonas, no debemos olvidar que ya existe el precedente del ataque de 14 de noviembre de 2006, que se suma a atentados suicidas sufridos en los últimos años por componentes del vecino contingente italiano, y que el atentado suicida perpetrado el 6 de noviembre de 2007 en la ciudad septentrional de Baghlán muestra la voluntad de los terroristas de golpear con fuerza en cualquier rincón del país. De cara al futuro, hay que tener en cuenta los secuestros, dada la frecuencia con la que en los últimos meses recurren al secuestro de extranjeros tanto elementos de algunas tribus locales como los talibán. Los individuos secuestrados por elementos tribales suelen ser utilizados como instrumento de presión para resolver contenciosos que les afectan o para liberar a algunos de sus miembros encarcelados, en la misma lógica con que se vienen produciendo en la República de Yemen los frecuentes secuestros de extranjeros. En otras ocasiones, la tribu entrega o vende los secuestrados a los talibán y ahí cambian las tornas, pues estos bien los utilizan con el objetivo de conseguir la liberación de elementos encarcelados, bien amenazan con asesinar o asesinan a algunos de los rehenes como instrumento de presión. En marzo un periodista italiano, secuestrado en la provincia meridional de Helmand, era liberado a cambio, al menos, de la liberación de seis presos talibán. En julio dos ingenieros alemanes eran secuestrados en el centro del país: uno de ellos era asesinado de inmediato y el segundo liberado en octubre junto a cinco afganos tras la puesta en libertad de cuatro presos talibán a fines de septiembre. El grupo de misioneros surcoreanos secuestrados y luego liberados –fueron secuestrados 23 y dos de ellos fueron asesinados durante su cautiverio– sirvieron a los talibán para exigir y obtener el compromiso de Seúl de retirar su contingente en Afganistán. Aunque los secuestros han sido fundamentalmente de elementos civiles, no hay que descartar el posible secuestro de militares. En lo que a nuestras tropas respecta, sirve como precedente –por su proximidad– el de dos suboficiales italianos y dos acompañantes afganos, producido en Herat el 22 de septiembre y que fueron liberados el 24 de septiembre en una acción armada de la ISAF en la que murieron nueve de sus secuestradores. También se puede citar el secuestro –más alejado en el espacio– de unos 300 militares, ocho de ellos oficiales, paquistaníes secuestrados por el líder Talibán paquistaní Baitullah Mehsud quien los ha retenido en su feudo de Waziristán del Sur hasta la liberación de 211 el 4 de noviembre a cambio de la liberación de 28 talibán. En dicho feudo miembros del grupo de Mehsud provocaban el 7 de octubre la muerte de más de 200 soldados paquistaníes, hecho que demuestra su fortaleza y su osadía acrecentada por un macrosecuestro que puede servir de ejemplo a otros activistas tanto en Pakistán como en Afganistán.

Conclusión: Emboscadas con minas e IED primero, ataques suicidas y hostigamiento de su base después y el posible secuestro incluso de elementos militares muestran lo peligroso que es el escenario en el que se mueven y se seguirán moviendo nuestros efectivos en Afganistán.

A la luz del estado de opinión detectado entre los aliados en la reciente reunión de ministros de Defensa de la OTAN, celebrada en Noordwijk (Holanda) el 24 de octubre, no hay muchas expectativas de que se vayan a aumentar significativamente las fuerzas en Afganistán ni que vayan a introducirse cambios relevantes en el teatro de operaciones. En un momento en el que la situación tanto en Afganistán como en Pakistán se deteriora, con atentados terroristas sangrientos y frecuentes en ambos escenarios, las acciones militares contra la amenaza combinada que representan los talibán y al-Qaeda requerirían de mayores medios y de una participación internacional más decidida y firme por parte de todos sus componentes, en lugar de una “a la carta” como hasta ahora.

Por otro lado, la erradicación de dichos actores del santuario paquistaní no puede esperar más tiempo, pero el escenario político y de seguridad que define a Pakistán hoy no permite ser muy optimistas al respecto, al menos en el corto plazo. Nadie debe de olvidar que sólo si la seguridad se garantiza mejor frente a las amenazas aquí descritas será posible acelerar el desarrollo económico y humano que todos deseamos para Afganistán.

Carlos Echeverría Jesús, profesor contratado y doctor de Relaciones Internacionales de la UNED.

Notas:
[1] José Luis Calvo, ¿Por qué empeora la situación en Afganistán?, Athena Intelligence Occasional Paper nº 14, 4/IX/2007, p. 5, www.athenaintelligence.org.

[2] Véase el completísimo informe de Fernando M. Mañas & Javier Jordán, Los artefactos explosivos improvisados (IEDs), Athena Intelligence Occasional Paper nº 19, 17/X/2007, p. 13, www.athenaintelligence.org.