Riesgos y oportunidades de la victoria de Evo Morales

Por Jesús López-Medel, diputado por Madrid por el PP y vocal de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso (EL MUNDO, 02/01/06):

Hay países que conjugan la belleza de sus lugares con una cierta maldición. Bolivia es uno de esos pueblos. En 1825 el general Sucre promovió la independencia de estas tierras conocidas como Charcas, tomando el nuevo Estado, que se alejaba del gran poder entonces de Lima, el nombre del propio Bolívar en reconocimiento a la necesidad de obtener la aprobación final del jefe militar.Al constituirse como República era una región arrasada por la guerra y el estancamiento económico duró medio siglo. La Historia se repite y ahora en el 2005 los datos revelan que este país sigue teniendo el mismo PIB que hace 50 años. A esta situación de permanente depresión, cabe añadir, tal vez conjugar, el dato de que en 180 años de historia ha sufrido casi 200 golpes militares, contragolpes y revoluciones fallidas.

Es un país con una extensión territorial del doble que España pero apenas poblada con 9 millones, algunos de ellos habitantes de las zonas más altas del planeta a 4000 metros y con una diversificación inmensa de etnias pues junto a las principales, quechuas y aymaras, hay otras 20 más, con niveles muy altos de pobreza (el 64%, segundo país de América Latina tras Haití), pero con altas cotas de alfabetización y un gran potencial en el subsuelo de recursos de gas natural y minería.

Pero aún peor contraste es la fractura entre dos modos muy diferentes de entender la nación: por un lado, la elite que sigue modelos externos, pretendiendo introducir el país en la modernidad y con un enfoque de economía de mercado. Por otro, una mayoría indígena (el 67% así se declara), que subraya su carácter autóctono, en situaciones de pobreza y con unos planteamientos políticos muy radicalizados de izquierdas. Unos y otros no comparten un mínimo modelo básico de Estado ni de sociedad.

Tres presidentes en los últimos dos años, dos de aquellos depuestos por la presión popular. El primero, Sánchez de Lozada, dejó tras de sí 70 víctimas en los enfrentamientos de la policía con los indígenas en octubre de 2003. El segundo, Mesa, dimitido este junio antes de que saltase la chispa de lo que podía haber sido una guerra incivil. Tras ellos, el interino Rodríguez (hasta entonces presidente de la Corte Suprema) demostró gran convicción democrática y firmeza en celebrar unos comicios frente a quienes pretendían retrasar en vano las elecciones y mantener sus privilegios.

Los resultados de las elecciones generales de hace dos semanas dieron un triunfo rotundo a la candidatura del Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales, superando todas las previsiones.El numeroso voto indígena apostó de forma unánime por ello y el giro hacia la izquierda en otros países de este continente ha operado también como marea. Asimismo, no puede dejar de señalarse la dimensión más moderada de planteamientos que supuso la incorporación como aspirante a vicepresidente del analista y sociólogo Alvaro García Linera. Al tiempo, la identificación que se ha hecho del Podemos de Tuto Quiroga con intereses norteamericanos no le ha beneficiado nada a éste en un contexto de gran rechazo popular a la política exterior de Bush en Latinoamérica y en el mundo en general. En su contra ha pesado también la impresión de que, aún cuando se le reconoce una gran preparación, su victoria por poco margen iba a mantener al país en una situación de inestabilidad creciente dada la capacidad de presión popular que tienen las bases del MAS.

Aun cuando la victoria ha sido clara a favor de Morales, subsisten grandes diferencias de modelo de país y el nuevo presidente va a tener que demostrar un sentido integrador y de responsabilidad histórica. Es una oportunidad para superar el descrédito de los actuales dirigentes e instituciones no solo políticas sino también cívicas. La descomposición y desaparición de partidos y gobernantes históricos ha de dejar paso a nuevos estilos de hacer política.Ha de acabarse el nepotismo de una elite que ha gobernado de espaldas a los difíciles problemas del país. A ello se une la ineficacia característica de la OEA que ha confundido frecuentemente el principio de no intervención con la pasividad y mirar hacia otro lado ante situaciones especialmente graves en el continente.Deben también terminarse los casi permanentes bloqueos y paralizaciones provocados por unas minorías las cuales tal vez se dirijan ahora frente a quien les alimentó cuando no pueda cumplir inmediatamente algunas de sus abundantes promesas.

El periodo que ahora se inicia es de gran convulsión por el cambio pero también es una gran oportunidad y, al mismo tiempo, un reto para que Morales, sus bases y los cargos ya electos expresen su compromiso con los valores jurídicos y éticos que representa la democracia. Es esencial que se asimile el respeto a las reglas del juego tanto por la dirigencia como por los propios ciudadanos.Sin perjuicio de las divergencias, en una situación crítica como la actual deberían buscarse puntos de encuentro con generosidad, responsabilidad y patriotismo.

El sentido integrador antes apuntado ha de ser una realidad pues no debe olvidarse que junto al triunfo claro para las elecciones presidenciales, en cambio para el Senado, el Podemos de Quiroga ha obtenido 13 parlamentarios frente a los 12 de Morales y dos más de otros partidos moderados. También para las elecciones de prefectos (semejantes a los gobernadores civiles) el MAS solo ha ganado en 3 de los 9 departamentos.

Todos deben asumir que en la construcción de un Estado moderno no caben atajos. Estos sólo sirven para exponerse -es su propia experiencia- a que los caminos que se toman para abreviar el trayecto se encuentren agujeros que pueden dar al traste la identidad básica común y el proyecto que ha de ser integrador. Es necesario fortalecer la vinculación de la democracia al interés general.Si por encima del proyecto democrático se colocan intereses corporativos, personalistas, étnicos o autonómicos (todos ellos legítimos) no se conseguirá una democracia mínimamente consolidada y estable, base, a su vez, de un progreso económico.

Los nuevos dirigentes bolivianos deberían ser ejemplo de respeto y cumplimiento de la ley democrática. Dificilmente se puede exigir a la ciudadanía algo cuando aquellos no cumplen estrictamente con las normas que también a ellos les vinculan. Igualmente desde la consideración de que la democracia es siempre algo por construir, por mejorar, es también un reto para Bolivia dar valor a la calidad democrática y a la noción de ciudadanía cuyos titulares son sujetos de derechos y no meros espectadores. La participación social no desordenada es algo muy importante en una democracia (hay una ley muy relevante en este sentido en Bolivia) pero esta participación, que siempre hay que promover, nunca puede colocarse por encima del principio de representación, mecanismo a través del cual el pueblo se gobierna a través de quienes elige.

Es esencial generar lo que no ha existido durante mucho tiempo: estabilidad, seguridad y confianza para un mayor crecimiento económico, facilitando inversiones productivas, no debiendo olvidarse de que en los últimos 10 años las procedentes del extranjero ha caído a la mitad, siendo esto, precisamente, sobre lo cual la rotunda victoria del MAS y las declaraciones recientes de Morales abre muchas dudas. Debe también reconocerse amplia autonomía a las prósperas comunidades como Santa Cruz y Tarija (en las cuales Morales sacó unos sorprendentes resultados) que, además de intereses económicos, tienen elementos de identidad, pero debiendo estas regiones comprometerse a construir un Estado más cohesionado, articulándose mecanismos de solidaridad para con las zonas del altiplano más deprimidas.

España ha de seguir implicada en ayudar a que Bolivia salga del agujero, se reduzca la pobreza y se consiga más desarrollo, buscando una mayor corresponsabilidad y aprovechamiento de lo que reciben.Pero también hay que recordar que la Ley de Cooperación Internacional al Desarrollo vincula la ayuda oficial a los procesos democráticos.El Gobierno español se ha ido separando de la política exterior europea en su apoyo a regímenes bananeros como los de Castro y Chávez que intentan extender la revolución bolivariana. Morales no ha dejado de expresar su admiración por éstos. Otros dirigentes de izquierda en Latinoamérica han tomado unas líneas más posibilistas, menos demagógicas y respetuosas con las reglas democráticas.Ahora, con todas las incertidumbres abiertas, tenemos que ratificar nuestro respeto y apoyo a Bolivia, pero no podemos abdicar en materia internacional de la defensa y exigencia de valores democráticos como libertad, pluralismo y justicia. Ha de desbloquearse la política boliviana (como expresa el analista Prats), han de ensamblarse bien las difíciles piezas del puzzle boliviano y ha de vertebrarse el país de abajo a arriba y de arriba abajo. El reto, encontrar la salida al túnel y ver la luz tan cerca del cielo, está lleno de interrogantes.