Robin de Marsella

El fiscal General de Marsella, Brice Robin, ha pasado de ser un auténtico desconocido a convertirse, probablemente sin querer, en uno de los protagonistas de la tragedia que nos ha golpeado en estos últimos días. Se ha elogiado su actuación profesional, especialmente lo han hecho las familias afectadas. Pero, ¿qué ha hecho el fiscal, de manera diferente, para que se fije en él la opinión pública, y agradezcan las familias que viven un dolor que no puede ser compensado por nada? La respuesta es evidente: ha actuado sin miedo a la verdad.

Uno de los grandes problemas que sufren nuestras democracias es el miedo a la información. Mantener la información bajo control permite tomar decisiones fuera de los focos del escrutinio público, lejos de los grupos críticos y ayuda a esconder errores. En definitiva, mantener la información oculta hace más fácil la tarea de gobierno, eso sí, a costa de los derechos y los intereses de los ciudadanos.

Está de moda el debate científico sobre el buen gobierno de las instituciones. No hay una definición única del concepto de buen gobierno, lo han definido pensadores como Björk, Johansson, Vicente Ortún o Iván Planas, pero el debate es eminentemente práctico, tiene como fin dirimir una serie de recomendaciones para mejorar el funcionamiento de las instituciones.

El buen gobierno, desde una óptica ética, es también aplicable a las organizaciones privadas. Buen gobierno empresarial significa alcanzar los fines previstos, pero incorporando aspectos éticos, de responsabilidad social. El concepto de buen gobierno amplía el abanico de beneficiarios de la acción empresarial. Vicente Salas propone hablar de buen gobierno de la empresa desde el momento que se asume la mejora en bienestar de todos los contenidos y no solo de los beneficios de los accionistas.

No es posible llevar a cabo buenas políticas sin prácticas de buen gobierno, al igual que no es posible una cirugía exitosa sin que el cirujano tenga esterilizado el instrumental. Ahora bien, hace falta algo más que esterilizar el instrumental, hace falta tener una verdadera idea del bien. La OCDE recomienda cinco pilares sobre los que sostener un buen gobierno: rendición de cuentas, transparencia, participación, integridad de los responsables e inteligencia en el desarrollo de políticas.

El poder y la información están peor distribuidos que la inteligencia y eso genera desconfianza y deterioro hacia las instituciones, por eso, la transparencia es clave en nuestras sociedades, La credibilidad no se gana solo con leyes y reglamentos, de hecho, ésta solo se puede recuperar con una nueva cultura en las organizaciones.

La corrupción no se limita a un político o un funcionario que trafica favores o comisiones, también lo son políticas con intereses ocultos o sustraer información para no sufrir erosión electoral. Porque la política se corrompe cuando no sirve a la comunidad, cuando no sirve a la gente, cuando no promueve el bienestar, la igualdad y la libertad de las persnas.

Si la política en España quiere recuperar el crédito de la sociedad, debe abandonar la adicción a seguir elaborando nuevas leyes cuyo cumplimiento es muy limitado por el relajado control que se hace de él. Con una cultura ética del buen gobierno no podremos impedir que se corrompa un político, pero podemos impedir que corrompa la política.

Transparencia no es solo conocer el patrimonio de los responsables públicos, que también, ni los procesos de contratación y pagos de la Administración, que también. Transparencia es lo que ha hecho Brice Robin, perder el miedo a la información y distribuirla. El sufrimiento de los afectados es el mismo que en otras tragedias y catástrofes, pero Robin ha respondido dignificando a las víctimas y a sus seres queridos.

El ideal de un mundo menos desigual ha hecho que, ficción o realidad, el relato de Robin de Locksley haya llegado hasta nuestros días desde el S XII. En él hay algo romántico que se entrelaza con el sentido de justicia de una sociedad que se inserta en el liberalismo igualitarista. Robin Hood quitaba a los que tenían mucho para dárselo a los que tenían muy poco. Otro Robin, Brice Robin, ha repartido la información, que suelen tener muy pocos, entre los que realmente lo necesitaban.

Tomás Gómez

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