Roma no paga traidores

Yo no soy historiador, pero imagino que cuando Viriato fue asesinado por sus correligionarios, algún espía tuvo que andar por medio. Espías ha habido siempre. Y siempre los habrá. Existen desde que hace miles de años alguien comprendió que la información es poder, y existirán mientras así ocurra.

Pero a nuestro resistente de manual, el presidente del Gobierno, debe parecerle algo reciente casi mejor, seguro que le recuerda a algún 007 guapo e intrépido. Con la diferencia que los 007 que hemos conocido, absolutamente todos, estaban al servicio de su Majestad. Y Pedro Sánchez no está al servicio de Su Majestad, salvo que Su Majestad sea él mismo. Entonces cuadra todo.

Cuadra por ejemplo que Su Majestad, como es lógico, conociera que los servicios secretos que protegen nuestra Nación, espiaran a quienes quieren destruirla. En este caso los golpistas de la independencia ochosegundera eran quienes querían destruirla.

Pero claro, el trono de Pedro Sánchez siempre ha estado en peligro porque sus resultados electorales han sido exiguos y raquíticos. Y ha tenido que confiar la gobernanza de la Nación a quienes quieren destruirla y a quienes mataban para intentar destruirla. Y entonces, por el trono vale todo. París bien vale una misa. La Moncloa bien vale un ongietorri. Bienvenidos al concierto, gracias por estar aquí. Ya conocemos a los jetas de la historia.

Cuando España era un país serio, los servicios secretos trabajaban para salvaguardar la integridad de la propia Nación. Y ahora que no es un país serio, siguen haciendo exactamente lo mismo. Porque si España no es un país serio no es por sus servicios secretos, ni por sus Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado ni por sus ciudadanos. Si España no es un país serio es porque la primera medida de un presidente sobrevenido fue cambiar el colchón de la Moncloa, en lugar de poner en su sitio a quienes quieren terminar con todo.

Y claro, ahora los golpistas y sus herederos indultados sin arrepentir –como los terroristas que completan a Sánchez–, tomaron nota. Y Sánchez olvidó lo que se había apuntado en el bloc. Y quiso pasar por alto los grandes esfuerzos con los que han garantizado nuestra seguridad y a nuestro bienestar el Centro Nacional de Inteligencia. Igual que se olvidó que fue su partido cuando era un partido –me refiero al PSOE– el que pactó el diseño de los servicios secretos con quien gobernaba en su día, que era el PP.

Todo es cuestión de espionaje. Es decir: el CNI, con autorización judicial, espía a los golpistas, y Marruecos –eso se sospecha– espía a Sánchez. Los golpistas se quejan de que les vigilaran. Y Sánchez aprovecha el desastre del Ministerio de Presidencia –se encargaba de vigilar su teléfono– para cometer dos injusticias. La primera, echarle la culpa del error de su propio gabinete al CNI. La segunda, cesar a la directora del CNI, Paz Esteban, con una reputación después de cuarenta años de servicio que para sí la quisiera Sanchez. Es complicado atesorar más chapuzas en menos días.

Tal vez por su urgencia personal, Sánchez se habrá olvidado de los ocho héroes de Irak, o de El Lobo, que desmanteló a quienes hoy le permiten dormir en ese colchón que cambió deprisa y corriendo.

Los servicios secretos trabajan de forma anónima. Eficaz. Al servicio de los intereses de la nación, que en realidad son los intereses de los ciudadanos. Y su vocación sigue siendo llevar ese mandato a cabo. De forma anónima, de forma eficaz, con controles basados en las garantías democráticas.

Exactamente igual que los policías y los guardias civiles. Piolines les llama hoy Pedro Sánchez, con el silencio cómplice del último PSOE. Por eso me acuerdo de la ignominia que se hizo con Pérez de los Cobos, con Dani Baena, con Sanchez Corbí o con los que murieron bajo las balas de quienes hoy son ongietorri. Esa mancha se extiende a otras instituciones. Que le pregunten a Margarita Mariscal de Gante, otra servidora pública puesta a los pies de los caballos. Otra que quiso trabajar contra los enemigos de la Nación y fue liquidada por Sánchez a petición de los enemigos de la Nación.

Yo no soy historiador, pero Sánchez me recuerda algo a los correligionarios de Viriato. Esos que cuando fueron a pedir su parte a los romanos por matar al líder fueron echados con cajas destempladas de un campamento. Es exactamente lo mismo que le va a pasar a Sánchez o que, mejor dicho, ya le está pasando. Igual que los independentistas. Ser un traidor es una forma de ser, no una opinión política, y no me extrañaría que tampoco estén dispuestos a pagarles los servicios prestados. Al fin y al cabo, Roma no paga traidores.

Eloy Suarez Lamata es diputado por Zaragoza GPPopular y presidente de la Comisión de Hacienda del Congreso de los Diputados.

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