Roquetas

Los recientes acontecimientos de Roquetas pudieron haber ocurrido en cualquier parte de nuestro país. Un fin de semana cuatro chicos sentados en un banco a la fresca hablando alto. Es de noche y acaban de romper el ayuno del Ramadán. Callaos, joder, se queja un vecino. Y ellos siguen a lo suyo y cae un balde de agua y los insultos se convierten en pelea a puñetazos. Todo parece acabarse ahí pero otro vecino entra en escena y busca a los cuatro inmigrantes y no los encuentra. Da finalmente con uno de ellos y le asesta una cuchillada. Y cada cual a lo suyo, todos se quitan de en medio mientras el muchacho senegalés se desangra. Al cabo de mucho tiempo alguien llama al 061, que llega de inmediato. A los siete minutos exactamente. Pero el muchacho ya está muriendo.

En cualquier parte de nuestro país hay mucha frustración: barriadas saturadas de gente con problemas, hasta de salud mental, y emigrantes hacinados que se molestan y hablan de noche molestando y también algún vecino que trafica con droga y posee un cuchillo y muy mala leche. Y es costumbre del vecindario mirar hacia el otro lado cuando surge algún percance. Y entonces algunas ONG aprovechan para dejarse ver y justificarse acusando a todos de racismo. Y los reporteros llegan y con hechos de gran frustración social fabrican un acontecimiento nuevo de supuesto racismo entre supuestos gitanos y negros.

La historia del muchacho senegalés asesinado por un vecino, blanco y traficante de droga, es un cúmulo de mal fario. El muchacho ha llegado de visita de fin de semana a 200 Viviendas, adonde unos colegas, pues también él trabajó en Roquetas. Viene de Cuevas de Almanzora, donde ahora posee un contrato de trabajo en regla. A por unos papeles para lograr certificar su arraigo viene. Con el arraigo uno se puede traer a la familia. Es víspera de fiesta y conversa con amigos en un banco de la calle en lugar de ir a la discoteca. Pero sucede que hay por ahí un vecino de los que usan cuchillo para solucionar conflictos de vecindario y sucede que, en respuesta al asesinato, algunos inmigrantes se vengan con su apartamento. Y, en respuesta, al día siguiente aparecen españoles montando una algarada y quemando contenedores de basura.

La noticia fabricada con este asesinato silencia el azar que exacerba las condiciones de escasez y la carestía de vivienda. El hecho mayor de la barriada llamada 200 Viviendas es que uno pueda comprarse casa por 60.000 euros, o sea que en ella vivan inmigrantes en un 50 por ciento. Y que vivan hacinados y sus viviendas no sean un hogar. De unos 40.000 inmigrantes que pueblan Roquetas de Mar sólo 25.000 se hallan censados. De las 35.000 tarjetas sanitarias en manos de inmigrantes irregulares que existen en Almería, 10.000 pertenecen a inmigrantes de Roquetas. Y sigue llegando gente ilegalmente y hay que socorrerla. Y el paro golpea a quien trabajó en la construcción y, a causa de unos costes crecientes y mucha duda ante la elección del producto, el invernadero no se ha puesto todavía en marcha y los inmigrantes con papeles siguen aún sin contrato. Y la municipalidad dispone de fondos decrecientes para hacer frente a cierta pobreza que ya es algo más que bolsas de pobreza (Cáritas de Roquetas da de comer a centenares de personas a diario). Este año el Ministerio de Trabajo y la Junta de Andalucía han concedido al municipio de Roquetas solamente 200.000 euros. Sale a 5 euros anuales de asistencia social por inmigrante. No obstante la municipalidad puso en marcha un Foro de inmigrantes que funciona reuniendo 25 asociaciones y ha actuado poniendo las cosas en su lugar y llamándolas por su nombre. En lugar de echar gasolina han calmado el incendio. Un síntoma esperanzador.

La carestía de la vida, de la vivienda en especial, que ya golpea duro a nuestros hijos, empuja frecuentemente a los inmigrantes a soluciones tan indignas como la hacinación y el chabolismo. Fenómeno que además de gran perjuicio integrador crea animadversión y conflicto vecinal. En el poniente almeriense la vivienda siempre ha sido un gran problema para los inmigrantes. En 1995, en la barriada de San Agustín, muy próxima a Roquetas de Mar, 86 inmigrantes ocuparon una vivienda en unas condiciones absolutamente vergonzosas para el vecindario. Yo he visitado auténticos antros habitados por inmigrantes y asistido, en 2001, al derribo de las chabolas de la Loma de la Mezquita, en El Ejido, así como al de una caseta de electricidad de alta tensión en cuyo interior se habían instalado tres inmigrantes. Las llamadas 200 Viviendas, en Roquetas, constituyen una barriada destinada a seguir los pasos de los HLM de la región periférica de París. Allá, esos grandes bloques habitacionales de alquiler moderado construidos para la clase obrera francesa fueron masivamente abandonados por ésta en cuanto mejoró su condición económica en los años 80 y 90. Y las familias inmigrantes magrebíes fueron ocupándolos paulatinamente hasta convertirse en auténticos guetos. El deterioro habitacional fue constante y los hijos y nietos de los inmigrantes -ya franceses- tuvieron un importante fracaso escolar y una tasa de paro elevada (su horizonte generalizado era cobrar el RMI, renta mínima de inserción, o el SMIC, salario mínimo interprofesional por trabajos temporales de irrelevante cualificación). Merced a su frustración generalizada esos beur causaron los estragos que conocimos durante jornadas inolvidables.

La especificidad de la crisis en España va a agudizar los problemas habitacionales empujando a concentrarse y hacinarse más todavía a los inmigrantes en paro. En consecuencia, aumentarán las ocupaciones marginales, surgirán conflictos vecinales y aflorará la delincuencia para sobrevivir. La política oportunista de «papeles para todos» que impulsaba la UGT contra los gobiernos de Aznar facultó al gobierno socialista a no condicionar el permiso de estancia del inmigrante a la duración de su contrato de trabajo ni a unas condiciones de vivienda dignas. En su momento dijimos que se trataba de una vía que, a la menor crisis económica, incrementaría la frustración en la primera generación de nuestros inmigrantes y no ya en la segunda o tercera. Parece que los acontecimientos van a darnos la razón. Roquetas es «un caso aislado» ha dicho Rubalcaba, pero no ha especificado de qué sea un caso. El alcalde ha dicho que «no es un brote racista» y es verdad que aunque el racismo no haya sido causa sí habrá terminado para muchos vecinos de ser un final. Cuando un ministro de Trabajo dice pragmáticamente lo que piensan los españoles sobre la prioridad ante el reparto del trabajo, sus colegas de gobierno hacen pucheros y le desdicen. Por bastante menos nos tildaron de racista los progres. Pero la UGT, de donde viene ese ministro, mira a otro lado. No quiere recordar lo contradictorio que es predicar «papeles para todos» y mantener a la vez que los españoles tienen prioridad sobre los inmigrantes ante el puesto de trabajo. ¿No recuerda Cándido Méndez aquella interviú de hace unos años en que María Antonia Iglesias le hizo afirmar que los trabajadores españoles en paro tienen prelación sobre los inmigrantes?

Lo de Roquetas ¿de qué es un caso aislado que el gobierno pueda atajar?

Mikel Azurmendi, profesor y escritor.