Ruiz-Gallardón y las políticas de la derecha

La falta de sentido de la realidad de la derecha española, representada por un PP que no ha superado los efectos de la derrota de hace cuatro años, coloca sobre determinados acontecimientos y personajes una lente que deforma y condiciona. Por ejemplo, Alberto Ruiz-Gallardón ha sido en las últimas semanas el gran protagonista del debate político nacional. El mensaje central ha sido, con distintas formulaciones, que el alcalde de Madrid, la expresión más progresista y liberal del PP, ha sido marginado. Ese extremo no parece discutible. Tampoco lo parece la ofensiva que contra él ha venido librando una parte no desdeñable del aparato de su partido, en Madrid (con Esperanza Aguirre a la cabeza) y fuera de Madrid. Pero la lente que sobre su figura proyecta una derecha radicalizada, de posiciones extremas, viene a ocultar algunos factores objetivos y a obviar o difuminar la coincidencia medular, estratégica, entre las políticas y las apariciones de Ruiz-Gallardón y las del núcleo duro del Partido Popular en una fase expansiva de las políticas neocon impulsadas desde la Administración Bush.

La memoria es frágil y la condición de "víctima" del alcalde de Madrid en la historia de la crisis del PP ha dejado al margen algunas actuaciones que no sólo no han tenido asomo alguno de progresismo, sino que se han situado en las antípodas de lo que demandaban los ciudadanos (o de lo que requería su calidad de presidente o alcalde "de todos los madrileños"). Recordar las movilizaciones previas y posteriores al comienzo de la guerra de Irak y su alineamiento con la política belicista de Aznar y de la cúpula del PP (cuando todos los sondeos y consultas mostraban a la casi totalidad de la opinión pública, española y madrileña, en contra), o su ausencia en la movilización impulsada por centenares de organizaciones ciudadanas (comenzando por las de inmigrantes ecuatorianos) tras el atentado de la T-4 a la vez que asistía a siete de las ocho las manifestaciones partidistas, impulsadas por la AVT y por su partido, contra la política antiterrorista de un Gobierno apoyado por casi todo el arco parlamentario, son saludables ejercicios de racionalidad.

De otro lado, ¿se conoce públicamente la posición de Ruiz-Gallardón respecto al limbo de Guantánamo o algún signo de reconocimiento de las mentiras sobre las armas de destrucción masiva de Irak? No parece. Es más: su silencio al respecto ha sido más que explícito en los últimos cuatro años. Sólo su público consejo al PP para que pasara página respecto al juicio del 11-M una vez que hubo sentencia lo ha distanciado sutilmente de la cúpula de su partido.

Cierto que presidió una Comunidad que hizo kilómetros de metro con una apuesta (que trasladó, con la M-30, al municipio de Madrid) basada en un permanente "estado de obras". Pero no lo es menos que dejó en precario el sistema educativo público de la capital (si en 1995 accedía a la red educativa pública de Madrid el 46,9% del alumnado y a la privada concertada el 53,1%, en 2003, el 37,15% lo hacía a la pública y el 62,85%, a la privada.Los seis puntos que separaban una de otra pasaron a ser 25 tras su mandato), que abrió paso a la privatización del sistema hospitalario (Esperanza Aguirre sólo ha tenido que profundizar en esa política), que su liberalización del suelo modificando la ley que aprobó el Gobierno de Joaquín Leguina supuso una reducción histórica en la promoción de vivienda pública, además de alimentar las más espectaculares subidas del precio de ese bien social y una especulación sin precedentes.

Las estadísticas del Ministerio de Fomento (tiempos de Aznar) pusieron de relieve que la oferta de vivienda de protección oficial en Madrid cayó, bajo su mandato, en picado. Si en 1995, 50 de cada 100 viviendas construidas en esa Comunidad eran protegidas, en 2003 la cifra se redujo a 10 de cada 100. Y el precio de la vivienda nueva había crecido, en sólo cuatro años, entre 1999 y 2003, un 209%.

Nadie discute que Ruiz-Gallardón se haya mostrado, en los hechos, crítico respecto a la posición oficial del PP sobre la ley de matrimonios de personas del mismo sexo y con una actitud más próxima al centro derecha europeo -más abierta- en las políticas culturales y en la relación con el resto de las fuerzas políticas. Pero nunca ha hecho explícitas esas posiciones, nunca las ha concretado en enmiendas en las convenciones y actos de su partido.

Si a ello añadimos el silencio ante asuntos de tanta importancia pública como la asignatura Educación para la Ciudadanía, como la ofensiva del PP contra la política antiterrorista del Gobierno, podemos concluir que el supuesto progresismo que se le adjudica tiene mucho de aleatorio y discutible.

Es más: sus discrepancias con Esperanza Aguirre, por muy envueltas de "razones políticas" que se hayan mostrado a la ciudadanía, al final se han manifestado como una lucha personalizada y casi al límite por el poder (hasta el punto de compartir inicialmente el desdén hacia el electorado anunciando su voluntad de dejar la Alcaldía). Las diferencias respecto a la ordenación urbanística del paseo del Prado o a la presidencia de IFEMA, son irrelevantes frente a las grandes coincidencias: política antiterrorista, tamayazo (Ruiz-Gallardón nunca replicó a las acusaciones, con algo más que indicios, sobre su grado de conocimiento previo de la fraudulenta operación contra la izquierda en la Asamblea de Madrid) y privatización de servicios básicos.

Dado el contexto de dominio neocon en el seno del PP, no es difícil entender la pasión hagiográfica de determinados medios hacia la "gran esperanza blanca" de la derecha, a la que se han dedicado numerosas páginas de elogios. Sin embargo, se ha pasado de largo y en silencio sobre las realidades hasta aquí apuntadas. Y sobre otras complementarias: por ejemplo, la defensa de su perfil progresista se ha producido en una situación municipal marcada por la llamada Operación Guateque, el más relevante caso de corrupción vivido en el Ayuntamiento de Madrid desde el final de la dictadura, en el que el alcalde ha eludido el remedio que siempre ha exigido a los representantes de la izquierda en casos parecidos: responsabilidades políticas.

En otras palabras: en una legislatura caracterizada por una derechización radical del Partido Popular, por la quiebra de un consenso estructural como el que sustenta la no utilización electoral del terrorismo, por una ofensiva sin precedentes contra avances democráticos de civilidad por parte del sector más conservador de la Iglesia, la discrepancia, con tintes supuestamente progresistas, de Ruiz-Gallardón respecto a la política del PP no ha tocado ni de pasada las políticas estratégicas. Se ha ceñido a los modos y sólo se ha manifestado públicamente en forma de decepción y desilusión. ¿Por las políticas del PP? No: por haber sido excluido de la candidatura de Madrid.

Manuel Rico, escritor. Autor de la novela Trenes en la niebla (2005) y de la antología Monólogo del entreacto. Poesía 1983-2005, de reciente aparición.