Rumbo a la gran coalición

Ya observó Darwin que ciertas extravagancias son útiles para la supervivencia de algunas especies. Ignoro si Pedro Sánchez ha tomado por modelo a los pavos reales. En cualquier caso, se comporta como ellos: despliega una cola muy vistosa con el fin de seducir. Según algunos biólogos modernos, el deslumbrante abanico de la cola, sobre todo si está limpio de excrementos, es signo inequívoco de buena salud. Quien es capaz de arrastrar toda la vida el insoportable estorbo de la cola es un superdotado. El mensaje transmitido por Sánchez es pues el del pavo real. «Soy una buena opción como padre, en este caso padre de la patria». Por desgracia, la cola de Pedro Sánchez solo ha seducido a Albert Rivera. Las otras formaciones del gallinero de la Carrera de San Jerónimo lo picotean sin descanso. Por eso, porque en política la mejor defensa es un buen ataque, el candidato se convirtió en un extraño híbrido. Aun con la cola desplegada, se veía obligado a comportarse como un gallo de pelea. Eso dio de sí la sesión de investidura de anteayer. Seducción insuficiente, y por lo tanto frustrada. Pelea de gallos de corral, uno de ellos con una cola de pavo real que en el futuro le estorbará.

Sánchez no suma. Rajoy no suma. Tal como están las cosas, con la prohibición de pactos hacia la izquierda y las periferias impuesta por los socialistas a su líder, solo suman PP y PSOE. Con C's como propina y maquillaje o sin él. Solamente PP y PSOE. No hay más. ¿Habría sido preferible, en vez del inmovilismo de la gran coalición, un pacto multibanda por el cambio real? Los votantes que comparten este deseo, que podrían llegar a los diez millones si sumamos solo la mitad de votos del PSOE a los de Podemos, IU y los nacionalistas, han caído irremisiblemente en la frustración. Pablo Iglesias es hábil, pero agresivo. La suma alternativa es demasiado heterogénea. Demasiada distancia entre ellos. Demasiado lejos del establishment.

Así las cosas, solo queda una salida. Consumado el fracaso del intento de Sánchez, España pondrá rumbo hacia la gran coalición. La próxima semana dará comienzo el viraje. Cómo y cuándo llegarán los dos grandes partidos al puerto de la coalición, cuántos zigzags, cuántas maniobras, cuántos choques y sobre todo cuántas víctimas costará la travesía, es cosa difícil de prever. Pero por mucho que el candidato de hoy reniegue de ello, no hay alternativa. A pesar de que no se puede descartar la repetición de las elecciones, lo más probable es que los dos partidos de la democracia española, ya no tan grandes, opten por llegar al puerto de la mutua salvación antes que afrontar las incertidumbres de un nuevo trance electoral. Entre los dos perdieron más de 80 diputados, 63 el PP y 20 el PSOE. Ninguno de los dos cuenta con perspectivas sólidas de mejora. Por muy malas que sean hoy las relaciones, no es preciso recurrir de nuevo a Darwin para recordar que el interés común explica simbiosis bastante más inverosímiles entre especies que se asemejan mucho menos.

Una vez establecido el punto de llegada obligatorio, las principales dificultades no son políticas sino personales. Mejor dicho, unipersonales. Por una rara ironía de la historia, o si lo prefieren de la historieta, Rajoy está a punto de convertirse en émulo de Artur Mas. Se resistirá tanto como pueda como un felino panza arriba, como ya hizo Mas, pero si al PSOE no le incomoda tomar ejemplo de la CUP, si no cede y exige la cabeza del líder del principal partido de la corrupción, Rajoy no tendrá otro remedio que dar el famoso paso al lado, eufemismo que señala la ventana por donde se sale del poder en dirección al asfalto.

Las cábalas de los más inteligentes ya se centran en los nombres del sustituto de Rajoy. ¿Del PP o un independiente? Acabáramos. Lo mejor para los socialistas sería un presidente de consenso, bien visto por los dos partidos, pero el PP jugaría con la ventaja de haber sacrificado a Rajoy. Por su parte, Sánchez debería optar entre una digna retirada, con el estorbo de la cola entre piernas, o una vicepresidencia que le obligaría a contradecirse y llevarla sucia.

Colofón: aunque de entrada aparezca en la foto, la víctima posterior a la gran coalición será C's. Una vez sean socios, el interés común conducirá a PP y PSOE a colaborar para restablecer el bipartidismo. Contra Pablo Iglesias no podrán hacer gran cosa, puesto que se erigirá de manera automática en líder de la oposición y azote implacable del Gobierno. Pero Albert Rivera, atrapado en la pinza de los dos grandes, no tendrá otro remedio que conformarse con las migajas de un pastel que estaba a punto de engullir como comensal de primera.
Xavier Bru de Sala, escritor.

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