Ruth Bader Ginsburg fue todo lo que quise ser

Tenía menos de 30 años cuando asistí a una conferencia para abogadas en la década de 1970. Me senté en la primera fila de un gran auditorio para el discurso de apertura. La oradora era Ruth Bader Ginsburg, fundadora del Proyecto de Derechos de la Mujer en la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles. Yo estaba fascinada.

Ella era todo lo que yo quería ser. No podía pensar en nada mejor que dedicarle la vida a la lucha por los derechos civiles, usar las habilidades legales para hacer justicia y mejor aún, para marcar una diferencia. Y no era la única que lo pensaba; generaciones de abogados de derechos civiles buscaban emularla.

La visión de Ginsburg sobre la igualdad de género estaba adelantada a su tiempo por décadas. Iba más allá de solo empoderar a las mujeres para que compitieran por los roles de los “hombres”. Si bien los estereotipos distorsionaban la visión de las mujeres sobre lo que podían lograr, también obstaculizaban a los hombres, no menos limitados con las asunciones basadas en el género. La igualdad significaba que ambos sexos debían tener la libertad de asumir todos los roles de la sociedad, sin prejuicios. Mi hijo podía ser enfermero, mi hija podía ser una ejecutiva. Cuando la directiva de la escuela quiso que Ginsburg asistiera a una reunión con ellos para conversar sobre la mala conducta de su hijo, ella célebremente respondió: “Este niño tiene dos padres”.

Ruth Bader Ginsburg fue todo lo que quise serSu historial como abogada ante la Corte Suprema fue excepcional. Defendió seis casos ante el tribunal y ganó cinco. Si no hubiera hecho nada más en su vida, eso por sí solo ya habría sido un legado extraordinario.

Si bien siguió estando motivada por su pasión de vida hacia la igualdad cuando se unió a la corte, no fue en absoluto la caricatura de “activista” representada por algunos en los medios de comunicación. De forma ansiosa evitaba trastocar precedentes y estuvo siempre decidida a respetar las opiniones de sus colegas. Ginsburg creía en el cambio legal progresivo y enfatizó el papel limitado de un tribunal en una democracia constitucional.

En opinión de Ginsburg, los tribunales tienen un papel fundamental en la detección de nuevas interpretaciones de la Constitución, pero deben hacerse mediante “mociones mesuradas”. Forman parte de un diálogo con otros órganos del gobierno así como también con el pueblo. Era crítica del razonamiento de Roe vs. Wade, porque había logrado demasiado en muy poco tiempo. Ginsburg era, como Linda Greenhouse de The New York Times la describió en el momento de su confirmación, una “liberal con moderación judicial”.

Ginsburg solía aplicar los precedentes de la Corte, pero se esforzaba por ubicarlos en su contexto social e histórico. Una decisión de Ginsburg contaba, sin descanso, la historia de las clasificaciones basadas en el género y las generalizaciones “asombrosamente anacrónicas” sobre hombres y mujeres, como Ginsburg las describía, que estaban incrustadas en la ley.

Cuando, poco después de unirse a la Corte, redactó la opinión mayoritaria que exigía que las mujeres fueran aceptadas en el Instituto Militar de Virginia que hasta ese momento era exclusivamente masculino, su análisis tuvo el sello Ginsburg: una descripción extensa de la institución, su prestigio, y su papel en la preparación de hombres —y solo hombres— para posiciones de alto estatus en el gobierno y la industria. En los casos que desafiaban los programas de acción afirmativa, Ginsburg recitaba los datos que demostraban la tenacidad de la desigualdad racial en materia de vivienda, educación y empleo, los efectos persistentes de “siglos de desigualdad autorizada por la ley”. Ginsburg prefiguró el debate actual sobre la discriminación sistemática.

Ginsburg aportó sus propias experiencias, e insistió en que las normas jurídicas se entendieran en “las realidades del lugar de trabajo”, una realidad que ella entendía bien. Cuando una mayoría de la Corte Suprema rechazó el reclamo de discriminación salarial de Lilly Ledbetter porque había presentado la demanda demasiado tarde, Ginsburg expresó su desacuerdo y le enseñó a sus colegas cómo la discriminación salarial, a diferencia de la discriminación en los ascensos o contrataciones, estaba oculta a la vista. Ledbetter introdujo la demanda tan pronto como se enteró. Goodwin Liu, juez de la Corte Suprema de California y exasistente de Ginsburg, ha dicho que cuando Ginsburg contó la historia de Ledbetter, también estaba contando la suya personal.

Su influencia judicial tiene que ser medida no solo en las decisiones que redactó, sino también en las decisiones de sus colegas y jueces de primera instancia, entre los que me encuentro. Esa influencia se extiende a áreas que van mucho más allá de la discriminación racial y de género, e incluye casos sobre el acceso a la justicia, la discriminación por discapacidad y el derecho a un abogado.

Ginsburg era una disidente reacia, preocupada siempre por el peso moral de una decisión cuando el tribunal no se manifestaba en una sola voz. Pero en los últimos años, su papel cambió a medida que entraron nuevos miembros a la corte. Discrepó cada vez más, como cuando la mayoría destruyó la Ley de Derecho al Voto o le permitió a las empresas no proporcionar cobertura médica anticonceptiva a los empleados usando una amplia exención basada en argumentos religiosos. Disintió cuando la mayoría se expresó de manera paternalista sobre las mujeres que sentían la obligación de interrumpir un embarazo en el segundo trimestre.

En 2013, años después de aquella conferencia en donde la escuché hablar por primera vez, pronuncié el discurso Ruth Bader Ginsburg en el Colegio de Abogados de la ciudad de Nueva York. Ginsburg me presentó con un sentido del humor y una calidez inolvidables. Poco después, me envió un regalo: no un elegante tratado académico, sino un libro firmado de las recetas de su difunto esposo, junto a una nota conmovedora. Si llegaba a publicar mi discurso, Ginsburg quería asegurarse de que incluyera la anécdota sobre Sadie, mi madre. ¿Qué cuál anécdota? A pesar de que ya me había graduado de la Facultad de Derecho de Yale, mi madre quería que tomara el examen de cobradora de peaje del puente de Triborough, ¡por si acaso!

Nancy Gertner, profesora titular de la Facultad de Derecho de Harvard y profesora invitada de la Facultad de Derecho de Yale, es jueza jubilada del Tribunal de Distrito de Estados Unidos.

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