Sabato, Hessel y la resistencia

A los que admirábamos su literatura, nos conmovió hace unos días la muerte del argentino Ernesto Sabato, en edad casi centenaria. Y aunque un acontecimiento así siempre es motivo de tristeza, lo cierto es que la obra y la vida de Sabato dejan poco lugar a los sentimientos nostálgicos. Físico de profesión, artista de vocación y personaje público por necesidad, su última llamada es a la resistencia. Una resistencia deliberadamente confusa. Sabato afirma haber sentido siempre una necesidad íntima de resistir, que satisfizo con el surrealismo en el arte y con la izquierda en la política…, pero las cosas parecen cada vez más complejas y confiesa no saber bien cómo ejercer hoy esa resistencia, cuya necesidad sin embargo siente apremiante. Se nos murió sin darnos la clave.

Al escribir estas líneas no puedo sino pensar en Stéphane Hessel, otro nonagenario que ha convertido en best-seller (el mercado sabrá por qué) una llamada similar: Indignez-vous!, ¡Indignáos! Hessel nos sitúa en una encrucijada parecida. Nuestro mundo exige la indignación, de ahí su grito, pero se ha vuelto difícil fijar la causa frente a la que debe expresarse tal indignación. En el caso de Hessel, mirando hacia su juventud encontraba la Resistencia francesa durante la segunda guerra mundial como ejemplo claro. Con ese referente, su llamada se hace angustiosa: no hay menos motivos para indignarse, resistirse y combatir la injusticia en el mundo actual que los que encontraron él y sus compañeros contra el nazismo. Solo que la causa de esa injusticia es ahora más elusiva, difícil de definir y, en ese sentido, más peligrosa.

Da qué pensar que esta llamada paralela nos venga de dos personas que tuvieron un papel activo en sendos momentos fundamentales de la breve historia de los derechos humanos. Hessel participó en la redacción de la declaración universal de los derechos del hombre cuando era jefe de gabinete de Henri Laugier, secretario general adjunto de Naciones Unidas. En su texto antes referido, recuerda esa participación, y enfatiza la fuerza de la indignada resistencia. «Esta declaración universal», dice Hessel, «debe mucho a la revulsión universal contra el nazismo, el fascismo, el totalitarismo, y, también, a nosotros, al espíritu de la Resistencia». La resistencia es precisamente el título de uno de los últimos textos de Sabato, en el que afirma que «hay una manera de contribuir a la protección de la humanidad, y es no resignarse».

La relación biográfica del escritor argentino con los derechos humanos gira en torno a su participación destacada en el informe Nunca más (también conocido como Informe Sabato), en el que se relataban los crímenes cometidos por las dictaduras argentinas y que abrió la puerta para el procesamiento de los responsables de las juntas militares. La entrega personal del informe por parte de Sabato al presidente Raúl Alfonsín constituyó todo un símbolo para los defensores de la causa de los derechos humanos.

Y llegados al comienzo de siglo, Sabato y Hessel, militantes contra las atrocidades de la dictadura argentina, el uno, y contra la Alemania nazi, el otro, se encuentran ahora con la misma necesidad de militar (y de llamar a la militancia) que sintieron en su día, pero sin ningún referente claro frente al que hacerlo. Nos confirman que vivimos tiempos confusos. Y es que esta llamada contemporánea a la resistencia contiene, si lo pensamos bien, una tremenda paradoja, puesto que nunca como ahora hemos tenido las personas tantos derechos y una consideración aparentemente tan digna a ojos del poder (hablo de los que vivimos en lo que grosso modo llamamos democracias liberales avanzadas). Tenemos derechos como humanos, como nacionales de un país, derechos políticos y sociales, tenemos derechos como trabajadores, e incluso derechos como consumidores… Podemos reclamar, denunciar y manifestarnos tanto como queramos. Formamos parte de una opinión pública presuntamente informada, que disfruta de la libertad de prensa, y además participamos en la toma de decisión de los asuntos públicos de múltiples maneras, empezando por elecciones generales periódicas. Tenemos mercados libres, las fronteras caen, viajamos por donde queremos sin dar explicaciones a nadie. Vivimos en democracia, vivimos en libertad, y damos pasos de gigante para vivir en igualdad.

Y sin embargo Hessel y Sabato no se muestran satisfechos, sino todo lo contrario, nos recuerdan que es justo ahora cuando más necesitamos resistir frente a algo, y mostrarnos beligerantes en esa resistencia. La coincidencia entre estas dos mentes extraordinariamente lúcidas es escalofriante; nos dicen que a pesar de todos esos derechos, y de todos esos valores públicos de la democracia, algo va profunda y terriblemente mal en nuestro mundo.

¿Qué es ese algo? Si estos dos hombres, sabios y con una larga vida a cuestas, no concretan el origen de ese mal, yo, que ni soy lo uno ni tengo lo otro, no me atreveré a dar un paso más. Simplemente recuerdo y transmito su llamada. Que cada cual la interprete como deba.

Por César Arjona, profesor de la Facultad de Derecho de Esade.

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