Saber la verdad

Cristina Alberdi (LA RAZON, 08/07/04).

¿Se sabrá algún día la verdad sobre lo que ocurrió el 11 de marzo? Existen muchas incógnitas, sobre las que han corrido ríos de tinta. Expertos, espontáneos, intuitivos, todos opinan, aseguran y hasta acusan. Hay muchos cabos sueltos, muchas pistas sin aclarar y una sospecha ensordecedora en la opinión pública. Los cerebros del atentado no pudieron ser los árabes suicidados en Leganés, ni los correos-confidentes que en varias entregas fueron trayendo los explosivos a Madrid. Hay quien dice que ciertos medios de comunicación pueden estar alimentando las sospechas. Otros, en unidad de acción, hablan de conspiraciones y mentes calenturientas. Pero lo cierto y verdad es que hubo un atentado salvaje que costó la vida a casi doscientos ciudadanos y que es obligatorio esclarecer su origen, encontrar a los culpables y brindar el resarcimiento que es debido a las víctimas y sus familias.

Ya han comenzado los trabajos de la Comisión de Investigación del Congreso de los Diputados que pretende dilucidar responsabilidades políticas, pues las penales, como es sabido, corresponden al Poder Judicial. Hasta la fecha, la constitución de la Comisión sólo parece haber servido para alimentar la lucha partidaria, y para destapar la vergüenza de que un diputado socialista haya hablado con el primer compareciente a espaldas de la Comisión. Los dos partidos mayoritarios, Partido Popular y Partido Socialista, se han reprochado mutuamente la utilización de la Comisión con fines propios. El PSOE se centra en si hubo o no previsión de que podrían producirse acciones de este tipo, y en reclamar los informes del Centro Nacional de Inteligencia que, según ellos, lo acreditan. Incluso citan las «Memorias» del ex presidente Aznar quien se pregunta si se prestó la suficiente atención al terrorismo que pudiera venir del fundamentalismo islámico. ¿Qué se pretende? Todo apunta que, además del castigo sufrido en las urnas que hicieron perder el Gobierno al PP, ahora se les quiere abrasar en el fuego de una supuesta ineficacia frente a la amenaza terrorista de Al Qaida.

Por su parte, el PP acusa al PSOE de haber condicionado el resultado electoral del 14-M con la manipulación mediática de la tragedia, la incitación a las manifestaciones y algaradas ante sus sedes y con la irresponsable actuación de Pérez Rubalcaba acusando al Gobierno de mentir. Todo ello en el día de reflexión. El 13 de marzo, cuando está expresamente prohibido por la Ley electoral, hacer cualquier tipo de manifestaciones, pedir el voto o mostrarse a favor o en contra de los partidos políticos concurrentes a los comicios. El PP quiere que comparezcan los autores de los hechos, que se investiguen los mensajes de los móviles que convocaron las concentraciones y que pueda alcanzarse en sede parlamentaria la conclusión de que ese golpe mediático-político fue el causante del vuelco electoral del 14-M que les arrebató una victoria, que tenían según las encuestas al alcance de la mano. No cuestionan el resultado electoral, como es lógico, pero sí la forma en que el Partido Socialista y sus terminales mediáticas aprovecharon el estado emocional de la ciudadanía para agudizarlo al máximo, explotarlo en propio beneficio y acusar al Gobierno de mentir en el momento que más daño podía hacerle. ¿Mintió el Gobierno? Ahí está la pregunta y ahí se va a centrar el PSOE en la Comisión de Investigación. Un 30% de ciudadanos cambiaron su voto el 14-M. Las encuentras y las estadísticas nos dan datos irrefutables. ¿A quién benefició electoralmente el atentado? Desde luego al Partido Socialista. Es triste que haya que hablar en estos términos, pero ésa es la cruda realidad. Es más, los socialistas acusaron en aquellos días al Gobierno de retener datos que apuntaban al fundamentalismo islámico con la finalidad de hacer creer que la autoría correspondía a ETA, situación que según los acusadores les beneficiaría. El Gobierno, ante el clamor y las acusaciones, hubo de hacer algo inhabitual en democracia: desclasificar papeles del Centro Nacional de Inteligencia. En ellos demostraba que dio información en tiempo real y que los datos que recibían del CNI se correspondían con las manifestaciones que iba realizando el ministro Acebes.

Curiosamente, otros parecían más informados que el propio Gobierno y les iban madrugando los datos que luego «aparecían». La furgoneta abandonada en Alcalá de Henares y el vídeo grabado el 13 de marzo parecen apuntar en esa dirección. Quienesquiera que fueran los autores tenían interés en que antes de que los españoles fueran a las urnas «supieran» que no había sido ETA. Eran, sin duda, muy conscientes de la importancia de este dato. De hecho, uno de los detenidos más destacados que había permanecido incomunicado al ser liberado preguntó: ¿quién ha ganado las elecciones?

¿Sabremos algún día la verdad?: desde luego la Comisión de Investigación no nos lo va a despejar. Unos y otros se entretendrán en acusar al adversario, sin llegar al fondo ni hacer sangre. A nadie le interesa profundizar en un tema que puede abrir en canal los servicios secretos y el trabajo de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Lo que ocurrió verdaderamente y quiénes fueron los responsables últimos de la masacre lo sabremos por investigaciones paralelas, periodísticas, por soplos o delaciones o, incluso, por azar. En todo caso por la acción instructora del Poder Judicial, si poco a poco es capaz de desentrañar la terrible madeja de intereses y coartadas que se vislumbra en torno a quién urdió el atentado, se benefició de él y dio al traste con la vida de casi 200 personas.

En todo caso algo hay que hacer. Nunca en nuestra historia reciente se produjo un cambio de Gobierno por un atentado terrorista. Nunca pasó lo que ya se conoce en círculos diplomáticos como «el efecto Madrid». Un vuelco electoral planificado con éxito por el terrorismo. Confiemos en que, por lo menos, no se hurte a la ciudadanía toda la información. Y que entre todos seamos capaces de conocer algún día quién propició el «vuelo de la cometa».