Saber leer para comunicarse

Hace unas semanas se dieron a conocer los resultados del estudio de la OCDE denominado PIAAC (Programa Internacional para la Evaluación de las Competencias de los Adultos). De los 23 países analizados, España ocupaba la última posición en matemáticas y la penúltima en comprensión lectora. En julio del 2011 la Comisión Europea publicó otro estudio donde se afirmaba que uno de cada cinco europeos de quince años no comprendía bien lo que leía. Por ello, la UE se propuso como objetivo para el año 2020 reducir el porcentaje de alumnos con escasas o deficientes competencias lectoras del 20% al 15%.

Deberíamos preguntarnos por qué hay tanta gente que no entiende lo que lee. Es decir ¿sabemos leer? ¿O lo que sucede es que apenas leemos? Según los datos de la última evaluación diagnóstica de los alumnos valencianos, un 23% del alumnado de secundaria no lee nunca. Por ello no debería extrañar que fuese en la expresión escrita donde los escolares de secundaria valencianos obtuvieron las puntuaciones más bajas. Existe una evidente correlación entre leer muy poco o casi nada y los pobres resultados también en expresión escrita. Quien no lee, o comprende mal lo que lee, a la par suele escribir poco o mal. Por el contrario, los hábitos lectores tienen efectos positivos puesto que los alumnos que dijeron que leían todos los días superaron la media en los resultados.

Todo ello invita a pensar que los pobres resultados de la población adulta estarán relacionados con el mínimo nivel de lectura de los propios adultos. Países como Finlandia suelen estar en los primeros puestos de las pruebas educativas porque sus habitantes tienen en el hábito lector una singularización de su propia sociedad. Familias enteras suelen acudir varias veces a la semana a las bibliotecas para leer. Algo impensable en nuestro contexto. Resulta fácil pontificar que las familias deberían leer más juntos y que sería muy conveniente que predicaran con el ejemplo. Pero esto supone un profundo cambio de mentalidad en nuestra sociedad y este tipo de transformaciones requieren tiempo y políticas de concienciación eficaces. Por ello, los medios de comunicación y las redes sociales pueden ejercer un papel muy relevante. Nuestra sociedad está más intercomunicada que nunca; se lee mucho y muy rápidamente; se escribe más aunque en minimensajes escuetos y empobrecidos. Por eso, los medios de comunicación deberían fomentar modelos comunicativos ricos y ejemplificadores que favorecieran la expresión correcta y la afición por la lectura en diversas lenguas. ¿Cuántos personajes referentes para nuestros niños y jóvenes son lectores o escritores de calidad, son multilingües o amantes de la literatura?

Y la escuela ¿qué puede hacer? Sabemos que la expresión y la comprensión oral devienen la puerta de entrada imprescindible para, posteriormente, poseer una buena expresión y comprensión lectora y escrita. Por ello, hay que fomentar la expresión y producción oral desde la educación infantil y, muy importante, no abandonarla luego en ninguna otra etapa del sistema educativo. Y también debería vincularse el aprendizaje de la lengua, de la lectura y de la comprensión lectora a la función comunicativa puesto que, en definitiva, hablamos, escuchamos, leemos o escribimos porque queremos comunicarnos. Por ello la finalidad de las actividades escolares debería ser promover una comunicación de calidad. Y hay que comunicarse con sentido y desde el sentido. Sin vincular los aprendizajes a las vivencias, necesidades y anhelos del alumnado la comunicación perderá su finalidad última y aquellos aprendizajes serán percibidos de forma meramente instrumental y, como consecuencia, su comprensión será superficial. Sin remover las emociones de los propios educandos ni la lectura, ni la comprensión lectora, ni ningún otro aprendizaje fundamental tendrá lugar de forma significativa.

Otro aspecto importante es que la escuela debe abordar el aprendizaje de la lectura y su comprensión desde múltiples planteamientos metodológicos. Hay que combinar diversos modos de actividad con distintos tiempos, materiales, formas organizativas y curriculares. Se aprende a comprender un texto desde la lectura silenciosa, pero también desde los modelos orales correctos y la vivencia grupal; desde propuestas apoyadas con la tecnología hasta la escucha de cuentos o historias narradas con emotividad teatral o poética.

En definitiva, la escuela ha de encontrar tiempos y espacios precisos para aquello que es fundamental porque ni puede ni debe enseñarlo todo. Pero si debe ocuparse de algo verdaderamente fundamental lo ha de hacer de la competencia comunicativa de sus educandos. Esto es, de la capacidad para escuchar al otro y a los otros, para hacerse escuchar, para expresar por escrito la vida y para leer todo lo narrado y expresado por los demás.

Enric Roca Casas, coordinador de Edu21 y profesor de Educación de la Universitat Autònoma de Barcelona.

1 comentario


  1. Vivimos en una sociedad en la que la que la cultura escrita no es valorada, y en la que la oral peligra y cuelga de un hilo. Los programas educativos basados en el modo de enseñar creado en 1860 han quedado obsoletos para los jóvenes, que ven aburridos altavoces a los que no escuchar en clase.

    Un nuevo modelo para inculcar la pasión por la escritura y la lectura es necesario, y urgente.

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