Sáhara: España es culpable

Por Carmen Garrigues, presidenta de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui (EL MUNDO, 17/11/05):

Treinta años después de la firma de los Acuerdos Tripartitos de Madrid, el pueblo saharaui sigue teniendo que pagar el precio que exige la lucha contra la ocupación marroquí con el asesinato, tortura, violación y desaparición en cárceles inmundas de mujeres, hombres, niños y ancianos. Treinta años después, la pasividad del Gobierno español ante los sufrimientos de esos hijos de la hispanidad en el norte de Africa delata la realidad de una acción exterior que en la Transición no logró superar la debilidad y sumisión a las grandes potencias que en la dictadura franquista la arrastró a un vergonzoso atropello al Derecho Internacional.

En 1975, Marruecos aprovechó el vacío de poder de un régimen en fase Terminal para obligar a los españoles a incumplir sus responsabilidades de potencia administradora del Sáhara Occidental con que las resoluciones de la ONU obligan a España a defender los intereses de los saharauis y garantizarles la oportunidad de elegir su futuro votando en un referendo de autodeterminación con garantías de justicia y libertad.

El rey Hassan II tenía entonces todas las bazas a su favor para lograr la complicidad de las grandes potencias: el apoyo incondicional que Francia, siempre presta a apoyar a los dictadores de las antiguas colonias complacientes con sus intereses de Estado; la animadversión que en París siempre han suscitado las aspiraciones de Argelia por hacer una política al margen del liderazgo de la madre patria en la francofonía; y, por último, la habilidad con que el rey Hassan II había sabido jugar la mano de la Guerra Fría para situarse como aliado favorito de EEUU en el norte de Africa. La dictadura franquista había convertido a España en un apestado de la escena internacional, sin apenas capacidad de maniobra mientras el rey Hassan II y sus aliados franceses podían airear con éxito ante sus aliados el peligro de que el vacío español y el apoyo de la Argelia prosoviética al recién nacido Frente Polisario acabase convirtiendo el Sáhara en un territorio satélite del Telón de Acero.

El rey Hassan II se salió con la suya y para parchear la situación de inestabilidad que acechaba a sus peones del norte de Africa las grandes potencias occidentales orquestaron una obra teatral que obligó a España a desempeñar el papel del convidado de piedra y cargar con todas las culpas de una de las jugadas más vergonzosas de la diplomacia internacional contemporánea. Entre bastidores, Estados Unidos y Francia animaron y ayudaron a Hassan II a montar esa Marcha Verde que invadió el Sáhara y arroparon la farsa de los acuerdos tripartitos con la que el último Gobierno de Franco escenificó una cesión del territorio a Marruecos y Mauritania.

Lo que España firmó en el año 1975 fue un tratado nulo de acuerdo a derecho, pero los gobiernos sucesivos que tuvieron como prioridad consolidar la Transición democrática no estaban en condiciones de levantar la voz y contrariar a los grandes. Entonces la culpa fue de los condicionantes de la Guerra Fría y la de la Transición democrática, de nuestra condición de satélites de Estados Unidos y Francia. El problema es que hoy, tres décadas después, el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero sigue sin afrontar la última asignatura pendiente del franquismo. Debilitado y aislado en la escena internacional por los daños colaterales de los atentados del 11 de Marzo, maniatado por las servidumbres que impone su alianza con el imperialismo francés, que le exige la anexión del Sáhara Occidental a la francofonía, tiene de nuevo que callar y dirigir la vista hacia otra parte.

Y, aunque el ministro Moratinos se esfuerce por contarnos lo contrario, sólo en estas coordenadas se puede explicar ese silencio que consiente al Gobierno marroquí violar las resoluciones de la ONU sobre el Sáhara sin ser señalado por esta organización como la potencia ocupante de la que fue una provincia española. Gracias a su indiferencia, el hijo del rey Hassan II puede seguir jugando la partida a costa de la tergiversación y la sangre inocente de los saharauis. Y si en los foros internacionales el actual monarca Mohamed VI sigue haciéndole creer al mundo que su país recuperó el Sáhara con una marcha pacífica, «expresión» de la voluntad del pueblo, será verdad si España, la potencia a la que corresponde por derecho defender la verdad, calla y no denuncia que este supuesto movimiento espontáneo de civiles estuvo encuadrado por funcionarios y mandos militares marroquíes y que, detrás de la marcha pacífica, llegaron los saqueos, los asesinatos, los bombardeos con napalm, el lanzamiento de los sospechosos de rebeldía desde helicópteros en pleno vuelo o el exterminio con muerte lenta en los centros de detención secretos del Ejército marroquí.

Los historiadores podrán explicar que la culpa de todo la tuvieron, entre bastidores, las presiones de EEUU y Francia, la incapacidad de la ONU por hacer cumplir el Derecho Internacional y la impotencia española para desarrollar una política acorde con sus intereses éticos, políticos y económicos. Pero, al final, ni Francia ni EEUU ni la ONU tienen que responder de esas obligaciones de potencia administradora que, a pesar de los acuerdos tripartitos, la ONU le sigue reconociendo a España con el Sáhara.

A la hora de reclamar por su indefensión ante los abusos de Marruecos, los saharauis sólo le pueden pedir cuentas al Estado español, que sigue siendo culpable por no rectificar el entuerto franquista.Culpable también por reincidir con su silencio ante el asesinato a palos del joven Hamdi Lambarki tras una manifestación callejera; culpable, por ejemplo, por no intervenir ante el secuestro, detención y tortura de mujeres como Aminetu Haidar; culpable por no escandalizarse de que los carceleros del preso político Ali Salem Tamek ahondasen sus sufrimientos violando a su esposa delante de su hija de tres años, durante una visita a la prisión donde él se sigue pudriendo. El y los demás detenidos han cometido el delito de creer en el Derecho Internacional y exigir a la ONU que lo ejecute. España es culpable por no recordar al mundo que los crímenes de Marruecos en el Sáhara no son el fruto de una Marcha Verde sino de una invasión ejecutada con la brutalidad con la que Hitler buscó su espacio vital en la Europa oriental.