Sana envidia

Debo reconocer que siento envidia de Cayetana Álvarez de Toledo. Obviamente no del acoso que ha sufrido por parte de los independentistas catalanes en la Universidad Autónoma de Barcelona, sino de la reacción que ha suscitado. Hace pocos meses circuló por la red un vídeo, dicen que se ha hecho viral gracias a la popularidad uno de sus protagonistas, de la constitución del Ayuntamiento de Llodio en junio de 2003 y de los incidentes que allí sucedieron. Lo ocurrido no cogió a nadie por sorpresa, de hecho acontecimientos similares, aunque no tan graves, sucedieron aquel día en otros municipios, en los que, como Llodio, Euskal Herritarrok había ocupado la Alcaldía. El Tribunal Supremo acababa de ilegalizar a Herri Batasuna, Batasuna y Euskal Herritarrok por formar parte de la banda terrorista ETA.

Los concejales del PP que, a duras penas, logramos llegar al salón de plenos, aguantamos estoicamente insultos, empujones, salivazos e incluso algún puñetazo. Al terminar, como la situación continuaba descontrolada, el alcalde entrante del PNV, que había tomado posesión en otra dependencia para no enfrentarse al brazo político de ETA, sugirió que, para evitar males mayores, saliéramos por la puerta de atrás. Le contesté que saldríamos por la puerta que habíamos entrado, la principal, porque además para eso éramos concejales.

La respuesta de la candidata popular "la democracia entra por la puerta principal" a un mozo de escuadra, ante la sugerencia de que accediera a la universidad por la puerta trasera, me ha hecho recordar aquel episodio. A pesar de competir en el tiempo con la apertura de campaña de las elecciones generales, este suceso ha abierto todos los informativos de televisión y radio además de ocupar las portadas de los diarios y más de un editorial. El episodio ocurrido en el Ayuntamiento de Llodio hace dieciséis años apenas fue conocido porque no resultaba nada extraordinario en el País Vasco y en el resto de España era asumido con pena e indiferencia al cincuenta por ciento.

Desde el golpe independentista en Cataluña en 2017, máxime después de la disolución de ETA en mayo del año pasado, lo ocurrido en el País Vasco y lo que sigue pasando, salvo contadísimas excepciones, ha desaparecido de la actualidad política. No pretendo comparar la gravedad y las consecuencias de lo ocurrido en Cataluña con cincuenta años de terrorismo y cuarenta de gobiernos nacionalistas, eso es subjetivo. Me refiero únicamente a la envidia que me produce comprobar el modo en que se ha elevado en España el umbral de tolerancia democrática frente a la rutina, la indiferencia o la complicidad con la que se informaba hace diez, veinte o treinta años cuando la democracia estaba secuestrada en el País Vasco y la persecución, e incluso el asesinato, de quienes la defendían era el pan nuestro de cada día.

Por eso, partiendo del lamentable ataque sufrido por la candidata del PP en Barcelona, quisiera que estas líneas sirvan para hacer una reflexión general. Los españoles no podemos olvidar que el independentismo no es solo un problema en Cataluña. El independentismo continúa avanzando en el País Vasco, lo veremos en las próximas elecciones, y además lo hace de manera mucho más sencilla porque la atención se ha desplazado a otro lugar.

Resulta increíble que ante el desafío separatista catalán de ERC y el PdCat gran parte de la opinión pública haya optado por contraponer al PNV como el nacionalismo razonable y sensato. El PNV es igual de separatista que los nacionalistas catalanes, cosa distinta es que, por conveniencia, la vanguardia de la ruptura de España esté instalada ahora en Cataluña. Esta ruptura ha sido y es una carrera de relevos en la que Arzallus e Ibarretxe ha sido sustituidos por Puigdemont y Torra, pero no nos engañemos, el PNV no se ha retirado de la carrera, simplemente recupera fuerzas en la retaguardia esperando el momento de tomar de nuevo el relevo. Y mientras tanto tratando de hacer menos ruido, aprovechando estar fuera de foco, siguen avanzando en su ruptura con España. Lo mismo pactan un nuevo estatuto con el brazo político de ETA que, con el vergonzoso apoyo del PSOE, aprueban una ley que desprestigia a las FSE u obtienen la cesión de las prisiones o continúan haciendo imposible encontrar un centro de enseñanza en el que los padres puedan escolarizar a sus hijos en castellano.

Son estas líneas por tanto una llamada de atención, de socorro si se quiere, para decir que la gravedad de la situación catalana no debe hacernos olvidar lo ocurrido en el País Vasco ni lo que continúa pasando. Y sí, tengo envidia de los constitucionalistas catalanes. Si frente al avance del nacionalismo vasco la sociedad española hubiera reaccionado con la fortaleza y determinación que lo ha hecho ante el desafío catalán, estoy seguro que la españolidad del País Vasco no estaría en cuestión como lo está ahora. Queda mucho por hacer pero no podemos hacerlo solos, necesitamos el aliento de los demás españoles. Y, sobre todo, el apoyo de un Gobierno de España fuerte y sin complejos que, lejos de acompañar políticas de ruptura, defienda con orgullo la identidad española en todo el territorio nacional.

Carlos Mª de Urquijo fue delegado del Gobierno en el País Vasco.

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