Sánchez atrapa a España en su infierno

Sánchez atrapa a España en su infierno

Sin precisar haber leído el Fausto, de Goethe, siendo de obligada lectura, nadie debiera olvidar que, como el gran autor alemán pone en boca de su Mefistófeles, «al final, acabamos dependiendo de aquellas criaturas que hemos creado». Es lo que le acaece a Pedro Sánchez con el experimento Frankenstein que, guiado por su ambición, urdió para asaltar primero La Moncloa en mayo de 2018 –con sólo 85 diputados y una amalgama de partidos mancomunados para demoler el orden constitucional y desintegrar España–, y que luego reforzó con su Gobierno de cohabitación con los neocomunistas de Podemos al fracasar su tentativa plebiscitaria de los comicios de noviembre de 2019 bajo la falsa premisa de yo o el caos cuando él personalizaba ese caos.

Así, su incontrolable engendro político se ha revuelto violentamente contra su promotor como trágicamente lo hizo contra el doctor que dio nombre y vida en la sala de autopsias al monstruo de la novela de Mary Shelley. Al desdeñar las reglas de la política como el doctor Frankenstein desafió las leyes de la naturaleza, el doctor Sánchez, ¿supongo? quiso ser ese nuevo Prometeo, como subtituló su popular obra la escritora británica, condenado por su osadía de robar el fuego a los dioses. Como refleja el cuadro de Rubens sobre El castigo de Prometeo, un enfurecido Zeus le sentencia a la penalidad de vivir encadenado a una roca para que su hígado lo picotee un águila tantas veces como se repone la víscera hasta que Hércules lo libera del hórrido escarmiento.

Si Prometeo Sánchez imaginó dejar de ser tributario de sus socios y aliados en cuanto tuviera sus propios Presupuestos tras las prórrogas de las cuentas del defenestrado Rajoy, erró de medio a medio. Como se constató al recurrir al voto de Bildu y a la abstención de Vox para refrendar el real-decreto ley sobre gestión de los fondos comunitarios destinados a la reconstrucción económica tras las pandémicas secuelas del coronavirus. Luego, con la cita catalana de este 14-F, calculó poder amarrar a ERC para lo que resta de legislatura con un tripartito como los de Maragall y Montilla, pero esta vez en favor del aspirante republicano Pere Aragonès, que contrabalanceara ambos Ejecutivos y le reportará una estabilidad parlamentaria sin sobresaltos. Empero, cada mañana, al despertar, arruina sus cálculos, como en el aforismo juanramoniano.

No en vano, la meritoria victoria socialista del Domingo de San Valentín ni le agenciará al ex ministro Illa presidir la Generalitat –como tampoco a Inés Arrimadas en 2017 con mayor número de escaños– ni bloqueará otro gobierno separatista de ERC y Junts, si bien alterando la prelación. Como en el juego de las siete y media en el que, según el don Mendo de Muñoz Seca, «o te pasas o no llegas./ Y el no llegar da dolor,/ pues indica que mal tasas/ y eres del otro deudor./ Mas ¡ay de ti si te pasas!». El éxito de Illa se ha ido de largo al concitar el voto útil de parte del constitucionalismo y no tendrá los efectos perseguidos por el comité electoral de La Moncloa, donde no diferencian entre una estancia oficial y una sede del PSOE sin mover al escándalo.

De configurarse ese gabinete separatista, ERC tendrá las manos libres en las Cortes, salvo que el PSC se pliegue a ser una falsa oposición, lo que dejaría aún más desguarnecido al constitucionalismo. Es más, después de capitalizar el voto de quienes no mordieron el anzuelo de la estrategia de Sánchez de aparentar que Illa era la vía útil constitucionalista, como validaron Arrimadas y Casado anticipándole su apoyo, la irrupción de Vox, sumando tantos escaños como Cs y PP juntos, servirá de diana y de parachoques para aglutinar al independentismo y silenciar al resto de la oposición constitucionalista. De esta guisa, el soberanismo no tendría quien se le resistiera eficazmente en el Parlament.

Si a Sánchez le basta citarles a Vox –como al torero mostrar la franela roja al toro– para acallar a PP y Cs, tras asumir estos el relato de la izquierda con relación a la exitosa concentración de la madrileña de Plaza de Colón que obligó al Gobierno a congelar su oprobioso pacto de Pedralbes con Torra, otro tanto en la Cámara catalana después de la trinchera que Casado cavó contra Abascal en la moción de censura de este último contra Sánchez y de la abierta hostilidad de Arrimadas a sentarse con Vox, pese a gobernar Andalucía y Madrid con su anuencia. Todo ello en un momento crítico en el que un crecido secesionismo reemprende el proceso hacia la autodeterminación, una vez que su tentativa de declarar la independencia tiene los visos de saldarse con la práctica impunidad de quienes perpetraron el golpe Estado del 1-O, saltándose la condena por sedición del Tribunal Supremo.

Como comisionado en el Consejo de Ministros de los socios y aliados de la coalición Frankenstein, Pablo Iglesias no ha dejado pasar la ocasión para subrayar el espejismo de la amarga victoria del PSC en medio del robustecimiento separatista. A las 48 horas, lanzó un enigmático y farragoso tuit en el que venía a decir que, pese al traje de aparente buen paño catalán que le confeccionó su sastre Iván Redondo para el Día de los Enamorados, el emperador Sánchez estaba desnudo. Como el monarca del libro del Conde Lucanor que se dejó embaucar por unos falsos sastres que le persuadieron de su pericia para coser prendas que sólo podían ver los hijos de padre legítimo. Dado que nadie quería pasar por bastardo, sus súbditos se deshacían en alabanzas sobre el traje sin hilo con el que el crédulo soberano se paseaba solemnemente desnudo. Un palafrenero, al que ni le iba ni le venía, lo que no es el caso de Iglesias, sacó de su engaño al incauto monarca participándole lo que nadie se atrevía a decirle para no perder su favor: «Señor, a mí lo mismo me da (...); por eso os digo que o yo soy ciego o vos vais desnudo».

Con el PSOE y Podemos a la greña en un Gobierno desestabilizado intestinamente, Iglesias ha querido evidenciar que Sánchez no puede sacarle del Gobierno sin tener que ir a unas elecciones. Tras ser primero incapaz de atraerse a Albert Rivera y luego aplastar a Cs, ha volado la posibilidad de una eventual mayoría alternativa con quien tuvo en Cataluña su cuna como costilla del PSC y puede tener su sepultura tras precipitarse de 36 a 6 escaños en un descenso de montaña rusa. A este respecto, Iván Redondo está revelándose eficaz en la destrucción de una alternativa a la derecha del PSOE que capitalice el desgaste de un Gobierno que es rehén de unos socios y aliados que no se paran en barras y con un vicepresidente segundo que desacredita la democracia española con el argot independentista. Amén de jalear las algaradas como Torra desde el Palau de la Generalitat con su «Apreteu, apreteu» contra los Mossos del que era máxima autoridad.

Como alecciona el sabio proverbio indio, quien monta un tigre no puede descabalgarlo cuando se le antoja. Ello desaconseja subirse a lomos de quien aguarda la ocasión para devorar al jinete. Es la inequívoca intención de Iglesias en la tradición comunista con los socialistas en pro de esas democracias populares donde el monopolio del poder queda en exclusivas manos comunistas. En parangón con el separatismo, Iglesias hace gala de un inequívoco golpismo democrático que ejemplifica cómo las democracias se abaten desde dentro por quienes permiten que la turba imponga la ley de la calle. Como en la Argentina de los piqueteros o en la Venezuela de las milicias bolivarianas.

En ese brete, Sánchez se limita a perorar que «resulta inadmisible cualquier tipo de violencia» sin poner coto a ella ni llamar al orden a su vicepresidente, cuyo partido no es que esté detrás de las protestas, sino delante. Echa en saco roto la instrucción de Felipe González a su primer Consejo de Ministros de que, a tenor del fracaso de la II República, el Gobierno no podía perder el control de la calle. Mucho menos en esta España que se batasuniza a ojos vista, con su ministro del Interior tan sonriente con los portavoces etarras como presto a acercar a criminales, como antes sólo lo estuvo el País Vasco, luego Cataluña y ahora se busca que empape pringosamente toda la piel de toro. Como confesó el escritor y político Benedetto Croce, al ver cómo su país se plegaba al fascismo, «ni lejanamente se me hubiera ocurrido pensar que Italia se dejara quitar de las manos la libertad que le había costado tantos esfuerzos y que su generación la consideraba conquistada para siempre».

Siendo tanta la indignación por el negro presente, no hay que dejarse arrebatar esa bandera por quienes no procuran mejorar la democracia, sino adulterarla y averiarla teledirigiendo la toma de la calle desde sus enmoquetados despachos y acomodados casoplones de nueva casta de los antaño descastados. Ni les importa la libertad de expresión ni Cristo que lo fundó. Instrumentalizan la multirreincidencia de un rapero psicópata, al que hace nada Iglesias diagnosticó asistencia psiquiátrica, como coctel molotov humano. Tras usar los medios de comunicación como incubadora y propagadora de sus planes, sujetos tan tóxicos se despachan contra la democracia.

En suma, Sánchez jugó a aprendiz de brujo y ahora apresa a España en el infierno que él ha concebido. Después de valerse de los enemigos de la Constitución y de la Nación, al igual que quienes acudieron a Satanás para concluir la capilla de Aquisgrán al agotarse el dinero legado por Carlomagno con la condición de apoderarse de la primera alma que entrase en el templo, no parece que Sánchez tenga la astucia del monje de la leyenda. Al no haberse especificado taxativamente que el alma fuera humana, emplazó a los feligreses a cazar un lobo para que fuera el primero en entrar. Escarnecido, el diablo salió escopeteado dando tal portazo que dejó para la posteridad una grieta aún visible en la fachada.

Conociendo a Sánchez, se valdrá de un dividido centro derecha para, como Illa el domingo último o él hace un año, cortejar a este votante para que lo rescate del infierno que él ha encendido. Antes de entrar en barrena con su errático actuar que le está llevando a hacerse irreconocible, Casado remarcaba que «Podemos se está comiendo al PSOE» sin avizorar que los socialistas sumirán en la impotencia al PP bajo el dilema, no ya de o yo o el caos del 2019, sino de o yo o el demonio.

Extraviada el alma, Sánchez solo piensa en salvar el pellejo, mientras un desollado Casado se transparenta hasta permitir ver a través de él. La impotencia del centro derecha es un seguro de vida de un Prometeo Sánchez que, con tal de seguir en La Moncloa, no le importa que España transite los nueve círculos del infierno de Dante.

Francisco Rosell, director de El Mundo.

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