Sánchez y Feijóo bajo el Ángel de la Historia

Al clausurar la segunda edición de Wake Up, Spain!, tras cinco días de acumulación de propuestas y análisis inteligentes por parte de casi 220 ponentes, recurrí el viernes a la cita olímpica de Píndaro, tantas veces empleada por Samaranch: "¡Qué extraordinarios han sido estos Juegos! Ahora comienzan los recuerdos".

Y en efecto, ha bastado el transcurso de unas horas, para que de esa fascinante caja de Pandora en la que fueron depositándose una tras otra las intervenciones de once ministros, nueve responsables autonómicos o locales, el Jefe del Estado Mayor de la Defensa, la flor y la nata de nuestro empresariado o algunos de los más reputados gurús económicos y tecnológicos mundiales, rebroten en tropel los momentos estelares.

Cómo no seguir teniendo en cuenta la trascendencia del anuncio de un PERTE tan transversal y sintomático de una voluntad reindustrializadora como el de los microchips y semiconductores, desvelado por Sánchez en la inauguración del foro, con 11.000 millones de inversión pública.

Sánchez y Feijóo bajo el Ángel de la HistoriaCómo no recordar la emocionante conversación que José Andrés mantuvo desde Leópolis, a las veinticuatro horas de volver de Bucha, con el presidente de Telefónica Alvárez Pallete y en especial esos instantes finales en los que le mostró su cadena de preparación de sándwiches, poco menos que bajo las bombas, como ejemplo práctico del "paradigma de la cooperación".

Cómo no tener en cuenta las cifras concretas aportadas por Nadia Calviño, María Jesús Montero, Carme Artigas o Manuel de la Rocha sobre el avanzado grado de ejecución de los fondos europeos, con ese kit de digitalización de 2.000€ a punto de llegar a decenas de miles de pymes; y cómo no contrastarlas con las críticas a la ejecución de los programas, expresadas también en nuestro simposio por Bendodo, Ayuso, Almeida o el alcalde de Zaragoza, con el apoyo de un reciente informe de la AIREF.

Cómo no sentir el eco de las voces de Javier Oliván y Brad Smith desde Sillicon Valley, de Ana Botín desde Washington, del Secretario General de la OCDE Mathias Corman desde París y de todos los grandes líderes de los más diversos sectores empresariales, incluidos CEOS mundiales como Faury (Airbus), Poupart-Lafarge (Alstom) o Luis Gallego (IAE) que se desplazaron expresamente a Madrid.

Cómo no almacenar en el disco duro de la memoria muchas de esas instantáneas, algunas tan alentadoras como la buena disposición de Unai Sordo, Pepe Álvarez y Garamendi a afrontar el difícil pacto sobre rentas; algunas tan sorprendentes como la insistencia de Yolanda Díaz en "acompañar" a las empresas que tengan dificultades por la guerra de Ucrania; algunas tan innovadoras como la conjunción del PERTE Naval con la energía eólica marina auspiciada por la consejera delegada de PYMAR Almudena López del Pozo; algunas incluso tan inesperadas como el primer encuentro entre bambalinas del presidente de Seat Wayne Griffiths con Ximo Puig después del anuncio de la inversión de tres mil millones en la planta de baterías de Sagunto.

Incluso en este formato tan generoso en extensión me faltaría espacio simplemente para referirme a todos aquellos titanes empresariales como Francisco Riberas o César Cernuda —por citar sólo a dos que no participaron en la primera edición— que nos subyugaron a lo largo de esta semana mágica, siempre compartida con Fede Linares (EY), Alberto Granados (Microsoft) y Luis Furnells (Oesía).

¿Cómo es posible entonces que en medio de este desfile de estrellas en el que no volvieron a faltar los Galán, Bogas, Reynés, Imaz, Colman Deegan, Fallacher, Torres, Huertas, Garralda, Miquel, Goñi, Aresti, Clemente o todos los grandes del sector sanitario, lo que se me haya quedado grabado más hondamente en la retina fuera la mención que la ministra de Sanidad Carolina Darias hizo del "Ángel de la Historia" de Paul Klee y Walter Benjamin?

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Pues porque era lo último que cualquiera de nosotros esperaba oír de labios de una mujer siempre serena y discreta, que nunca se mete en camisa ajena, a la que sólo relacionábamos con la incidencia acumulada, la autorización y compra de medicamentos o los planes contra la obsolescencia tecnológica de los hospitales. Y, sin embargo, era la imagen que había que evocar, en el momento en que por desgracia no hay más remedio que hacerlo. La imagen del 'Angelus Novus' que, como dijo la ministra Darias, "vuela hacia el futuro mirando hacia el pasado con cierto temor".

Estaba refiriéndose a la acuarela pintada por Paul Klee al final de la Primera Guerra Mundial, representando a un angelote naif de ojos perplejos y saltones con las alas desplegadas y el rostro virado 180 grados, como si algún músculo escaleno se le hubiera gripado al mirar hacia atrás. La mujer de Lot del pesimismo contemporáneo.

El filósofo Walter Benjamin compró la acuarela y la conservó hasta su suicidio en Port Bou en 1940 huyendo de los nazis. El mismo año del fallecimiento del también exilado Klee. Merece la pena reproducir el párrafo de su "Tesis sobre la Filosofía de la Historia" inspirado por el cuadro:

"Así es como uno se imagina al Ángel de la Historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irrefrenablemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso".

Se quedó pues corta la ministra de Sanidad. Más que "cierto temor" en la mirada del ángel que, al observar el pasado, refleja ya el presente y augura el futuro, lo que se percibe es un estremecedor espanto. Máxime ahora que, a la carnicería de las trincheras de la guerra del 14, a los hornos crematorios de Auschwitz, a la bomba de Hiroshima, al napalm de las aldeas vietnamitas, a la matanza de Sbrenicka, al derribo de las Torres Gemelas, a la cacería de Bin Laden o al descuartizamiento impune del periodista Khashoggi se unen ya las imágenes de Mariúpol, Bucha o la estación de Kramatorsk. Es, en efecto, la "catástrofe única que amontona ruina sobre ruina".

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De este segundo Wake Up, Spain!, consagrado ya como el Davos español, han salido múltiples llamadas a la acción en ámbitos diversos. Hoy hemos recopilado 25 muy concretas, a modo de resumen. Pero el denominador común de todas ellas es la apelación directa o indirecta al jefe del Gobierno y al líder de la oposición a formar un frente común contra la irracionalidad, el delirio y la barbarie.

Desde luego que el pragmatismo empresarial ha estado muy presente al plantear pactos de Estado en materia de infraestructuras, sanidad, telecomunicaciones o energía. Se trata de sectores que exigen inversiones plurianuales que van más allá de una legislatura, lo que convierte la estabilidad regulatoria en un requisito crítico.

España sigue teniendo grandes ventajas competitivas, potenciadas por el vigoroso resurgir de la Unión Europea en su respuesta primero a la pandemia y ahora a la invasión de Ucrania. Si la situación política, zarandeada sucesivamente por los tres populismos que asolan el continente, dejara de ser un factor de riesgo y España hiciera sus deberes volviendo a la disciplina fiscal, la inversión extranjera se desparramaría como el maná.

Es verdad que la UE va a exigirnos pronto una senda de reducción del déficit, que el BCE va a dejar de comprar nuestra deuda a espuertas y que con esta inflación será imposible mantener el equivocado compromiso de la revalorización de las pensiones según el IPC. Este escenario macroeconómico ya exigiría por sí solo atender el famoso requerimento de Ortega: "Españoles, a las cosas". Pero hay mucho más en juego que el propio bienestar material.

Porque seguimos sin estar vacunados contra la demagogia, el cainismo, la incivilidad y el odio. En 2017 actuaron los separatistas, capitaneados por Puigdemont y Junqueras; en 2020 llegó nada menos que a vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias y ahora acecha con inquietante pujanza la extrema derecha. En la medida en que, siguiendo con Ortega, ya hemos comprobado en las dos primeras experiencias el daño que los "payasos", "tenores" y "jabalíes" pueden hacer a las instituciones y por ende a la convivencia, deberíamos ahorrarnos la tercera.

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Como en tantas otras ocasiones desde el Gobierno se ha actuado con pícara pillería al filtrar un documento con once propuestas tres horas antes de que Feijóo cruzara el umbral de la Moncloa, para poder decir a su salida que él en cambio no había hecho los deberes. Los políticos con sentido del Estado no pueden contagiarse del maniqueísmo mediático que estos días se regodea por un lado en el hermano de Ayuso y el primo de Almeida, y por el otro en el hermano de Puig, el exmarido de Oltra y los tres altos cargos investigados por contratos de suministro sanitario. Aún no he visto u oído un solo programa en el que se hable de todo ello a la vez sin truculencia ni exageración.

Necesitamos dirigentes capaces de ignorar a esa España que cada mañana cumple con el tedioso ritual de los interminables minutos del odio a costa de la última de nuestras guerras civiles, concluida hace casi 85 años. Necesitamos dirigentes dispuestos a romper todos sus lazos con quienes siguen justificando el terrorismo o con quienes comparan al moderado Bolaños con Goebbels y al europeísta Sánchez con Hitler.

Se equivoca por completo la por otros tantos motivos admirable Ayuso al incitar a Feijóo a practicar una oposición sin tregua ni cuartel. Al margen de todo lo anterior, en cuestión de semanas o meses —bastaría que Putin golpeara en Polonia o Moldavia— España puede estar en guerra y eso requeriría un gabinete de guerra.

Sin llegar a ese extremo, lo único que en el entorno actual preservaría el modelo de convivencia ejemplarmente fraguado en la Transición, lo único que a medio plazo nos protegería —por utilizar las palabras de la presidenta de Madrid— de "irnos por el "barranco", sería un gran pacto de gobernabilidad entre Sánchez y Feijóo. El que pierda el año próximo las elecciones generales debe permitir la investidura y acción de Gobierno del que las gane, para liberarse de sus respectivas hipotecas.

Vienen curvas muy empinadas, tiempos en los que ejercer el poder se parecerá menos a un premio que a un castigo. Uno y otro deben ser conscientes de que el Ángel de la Historia no deja de mirarles. Pronto aparecerá en sus sueños.

Pedro J. Ramírez, director de El Español.

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