Sánchez y los «conservadores»

Durante la fallida sesión de investidura, Pedro Sánchez utilizó varias veces la palabra «conservadores» para dirigirse a la bancada del Partido Popular, y es seguro que seguirá usándola en el futuro, y con mucha fruición, pues cree él que tal concepto expresa poco menos que un insulto. «Ustedes, los conservadores», nos dijo varias veces a los diputados del PP, con expresión de deleite, en su convencimiento de que se trata de un apelativo incómodo e incluso dañino para nosotros. Su tono de satisfacción y superioridad evidenciaba completo desconocimiento del significado del conservadurismo como ideología política y como uno de los motores fundamentales en la construcción de las democracias actuales, pero su ignorancia puede ser perfectamente compatible con la propaganda, que era de lo que se trataba.

Es la vieja propaganda izquierdista de la oposición entre los términos «progresista» y «conservador», de los cuales Sánchez repite el primero unas diez veces cada media hora, como todos los líderes de la izquierda. Una propaganda reforzada en los últimos tiempos por el intento de apropiación del liberalismo por parte de Ciudadanos, lo que facilita a líderes del nivel intelectual de Sánchez la burda eliminación del liberalismo de la identidad liberal-conservadora del PP. En la misma línea de la singular relectura de la historia de las ideas por parte de la vicepresidenta, con su conversión del feminismo en una rama del socialismo.

Pero no pretendo que Pedro Sánchez conozca el significado del liberal-conservadurismo, al fin y al cabo, su famosa tesis doctoral fue en economía, sino poner de manifiesto la profunda divergencia con la realidad de esa pretensión de convertir la llamada ideología progresista en sinónimo de avance y progreso y el liberal-conservadurismo en pasado y regresión. El contraste entre los resultados en términos de progreso para los ciudadanos de los gobiernos del PSOE y de los gobiernos del PP es una buena muestra de esa divergencia. Y desde el pasado 28 de abril, la acción de Sánchez y sus negociaciones con la extrema izquierda y los independentistas, otro perfecto exponente de lo que significa en términos de realidad la palabra progresista.

Puro relato propagandístico sin conexión con los hechos, la famosa batalla del relato, o la repetición hasta la extenuación de la palabra progresista como justificación de cualquier maniobra, manipulación o mentira. Más de cuatro meses en los que Sánchez, y con él Iglesias, venden su batalla por el poder, por sus propias ambiciones, como un proyecto para hacer un «Gobierno progresista», con un «programa progresista» con «medidas progresistas». Y con la eventualidad de una repetición electoral provocada por el desacuerdo de ambos progresistas en el reparto de los sillones de La Moncloa. El progresismo es estos días mero despliegue de engaños y manipulaciones mutuas entre PSOE y Podemos para ocupar los mejores lugares de La Moncloa. Vieja, viejísima y retrógrada política que nos proponemos combatir y cambiar desde una ideología para el progreso como es el liberal-conservadurismo.

Edurne Uriarte, diputada y secretaria de Estudios y Programas del PP.

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