Sanciones e intervenciones militares, ¿son necesarias? ¿y en Venezuela?

La crisis venezolana no augura tiempos de paz justa. Las razones esgrimidas por los contendientes y sus seguidores, en las que no se quiere incidir, y los apoyos de actores exteriores parecen conducir, si el diálogo y la buena voluntad no lo remedian, a otro conflicto de dimensiones nacionales, regionales e internacionales. Demasiada pasión y demasiados intereses para que se pueda atender a las necesidades del sufrido pueblo de Venezuela. A las gentes que viven en ese país no les queda más remedio que tomar partido, como ocurre en todos los conflictos civiles. Las “pobres gentes” son al final los que sufren y son víctimas inocentes de la violencia.

Desde la visión de los poderes políticos y económicos parece no importar las consecuencias de sanciones económicas e intervenciones militares. Se llevan a cabo con “alegría”, sin advertir que quien sufrirá la escasez y, tal vez, la guerra será el inocente pueblo llano. Los que tienen la responsabilidad de resolver los conflictos deberían pensar primero en la seguridad humana, por encima de cualquier otra causa por justa que pudiera parecer.

“Las sanciones se han convertido en el medio privilegiado, incluso más que los bombardeos, de los países desarrollados para coaccionar y castigar a un adversario: congelación de sus activos financieros, embargo contra la importación, prohibición de viajar a sus dirigentes, bloqueo naval y aéreo para impedir cualquier violación de las reglas decretadas por las sanciones”. Las sanciones tienen como objetivo obtener mediante esa presión un cambio de actitud de los dirigentes del Estado sancionado a favor de las tesis de los sancionadores. Con las sanciones, bajo el pretexto de doblegar a determinados sistemas de gobierno o dirigentes de los mismos, lo que consigue realmente es disminuir el bienestar interno de un país con el fin de provocar descontento social que conduzca a cambios de sistema, aunque en numerosas ocasiones lo que sucede es lo contrario, porque algunos dictadores se refuerzan con las presiones externas.

“Los Estados Unidos, solo entre 1950 y 2000, impusieron sanciones en más de 150 ocasiones”. Por ejemplo, “a Iraq le sancionaron desde 1991 hasta 2003 (año en el que lo invadieron). Estas sanciones provocaron escasez de alimentos y medicinas, lo que causó la muerte millares de ancianos y niños, y produjo una caída del PIB a niveles de principios de los sesenta”. Las sanciones tienen consecuencias para la economía y para la seguridad humana, pero ¿son eficaces para cambiar regímenes políticos o los refuerzan? ¿y, si lo consiguen, a qué precio?

Cuando las sanciones económicas no producen el efecto deseado queda la opción de la intervención militar. La excusa de la injerencia humanitaria para acabar con un sistema dictatorial, o considerado como tal por la potencia sancionadora, es el paso siguiente cuando la oposición interna y la comunidad internacional ya han sido preparadas a tal efecto. La comunidad internacional, en ocasiones, la acepta como válida porque se trata de acabar con sistemas que no respetan los derechos humanos y por la catástrofe humanitaria en la que está sumido ese país intervenido.

Las sanciones puede que asusten a los Estados y a sus dirigentes, pero a los que sí asustan, y sufren su mayor efecto, son las poblaciones inocentes e indefensas a las que se les priva de los bienes más elementales para su supervivencia como son los alimentos y medicamentos. Las sanciones son injustas en ese caso, por lo tanto. Provocan caos en la población que tiende a rebelarse con el poder establecido al que hacen responsable de todos los males. Las sanciones pueden ser un arma de destrucción masiva si no se llevan a cabo de una manera que no perjudique a los más desfavorecidos.

Ejemplos de esta manera coercitiva de entender las relaciones internacionales, que es la de las sanciones, tienen su ejemplos más recientes en las llevadas cabo contra Serbia, Iraq y Libia. En el primer caso sirvieron para acorralar al régimen de Milosevic desde 1992 hasta su caída en el 2000, aunque no cabe duda, que los bombardeos que sufrió en la primavera de 1999, como consecuencia del conflicto de Kosovo, influyeron decisivamente en la caída del régimen de Milosevic. Irak, tras la Guerra del Golfo, sufrió también duras sanciones entre 1991 y 2003. “Estas sanciones pudieron provocar más muertes que las causadas por la invasión en 2003 y la guerra que ha tenido lugar desde entonces”. A la Libia de Gadafi también se le sancionó durante dos décadas, al final, aunque sin invasión militar, el régimen fue aniquilado por la fuerza de los bombardeos. Los tres casos mencionados son el paradigma de que a las sanciones les sigue la guerra.

Según la Comisión Internacional sobre la Intervención de los Estados: “Las sanciones no deben ser devastadoras para las poblaciones civiles pero lo deben ser para sus dirigentes”. En este documento se establece que las intervenciones militares sólo se efectuarán en casos extremos y exclusivamente “con fines de protección humana”. Los miembros de esta comisión proponen que estas intervenciones deben ser de acuerdo con los siguientes criterios:

  • “Llevarse a cabo de acuerdo con la decisión de una autoridad competente en la materia, normalmente el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
  • Promovidas para defender una causa justa, como contra una limpieza étnica o crímenes contra la humanidad.
  • Respuesta a una amenaza inminente que implique una grave pérdida de vidas humanas.
  • Conducción de las operaciones por una coalición multilateral acordada.
  • Último recurso para resolver cualquiera de las situaciones mencionadas anteriormente.
  • Medios militares utilizados siempre proporcionales, de modo que no puedan causar daños mayores”.

A las guerras como las expuestas anteriormente se les ha llamado eufemísticamente intervenciones militares para edulcorar la violencia que producen y el escaso cumplimiento de la legalidad internacional. Efectivamente, Milosevic, Sadam Husein y Gadafí no se distinguían por su fervor democrático, pero ninguna de estas guerras ha producido mayor estabilidad, bienestar y seguridad humana a los habitantes de esos países. Peor aún, han provocado desestabilización de regiones enteras, más pobreza y enormes masas de desplazados y refugiados, además de un incremento significativo del terrorismo.

¿No se podía haber actuado de otra manera para cesar a estos personajes? Además, aunque en el caso de Libia hubo resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, no sucedió lo mismo para intervenir en Serbia e Iraq. ¿Se justifica tanta sanción porque Maduro pueda ser un dictador?, ¿se cumplen las condiciones explicadas para intervenir militarmente?, ¿quién pagará las terribles consecuencias de una y otra actuación?

En el conflicto de Venezuela, si hay que prestar atención a los movimientos internos de los partidarios de Maduro y Guaidó, de la alineación de los militares con una u otra parte, no es menos cierto que existe una ¿qué ocurrirá si Rusia decide apoyar militarmente a la facción que apoya a Maduro? ¿De nuevo otro conflicto como el de Siria?.

Javier Jiménez Olmos, Doctor en Paz y Seguridad Internacional.


*Para escribir este texto he releído el libro del profesor Charles-Philippe David La Guerra y la Paz (Icaria, 2008). Mi texto está inspirado principalmente en ese libro. Los entrecomillados son citas textuales del mencionado profesor.

Nota.- A continuación se proporcionan enlaces para comprobar algunas de las intervenciones militares más importantes, que tanto Estados Unidos y Rusia, han llevado a cabo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Las dos potencias siempre han justificado sus intervenciones como necesarias. ¿Necesarias para quién?

Hay que tener en cuenta que la Unión Soviética, de la que Rusia ha heredado la mayor parte de su poder militar, también intervino militarmente en Hungría (1956), Checoslovaquia (1978) y Afganistán (1979), en este último país causó una guerra que duró casi diez años, con millares de víctimas y posteriores consecuencias que provocaron entre otras tragedias la aparición de Al Qaeda, y la posterior invasión norteamericana, un país todavía hoy en día sumido en la guerra. Sin olvidar la intervención en Chechenia, conflicto que todavía perdura. Tanto Rusia como Estados Unidos también han intervenido en la guerra de Siria.

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