Sangre para los coquetos

Barcelona tiene tendencia a la coquetería. Hay mucha documentación. La mejor definición de la coquetería es un sí es no es. Dar señales sin mayor compromiso que darlas. El significante por el significante. Entre las coqueterías de Barcelona está la de la violencia. Por ejemplo, fue célebre la coquetería local con la heroica lucha del pueblo vasco. Un 10 de junio de hace 20 años 39.693 catalanes coquetos votaron a Herri Batasuna y nueve días después ETA agradeció el gesto dejando 21 cadáveres en Hipercor. La coquetería ha cambiado de maneras en estos últimos años, en un largo viaje que ha ido desde la furia barrial del antisistema hasta la violencia moral ejercida, desde hace ya demasiado tiempo, por el gobierno de Cataluña y su ruptura con la ley que los tribunales han empezado a sentenciar. Barcelona, además, acaba de vivir repetidos episodios de violencia xenófoba contra turistas. Puede decirse que el coqueteo ha llegado este verano a su mayor nivel, y que tal vez el pico más escarpado hayan sido las declaraciones del consejero de Interior Joaquim Forn, cuando aseguró que la policía autonómica incumpliría la ley y garantizaría la celebración del referéndum ilegal de autodeterminación.

Hasta que poco después de las cinco de la tarde de ayer una furgoneta blanca irrumpió en Las Ramblas y mató e hirió gravemente a decenas de personas. Por lo tanto ahora hay que hacer el siguiente e imprescindible ejercicio. A la vista de esos cuerpos vencidos, humillados, rotos, de esos cuerpos que el tuitero policía pide que no se difundan por la red por respeto a las víctimas, como si el respeto a las víctimas no consistiera precisamente en exponer con claridad lo que hicieron con ellas, y en no silenciar ni maquillar su extremo sufrimiento; a la vista de la ciudad de pronto interrumpida en un impresionante perímetro de su zona más querida y más vieja, y a la vista y al oído de los miles y miles de mensajes que en esta tarde cruel trataban de encontrar señales de los suyos -«¿Estáis bien, todos bien? ¿Habéis llegado ya a Barcelona?»-, ahora hay que acordarse de los coquetos. ¿Oukabir? Qué coño me importará a mí Oukabir, su cabeza podrida y su relato maligno. Ya lo he visto otras veces. En Niza, en Londres, en Bali, en Bagdad, en París, y he visto sus víctimas, todas iguales, indistinguibles, la férrea unidad de los muertos. A mí los que me importan ahora son los incalificables burgueses de Barcelona que llevan años supurando una grotesca fábula sobre la libertad. A mí me importan esos tipos y tipas de pueblo, toscos como sus mandíbulas, incultos como sus campos, cuya pasión nacionalista y xenófoba solo es una venganza personal sobre la Ciudad. A mí me importan los últimos de la clase, los más guarros del pupitre, que se han alistado a la Revolución por la extrema facilidad y los rápidos beneficios que rinde su trapicheo. A mí me importan los más irresponsables de mis colegas, que traen al prime time la violenta novedad de un memo y la convierten en meme. Y a mí me importan, porque aún saludo a alguno, los cobardes. Toda esta gentecilla, entreverada de gentuza, lleva años coqueteando por activa o pasiva con la violencia: desobedeciendo, desacatando, chuleando la paz, que es la ley. Si el Cuerpo Nacional de Policía lo permite, quiero compartir los 13 muertos y 80 heridos con todos y cada uno de esos intolerables coquetos, por si hay modo de que la sangre rinda a otro fin que la torva gloria de dios.

Arcadi Espada

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