Sarah de Alaska y la derecha radical

El creciente número de adolescentes españoles que usan gorras de visera ladeadas, chillones chandals deportivos y pantalones caídos hasta mostrar los calzoncillos (ecos provincianos de una cutre moda yanqui de origen carcelario) nos reitera la gran importancia para el mundo occidental de todo lo que ocurre en Estados Unidos, ya sean factores económicos (como la reciente crisis financiera), políticos o culturales. Estados Unidos marca tendencias y por eso debemos distinguir el grano de la paja, aquello que puede ayudarnos de lo que nos perjudicaría (en todo caso la imitación acrítica del papanatas siempre es negativa). Y paja desechable es el comportamiento populista de la exgobernadora de Alaska y excandidata a la vicepresidencia de Estados Unidos Sarah Palin.

Esta señora, cuya aspiración es ser la candidata republicana en las elecciones presidenciales del 2012, alaba reiteradamente en sus discursos la ignorancia como muestra de autenticidad; mezcla religión y política para legitimar sus propuestas y, como demagoga populista, afirma, por ejemplo, que la mejor virtud del recientemente elegido senador por Massachusetts Scott Brown es que «se trata, simplemente, de un hombre con una camioneta».
Para lograr su objetivo político, Palin se ha convertido en una agitadora que edita libros sobre su vida, pronuncia discursos y asiste a convenciones políticas. Como la acabada de celebrar de los Tea Party, un movimiento de masas ultraconservador cuyo lema es Recuperar América para los americanos y cuyos seguidores propugnan bajar los impuestos, se oponen radicalmente a las políticas de la Administración de Obama y pretenden refundar el país para restituir la nación a sus legítimos hijos: los blancos, anglosajones y protestantes. En dicha convención, cuyo momento estelar fue el discurso de Palin, por el que cobró más de 100.000 dólares, se oyeron gritos de «Obama es africano», «la salvación está en Sarah» y «este país es nuestro». Los enemigos son los inmigrantes, las minorías raciales, los progresistas de todo tipo... y los republicanos moderados.

Palin es una conservadora radical, miembro activo de la poderosa e influyente Asociación Nacional del Rifle (NRA) y militante de la asociación antiabortista Feminist For Life. El público receptor de sus mensajes es la América republicana conservadora y cristiana protestante, mayoritariamente militantes activos o simpatizantes de lo que se conoce como Nueva Derecha Cristiana. Un conglomerado de asociaciones religiosas protestantes ultraderechistas y fundamentalistas (el término nace en Estados Unidos para referirse a integristas cristianos) con un gigantesco poder mediático (televisión, radios, prensa), cultural (universidades, iglesias) y asociativo (clubs, residencias, asociaciones benéficas, hospitales, etcétera).
Su poder de incidencia en la opinión pública norteamericana es tan grande que los triunfos electorales de Ronald Reagan y de George Bush (hijo) se deben en parte a ello. A su capacidad de movilizar al electorado republicano en la defensa de lo que la derecha radical norteamericana considera las esencias de la nación: los valores angloprotestantes. Estados Unidos es la nación favorita de Dios y por eso todos los presidentes de ese país acaban sus discursos con la afirmación ritual: «Dios bendiga América». Igual que sus monedas exhiben en la orla el clásico Confiamos en Dios.
Se mezcla, en mayor o menor grado, religión y política, y, con ello, las discusiones y los argumentos se dogmatizan y se cae en el irracionalismo: en los inicios de la guerra de Irak, Palin apoyó con total entusiasmo la intervención militar y llegó incluso a declarar, sin rubor alguno, que «los líderes de la nación enviaban al Ejército a una misión de Dios».
A mediados del siglo XIX, en Estados Unidos se creó un efímero partido populista a raíz de las convulsiones sociales producidas por las nuevas oleadas de inmigrantes: el Partido de los Know-Nothing o American Party. La reivindicación, por tanto, de las virtudes de la ignorancia forma parte de la tradición política-cultural estadounidense y Palin es su heredera política. Levanta la bandera del populismo como método político para acceder al poder. Un populismo que glorifica el «sentido común» y las «virtudes innatas» de los hombres de a pie frente a las élites.

Y como combustible para su ascensión, el rencor de unas clases medias empobrecidas; la ambición de una nueva clase política republicana ávida de desbancar a los líderes del partido y, finalmente, las frustraciones de unos varones blancos por la pérdida de sus privilegios, estatus y poder ante las conquistas del feminismo y las asociaciones progresistas proderechos civiles.
Estados Unidos es un gran país que nos puede enseñar muchas cosas, pero no deberían interesarnos las características de sus radicales de derecha: el individualismo antisolidario extremo, el fanatismo religioso de sus fundamentalistas protestantes, el racismo diferencialista y el populismo ultranacionalista. Ya tenemos nuestras propias miserias políticas.

Joan Antón Mellón, catedrático de Ciencia Política de la Universitat de Barcelona.