Hay que reconocer que la llegada de Nicolas Sarkozy al Elíseo está suponiendo un cambio de formas y de fondo para superar la parálisis y el marasmo en que se encontraba la política francesa desde hace años. En pocas semanas sus gestos simbólicos y su determinación en los temas de contenido permiten vislumbrar que Francia va a recuperar su papel de país clave en el relanzamiento de Europa. Sus rápidas visitas a Alemania, Reino Unido y, recientemente, a España así lo confirman, y muchos esperamos que en el Consejo Europeo los días 21 y 22 de junio se dé luz verde a un tratado, reducido, simplificado, de bases; lo de menos es como se llame, lo de más es que conserve los contenidos esenciales del Tratado Constitucional que, a pesar de ser apoyado por 18 de los 27 países miembros de la UE y sólo contestado por cinco, con distintos matices, ya sabíamos que no podía ser ratificado tal cual tras los referendos negativos de Francia y Holanda.
Observamos con naturalidad la lógica alegría del presidente del PP español, señor Rajoy, cuando su compañero del PP europeo Nicolas Sarkozy ganó a la candidata socialista Ségolène Royal en la segunda vuelta de las presidenciales francesas. Los líderes de las derechas hispanas y galas comparten unas convicciones políticas liberal-conservadoras y está dentro de la naturaleza de la política que Rajoy viera en el triunfo de sus amigos franceses un respaldo indirecto a sus aspiraciones en España. El líder del PP llegó a afirmar que seguiría los pasos y el estilo del nuevo presidente de Francia.
Sin embargo, confieso, sin reserva mental alguna, que me gustaría ver al líder del PP, si algún día gana las elecciones, hacer algo parecido a lo que hizo Sarkozy el día de su toma de posesión. Depositó unas flores y guardó unos minutos de silencio ante la tumba de un joven comunista de 17 años asesinado por los nazis en 1941, año en que gobernaba en su país el mariscal Petain y en España el general Franco y ambos regímenes eran aliados de Hitler y Mussolini. ¿Estaría dispuesto Rajoy a depositar unas flores en el cementerio del Este en Madrid a las 13 jóvenes comunistas asesinadas por el franquismo meses después de terminar la Guerra Civil? Eran menores de edad y se las conoce como las trece rosas y de ellas se han escrito libros y filmado películas. Estoy convencido de que la recuperación de la llamada memoria histórica, sin un ápice de revanchismo ni venganza, nunca será completa hasta que el PP no la asuma y la apoye, hasta que el centro-derecha español no haga suyas las famosas tres palabras del presidente Azaña en plena Guerra Civil: "Paz, Piedad y Perdón". Sobre todo piedad, y no desprecio, por las víctimas del franquismo y sus familias.
Pero hay más. Sarkozy se considera heredero de Jean Jaurés y León Blum, padres del socialismo francés. Es posible que hubiera mucho de táctica electoral en esas afirmaciones, pero, aun así, ¿se imagina alguien a la cúpula del PP declarando que entre sus ancestros políticos están Pablo Iglesias y Largo Caballero? Me conformaría con que reivindicaran a Alcalá Zamora o Martínez Barrio, por ejemplo, o que consideraran la II República Española, con sus luces y sus sombras, como uno de los antecedentes más claros de la democracia que disfrutamos. Hasta aquí los aspectos simbólicos, pero es que en los contenidos nos encontramos también con noticias alentadoras.
"No quiero que los terroristas digan que izquierda y derecha están divididas", dijo Sarkozy en su visita a Madrid. Y añadió: "Frente al terrorismo hay una sola política: la unidad, y puedo decir que estamos unidos. Son temas de Estado, con E mayúscula". Y remató: "Jamás haré de este tema de Estado uno de política interna".
Se puede decir más alto pero no más claro, y es de esperar que el PP entienda el mensaje. Es lo que el presidente Zapatero viene repitiendo desde que ganara las elecciones el 14 de marzo de 2004 y justo lo contrario de lo que practica la dirección del PP y su coro mediático en los últimos tres años. Por otra parte, los franceses, por orden de Sarkozy, están negociando con una organización terrorista la liberación de la ex candidata presidencial colombiana de origen francés Ingrid Betancourt. El PP repite continuamente que nunca, nunca, en ninguna circunstancia hay que negociar con los terroristas.
Tras la victoria de Sarkozy, Rajoy afirmó que haría lo mismo que el nuevo presidente francés. ¿También en la lucha antiterrorista apoyará al Gobierno de España? ¿Habrá que dar una oportunidad a la esperanza? Sería una gran noticia para todos los españoles.
Incluso en el tema de la inmigración, el presidente Sarkozy expresó su comprensión ante la regularización que hizo el Gobierno de Zapatero al poco de llegar al poder. Y lo hizo con la frase "no podemos criticar que España haga lo que hicieron antes otros gobiernos franceses". Habría que añadir que, después de que el PP haya machacado insistentemente sobre este tema, a pesar de que la regularización se hizo porque el Gobierno de Aznar dejó a cerca de un millón de sin papeles vagando por las calles o explotados por empresarios sin escrúpulos, varios países como Alemania u Holanda acaban de anunciar la regularización de centenares de miles de inmigrantes ilegales en sus respectivos países; e incluso el presidente Bush pretende legalizar a 12 millones de irregulares en los EE UU.
Es cierto que la mayoría conservadora francesa es heredera del antifascismo gaullista, se fraguó en la resistencia a la ocupación nazi, tiene una tradición democrática, laica y republicana de la que la derecha española, por desgracia, carece. El PP tiene otros genes, otra tradición, pero nunca es tarde para iniciar una nueva refundación que les homologue plenamente a la derecha francesa o a los conservadores británicos.
Luis Yáñez-Barnuevo, eurodiputado socialista.