Savater y el negacionismo ilustrado

El debate de fondo sobre el cambio climático es difícil de clarificar porque enfrenta categorías diferentes: su mitigación nos exige actuaciones precisas, con un coste cierto, en el corto plazo, para evitar unos efectos imprecisos, con un coste incierto, en el largo plazo. Si a ello unimos que en los procesos de transición hacia economías bajas en carbono hay perdedores (precisos, ciertos y a corto plazo) con ganadores (imprecisos, inciertos y a largo plazo), la tentación a hacerse los sordos y los ciegos ante la evidencia científica es muy grande. Y esta es, en realidad, la médula espinal del negacionismo climático ilustrado, el que reconoce que el cambio climático antropogénico se está produciendo, pero desconfía de la capacidad de los seres humanos para calcular su intensidad y consecuencias y, por lo tanto, se resiste a tomar medidas costosas para hacerle frente, pues existe la probabilidad de que esas medidas excedan con mucho los daños del cambio climático. El negacionismo ilustrado se presenta como una propuesta racional, dispuesta a la discusión y al debate sosegado y profundo, frente a un ecologismo radical, decrecentista, naif e incluso perturbado, que malgasta su tiempo en las medidas de protesta más estúpidas —como pegarse la mano en una obra de arte en un museo— y que ha encontrado en Greta Thunberg su icono pop.

Pero el negacionismo ilustrado no es tan ilustrado como pretende aparentar. En su desconfianza sobre la capacidad del ser humano para medir precisamente los efectos del cambio climático, el negacionista ilustrado obvia que la ciencia climática es, en sí misma, una ciencia basada en la incertidumbre, cuyos resultados se presentan con funciones de probabilidad y con intervalos de confianza, y eso no la hace peor ciencia, sino bien al contrario, mejor ciencia. A nadie se le ocurriría decir que la física es una ciencia poco desarrollada por utilizar funciones de probabilidad para estimar la posición y la trayectoria de un electrón. La imprecisión es efectivamente un reflejo de la incertidumbre, pero precisamente la incertidumbre debería servir para extremar la cautela. Determinados productos aumentan la posibilidad de contraer un cáncer, y tratamos de evitarlos, aunque exista una incertidumbre sobre cuándo y cómo se puede enfermar, y exista un coste cierto si dejamos de usarlos. Nadie iría al médico y le exigiría una predicción exacta sobre cuándo y cómo va a tener un cancer de pulmón para dejar de fumar tres paquetes diarios.

Como buenos ilustrados que son, estos negacionistas saben que en discusión racional contra la ciencia climática tendrían las de perder, así que han elegido un contrincante más apropiado, que es el catastrofismo climático, al que acusa de ofrecer un panorama irracionalmente aterrador que no se basa en evidencias o que toma como seguros los riesgos de cola de las distribuciones de probabilidad (los eventos, digamos, con una probabilidad de ocurrir menor del 5% según las estimaciones). Así, los títulos de los libros negacionistas suelen referirse a que “no hay apocalipsis” o a la “falsa alarma”: en vez de debatir con la ciencia del clima, ha preferido hacerlo con los titulares sensacionalistas o la proclamas de las organizaciones sociales. Es un enemigo más fácil al que batir, sin duda, que el 97% de la ciencia académica que comparte el carácter antropogénico del cambio climático. Entre enfrentarse a Klaus Hasselmann, premio Nobel de Física en 2021 por sus trabajos para la modelización del clima , y ridiculizar a una adolescente con una pancarta de cartón, la elección es sencilla.

En definitiva, este pensamiento se autodenomina escéptico, pero solamente lo es con los argumentos contrarios. Dice basarse en la ciencia, pero retuerce sus métodos y malinterpreta sus resultados. Dice buscar una discusión seria con la comunidad científica, pero prefiere contrincantes fáciles de batir, como los activistas adolescentes. Se pretende una alternativa racional al consenso científico vigente, pero para ello, tiene que deformar ese consenso científico hasta mostrarlo como una especie de pseudoreligión irracional, una caricatura llena de osos blancos agonizantes, ciudades sumergidas y ecologistas descontrolados. Esto es, en buena medida, lo que hacen los negacionistas ilustrados, como Steven E. Koonin, excientífico de la multinacional petrolera BP y miembro del equipo de Barak Obama, cuyo último libro, Unsettled?, ha sido tan bien recibido por los negacionistas como criticado por su falta de rigor, su uso selectivo de la evidencia, y su uso de trucos argumentales contrarios a la prácticas que consideramos métodos científicos.

Estas críticas no han hecho mella en Fernando Savater, quien obsequió a Koonin con su columna del pasado sábado en este diario, titulada precisamente Negacionista. Desconozco la intencionalidad del profesor Savater y no sé si al alabar este libro para defender esta suerte de negacionismo ilustrado conocía estas críticas o si precisamente por ellas lo ha reverenciado. Disfruto, desde mi adolescencia, del escepticismo irreverente del profesor Savater, pero dar pábulo al negacionismo difícilmente puede considerarse como tal. Es, a lo sumo, un ejercicio libre de estética literaria. Convendría diferenciarlo.

José Moisés Martín Carretero es economista y colaborador de Agenda Pública.

3 comentarios


  1. Ahora resulta que los "afirmacionistas" se dedican a crear diferentes categorías de "negacionistas". Estaría el "cerril" es decir, el que cree que no hay cambio climático de ningún tipo, estaría el negacionismo "indiferente", el que cree que hay cambio climático antropogénico pero le importa un pepino, estaría el "casual" que afirma que el cambio está producido en mayor medida por causas naturales y que no depende si no en una ínfima parte de la acción humana y ahora está el "ilustrado" que admite el cambio antropogénico pero desconfía de la medida sus efectos. Todos, claro está, son negacionistas y da igual su intensidad, de la misma manera que para un antisemita el tener solo un cuarto de herencia judía era suficiente para enviarlo al campo de concentración, el "afirmacionista", que se cree con la verdad absoluta, envía a la "cárcel de papel" con condena moral incluída a todo aquel que ponga en cuestión cualquier artículo del dogma del ecologismo de hoy. Las voces en contra la dictadura del conservadurismo ecologista son pocas y además son silenciadas o bien denostadas. Agradezco a gente con la utoridaed moral de Savater el que digan lo que piensan sin tapujos.

    Responder

    1. Estimado Salvador:
      Buena clasificación. Respecto al fondo de la columna del Sr. Martín, que expone como la ciencia nos trata de explicar todos los fenómenos climáticos actuales, ¿tiene algo que comentar? Un poco manido el paralelismo del antisemitismo, aunque reconozco que es muy socorrido.

      Responder

      1. No soy científico, ni experto, solo un simple ciudadano economista al que le interesa el cambio climático. Me he leído el libro del Sr. Kooning que Fernando Savater refiere. También he leído muchos de los comentarios de la publicación original de este artículo, en los que, por cierto, ponen a Fernando Savater a escurrir sin consideración ninguna. En mi modesta opinión, el artículo del Sr. Martín no puede considerarse científico, como alguno de los comentarios sugieren, sino simplemente dialéctico, con el cual quiere ganar una batalla (en mi opinión sorprendente) entre los que están absolutamente alineados con lo que creen que dice el IPCC y los que buscan comprender qué está pasando y qué se puede hacer al respecto. También los hay negacionistas puros (¿a qué negarlo?), pero esos no se han manifestado tan fervientemente en los comentarios.
        No sabía de la comparación semítica de la que habla Salvador, pero, en contra de lo que dicer SeSale, la considero un buen resumen del artículo, pues de eso se trata, de categorizar lo que expone el Sr. Kooning en su libro a meramente Negacionista, subcategoría "Ilustrado". El libro del Sr. Kooning utiliza argumentos científicos y el Sr. Martín, no. Comparar la incertidumbre de los modelos que proyectan el cambio climático con la incertidumbre cuántica me parece poco riguroso. Pero decir que la incertidumbre hace a la ciencia mejor ciencia, ya me mata. ¿Cuánta incertidumbre hay en la trayectoria del cometa Halley? ¿Y en las órbitas de los planetas? Aun así, mi opinión no vale más que la del Sr. Martín.
        Una de las cosas que descubrí en el libro de Kooning es que los modelos no son imprecisos por una cuestión estadística, al fin y al cabo están reproduciendo hechos físicos perfectamente conocidos y precisos, sino que lo son, tanto por una cuestión de falta de conocimiento, como por falta de capacidad de computación. No se sabe o no se comprende del todo los mecanismos del clima y tampoco se tienen suficientes recursos informáticos para realizar todos los cálculos precisos. Esto último hace que haya que cubrir con suposiciones lo que, o no se sabe, o no se puede calcular. No obstante, esto no los invalida, son herramientas muy útiles para investigar el clima. Pero no sirven para predecirlo. Aún.
        No logro comprender porqué Kooning es un Negacionista (subtipo "Ilustrado"). Tal como yo lo veo, es un científico que se hace preguntas, no solo legítimas, sino, precisamente, científicas. No creo que preguntarse cuánta influencia tiene la mano del hombre en el cambio climático sea negar nada. Tampoco creo que argumentar científicamente que la emergencia climática no tiene soporte ni evidencia científica sea negar nada, independientemente de que tenga o no razón sobre su existencia. Es sobre lo que nadie tiene más certeza que la que da la navaja de Ockham. Solo hay creyentes. Y herejes.
        Una de mis conclusiones al leer a Kooning y conocer algunas de las críticas hechas por científicos con argumentos científicos (que las hay) es que todo se reduce a una cuestión energética, independientemente de si el hombre tiene o no una influencia decisiva en el clima. Por cierto, que a mi siempre me ha parecido muy pretencioso y arrogante asumir que tenemos esa apabullante capacidad, aunque lo considero más bien una cuestión filosófica. Y pienso que gran parte de las decisiones sobre energías llamadas "limpias" o "renovables" no no nos llevan a la reducción a cero de las emisiones de CO2. Las necesidades energéticas son crecientes o muy crecientes y las energías eólica y solar no son una alternativa. Son un buen complemento, pero nada más. Y son también necesarias, dado que, a día de hoy, ninguna fuente de energía cumple los 3 requisitos al mismo tiempo: fiable, barata y suficiente.
        La primera directriz que nos enseñan sobre una situación de emergencia es que "no cunda el pánico". El pánico nubla la mente, el pánico nos hace vulnerables y manipulables. Haremos casi cualquier cosa que nos digan por evitarlo. El pánico mata. No llego a vislumbrar cómo severas afirmaciones como "nos queda poco tiempo", "estamos muy próximos a un punto de no retorno", o "el cambio es irreversible" ayudan a evitar el pánico. Esta última afirmación es la que más me llama la atención de todas, teniendo en cuenta que el clima no hace más que cambiar. ¿Y si la cambiamos por "solo después de X generaciones se podrá ver el efecto de las medidas que tomemos hoy"? Cada cual es libre de creer lo que estime. Yo, aparte de tener mis creencias, también me gusta ampliar mis conocimientos.

        Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *