Schäuble el duro

Cuántas veces abre uno el periódico, escucha a este o el otro opinante de oficio, no siempre bien informados, y encuentra afirmaciones denigrativas contra Angela Merkel que la pintan como lo que no es: una mujer atrabiliaria, inflexible, con corazón de piedra. En Alemania, por el contrario, incluso en su propio partido, le reprochan a veces su blandura dialogante y su modo maternal de conducir el país. Va a Moscú a convencer a Putin por las buenas para que detenga el derramamiento de sangre en Ucrania. Le pide, ¿le ruega?, a Obama que no suministre armas a Kiev, que bastantes campos de batalla ha habido a lo largo de los siglos en suelo europeo. Y así anda, de reunión en reunión, durmiendo en aviones, decidida a velar por el bienestar de los suyos y el espacio democrático europeo. Que lo haga mejor o peor es otra cuestión. Que guarda las maneras, de eso no hay la menor duda. Pintarla con un bigote hitleriano es como ponerle faldas a una estrella de mar.

Aunque recaiga sobre sus hombros la responsabilidad mayor del Gobierno de democristianos y socialdemócratas que preside, quien lleva las riendas económicas es el ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble. He ahí un hombre estricto, con una cualidad que lo hace sumamente correoso a la hora de buscar acuerdos. Y es que de costumbre ve más allá de los principios y fines de la negociación. Ve las posibles consecuencias y, por supuesto, el rédito electoral. Acordadas las cláusulas, ya no admite el menor margen de incumplimiento. Es, pues, incapaz de entender la mentalidad hedonista, la improvisación y el vuelva usted mañana. Puede, por lo demás, dormir tranquilo. Las diatribas que le acarrea en el sur de Europa su extremada rectitud se las lleva de ordinario Angela Merkel.

Wolfgang Schäuble es un político de gran formato, hombre fuerte del actual Gobierno alemán. De su firma depende, desde 2009, el presupuesto de la República Federal de Alemania. Su impronta dentro de la zona euro resulta evidente. Lo sabe a estas horas el ministro griego Varoufakis, que en lugar de ir a hablar directamente con él, buscó conexiones, alianzas, amigos, en otras capitales europeas, incluso en la de algún país de la UE no integrado en el Eurogrupo. En todas partes recibió amabilidad y palmadas en la espalda, pero en modo alguno compromisos. Y no por nada, sino porque los asuntos financieros europeos hoy por hoy no se resuelven sin contar con Berlín.

Allí espera Schäuble con cifras, porcentajes, contratos y el entrecejo hosco. Es entonces, metidos de lleno en la política grande, cuando más de uno entiende que acaso convino no olvidar, en el calor y la exaltación de los mítines electorales, que hay una cosa llamada diplomacia, útil, por ejemplo, para no perder la partida antes de haberla comenzado. En Alemania no pasan inadvertidos los insultos ni las faltas de respeto.

Uno escucha a Schäuble hablar en público y se percata de su rechazo frontal a la falta de concreción, al diletantismo, a las improvisaciones. No propende a exponer convicciones ideológicas, aún menos a dar su aprobación a iniciativas aventurescas o arbitrarias. Ya en su día formuló Goethe la certidumbre de que no hay libertad sin orden o, lo que es lo mismo, sin leyes. Es esta una constante de la historia alemana, también en sus épocas más negras, cuando se establecían normas que proporcionasen una base legal a la persecución y aniquilamiento de las minorías.

No es Wolfgang Schäuble ajeno a este secular talante ordenancista. En sus discursos abundan conceptos del tipo: estabilidad, solidez, equilibrio. Son los horizontes habituales del hombre pragmático. De hecho, Schäuble es de bajo relieve ideológico. Es más bien un hombre de datos; pero sobre todo de inspección y controles. Habla, con el índice admonitorio levantado hacia el techo, de la fuga de capitales que afecta nocivamente a países donde, según afirma, los ciudadanos disfrutarían de un grado mayor de bienestar si sus respectivos Gobiernos aplicaran una mayor disciplina fiscal. Esto, claro, para el griego, el español, el italiano en situación precaria y de paro laboral no supone consuelo alguno; pero tampoco se puede obviar a la hora de fundamentar la crítica, cuestionar unas condiciones crediticias o plantear exigencias económicas a la UE.

Con más de cuatro décadas ocupando asiento en el Bundestag, Wolfgang Schäuble ostenta el récord de años como parlamentario en la República Federal de Alemania, más que en España Alfonso Guerra. Zorro viejo, pues, a quien un perturbado mental condenó a tiros a la silla de ruedas en 1990, no carece de manchas en su ejecutoria. Un turbio asunto de donativos ilegales a su partido, sazonado con una declaración falsa por su parte ante una comisión de investigación, le impidió sustituir a Helmut Kohl en la cancillería. Poder, de todas formas, no le falta.

Fernando Aramburu es escritor.

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